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Ingobernabilidad

En la cima de una escarpada montaña anida una vieja y arrogante águila. Cuando la vemos, nos asustamos, trompetea lastimosamente y sus plumas han perdido el brillo y su pico está doblado y cariado. Se mueve delatando que no está cómodo con su cuerpo, extraña el vigor de otrora y la devoción de los animales que viven en la llanura. Hace muchos lustros vive en lo alto, apostando a tocar el cielo con sus garras. Ave rapaz que cree arrodillar a los otros por merecimientos propios, sordo al rechazo del resto de la fauna. Inteligente, astuto, excepcional estratega y conocedor de las debilidades  del otro; su atributo majestuoso, la paciencia.

En la cima de una escarpada montaña anida una vieja y arrogante águila. Cuando la vemos, nos asustamos, trompetea lastimosamente y sus plumas han perdido el brillo y su pico está doblado y cariado. Se mueve delatando que no está cómodo con su cuerpo, extraña el vigor de otrora y la devoción de los animales que viven en la llanura. Hace muchos lustros vive en lo alto, apostando a tocar el cielo con sus garras. Ave rapaz que cree arrodillar a los otros por merecimientos propios, sordo al rechazo del resto de la fauna. Inteligente, astuto, excepcional estratega y conocedor de las debilidades  del otro; su atributo majestuoso, la paciencia.
Con frialdad y cálculo, desde hace veintiséis años, diseñó y ha construido un modelo de país acorde a la mujer de hierro y al dictador chileno, en el traspatio de la Casa Blanca.  Contó con la lealtad absoluta de una corte real de hienas, ratas, culebras y lobos, que desde la oscuridad,  desde sus madrigueras, como peones de construcción mal pagados pero cegados por el poder ajeno, construyeron su nido de oro en un mundo paralelo. Se pasean por los naranjos, juegan a matar moros, corren entre los cafetales frente a los Yoses, algunos juegan bolas de años con enanos y le echan salsa a todo lo que comen y no faltan los botones fiscales.  Mundo de otros, de los superiores, de los escogidos, de los que nunca tienen suficiente, de los acumuladores cuya vista se pierde en el horizonte.
Ostentan el poder real y los demás son títeres de paso. Sus palabras, verdaderos agujas de acero, saben cómo amedrentar, subyugar y chantajear a quienes ostentan el poder institucional,  en el estado de derecho. Son sus peones, no de marfil; pinches peones de plasticina, que si no obedecen se les acusa de ser ingobernables. Los que hacen leyes pierden el tiempo hablando,  mocionando o haciendo control político. Hay que callarlos, para que como zombis, no oigan, no vean, no digan.  Una sala en el cuarto piso donde bailan al son de los chillidos,  con ropajes que no son de güeros, cumpliendo los deseos del águila.  Mejor quedar bien con el poder paralelo, no vayan a perder carros, pensiones de privilegios, viajes. El águila conoce los gustos y los pecados de los que le adulan.
Pero el nido del águila no es muy cómodo. Está lleno de soles, de motas, de cáscaras peladas, de tercerillas y todas ensangrentadas. La hidra de pocas cabezas, dueña de los destinos centroamericanos, es el verdadero poder, que impaciente, reclama su inversión en las campañas políticas. Y además unos animalillos de ojos achinados, le suenan un gong cada cuarto de hora.
Mientras el poder económico trabaja en su beneficio, un pueblo de animales callado, que a veces levanta la cabeza, es acusado de obstruccionista, terrorista, comunistas y poco patriota. Unas pequeñas piedras en su camino de éxito monetario y habla el águila vieja de ingobernabilidad. Los costarricenses hoy tenemos que hacernos a un lado para que las fortunas se apoderen del agua, energía, biodiversidad a través de transnacionales. Vienen por todo y nos alertan; un demagogo dictador, electo democráticamente, una sanguijuela, llegará dizque a  distribuir la riqueza y amor.

  • Dagmar Facio (Ciudadana)
  • Opinión
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