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Son muchas las acciones que nuestro Sistema Educativo Universitario ha dejado de tomar para poder afirmar honestamente, que algunas universidades y algunas carreras, brindan educación de calidad.
Dichas inacciones sobre las variables académico-administrativas universitarias, por ignorancia, desidia o conveniencia, les impide dicha calidad. Pareciera que saben que el hacerlo, trastornaría la calma chicha académica en que vive el Sistema Educativo Universitario.
Rápidamente cuento, por lo menos, cinco variables académico-administrativas que hacen imposible hablar de calidad, excelencia académica universitaria. Sin embargo, me voy a referir a otra igual de grave que aquellas.
Concretamente pienso y me refiero a los planes de estudio de las carreras. Estos son elaborados, aprobados, y a funcionar. Hasta ese momento son hipótesis de trabajo, que en términos positivistas habría que validar. Sin embargo, funcionan siempre como programas validados, “ciertos”. Y por supuesto no es así.
Funcionan sin que un proceso, explícito, intencionado de evaluación inmediata y permanente, que corrija, mejore, adecue lo que en teoría fue diseñado. Que permita decir con seguridad si lo planeado académica–administrativamente fue apropiado y se está aplicando tal y como fue programado. Eso será durante una o dos generaciones de graduados, por lo menos, que permita afirmar que todo lo que en él se ofrece y se dice es cierto. Quedando validado.
Será por esa inacción que subsisten incólumes, “saludables”, los planes de estudio, a no ser las acciones subrepticias que algunos docentes les infligen a los planes. Esas inacciones, máxime en una universidad, son imperdonables.
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