Debido a los elevados costos del mantenimiento de las imágenes, se ha restringido su acceso solo para las personas registradas en PrensaCR.
En caso de poseer una cuenta, hacer clic en “Iniciar sesión”, de lo contrario puede crear una en “Registrarse”.
Sabido de la presencia del Premio Nobel de Literatura 1992, el poeta y dramaturgo antillano Derek Walcott (Santa Lucía, 1930), propuse en mi unidad académica, y luego a través de la Editorial Tecnológica y la Escuela de Ciencias del Lenguaje, un Doctorado Honoris Causa por parte del Tecnológico de Costa Rica para tan notable personalidad.
Es el caso que el señor Walcott visita el país con motivo de la Feria Internacional del Libro de Costa Rica así como el Tecnológico, campus de Cartago, donde dictará una conferencia. Qué mejor ocasión para que la institución alcanzara presencia en la comunidad académica internacional al reconocer la obra, no solo de un gran poeta y dramaturgo, sino de un académico que ha laborado, entre otras universidades, en Harvard y Oxford.
Pues bien, luego de todo el proceso administrativo y de la instalación de una comisión especial para fundamentar y dictaminar la propuesta, el Consejo Institucional del ITCR denegó la posibilidad de investir al señor Walcott con el Honoris Causa. Al momento de escribir este artículo desconozco las razones de tal negativa, ya que no he tenido acceso aún a las actas de la sesión respectiva.
Supongo que las razones, si es que las hay, irán por el sesgo de la ciencia y la tecnología o por el desconocimiento de la obra del poeta antillano y su escasa circulación y resonancia en el país. En todo caso, queda claro que para ese Consejo la prioridad no está en la poesía ni en el teatro, sino en la administración de una universidad que, al parecer, se desplaza hacia un docentismo alarmantemente desconectado de las humanidades, las artes y las ciencias sociales.
Quiero decir que en la decisión de un Consejo universitario de tal envergadura se percibe un tufillo anticultura en términos de una actividad “académica” alejada del quehacer y la reflexión humanística teñida con la necesaria ética y estética que deben acompañar a todo proceso universitario que se respete. No quiero pensar que en el TEC (así, desnudo ya de sus valores propiamente universitarios) se esté incubando una contrarreforma neoconservadora que desconozca (¿sería mejor decir?, tema) la poiesis, la aesthesis y el pensamiento crítico.
Pero además, y es lo que asombra, que se niegue a sí mismo el prestigio de contar entre sus “doctores” a uno de los escritores más representativos de la lengua inglesa y de la poesía universal contemporáneas. Porque es claro, el señor Walcott ya cuenta con suficientes galardones, en cambio, en el TEC se carece de figuras de esa catadura.
Este documento no posee notas.