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En 1907, nos dice Iván Molina en su valiosa obra: “La ciudad de los monos” (2001), “… la ciudad de Heredia se convirtió en el epicentro del más importante conflicto religioso experimentado en Costa Rica en el siglo XX. Una denuncia de que en el Liceo de dicha ciudad se enseñaba la teoría de la evolución, desencadenó una confrontación cada vez más intensa entre la feligresía católica y el círculo de jóvenes intelectuales radicales articulados en torno al escritor y educador Roberto Brenes Mesén”.
Parece que en esta misma época, el profesor Brenes Mesén enfrentó un problema similar cuando decidió implantar en el Liceo San Agustín de Heredia, la coeducación mixta con el fin de educar conjuntamente a varones y mujeres. Nuevamente la reacción fue comandada por un sacerdote, quien consideraba el proyecto peligroso para la juventud.
En el 2012, más de un siglo después, la sociedad costarricense se enfrenta a una nueva discusión a raíz del proyecto impulsado por el Ministerio de Educación Pública (MEP) con el fin de ofrecer educación sexual a los jóvenes a partir del 2013.
Recordemos también que una disputa similar se presentó en 1992 con el proyecto de las “Guías Sexuales”, que se propuso en esa época.
Y hoy como ayer, algunos sectores religiosos fundamentalistas alzan sus voces con el fin de imponer sus criterios y sus doctrinas al respecto. Creo que las creencias religiosas y la ética de los pueblos suelen ser importantes en la educación de los/as jóvenes, y son un derecho que la Constitución Política de la República garantiza, pero no deben ser un obstáculo para que los/as adolescentes reciban una formación oportuna, actualizada, científica y útil para sus vidas, pues las estadísticas sobre el número de embarazos en jóvenes y madres solteras son realmente alarmantes en nuestro país.
Quizá el problema esté en que algunos de estos grupos integristas, quieran imponer sus creencias, sin respetar el derecho tutelar que el Estado y el resto de los habitantes tienen, sean estos creyentes o no.
Por supuesto que el enfoque del MEP en la formación sexual debe ser integral y respetuosa, incluyendo no solo la genitalidad, sino también los aspectos biológicos, psicosociales, antropológicos, afectivos e incluso espirituales, en el amplio sentido de la palabra.
Sin duda, un nuevo debate al respecto es necesario, y en este sentido la resolución de la Sala Constitucional que deja a los padres o encargados la elección de si sus hijos/as reciben o no la educación sexual que promueve el Estado, quizá podría resultar de alguna manera positiva, pues les exige informarse, involucrarse y dialogar con sus hijos/as sobre el tema.
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