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Un país bailey

Según CONAVI en el país hay más de 80 puentes bailey instalados. El bailey es un puente portátil diseñado y prefabricado para uso militar. Se utiliza para salvar anchuras de hasta 60 metros mediante el ensamblado de elementos de unos 3 metros de longitud, fácilmente transportables. Su acople no requiere de herramientas especiales o de equipo pesado, dura apenas unas horas y puede realizarse incluso bajo fuego enemigo. Fue diseñado como una solución al mayor peso de tanques que se estaban desarrollando en las primeras fases de la segunda guerra mundial.

Según CONAVI en el país hay más de 80 puentes bailey instalados. El bailey es un puente portátil diseñado y prefabricado para uso militar. Se utiliza para salvar anchuras de hasta 60 metros mediante el ensamblado de elementos de unos 3 metros de longitud, fácilmente transportables. Su acople no requiere de herramientas especiales o de equipo pesado, dura apenas unas horas y puede realizarse incluso bajo fuego enemigo. Fue diseñado como una solución al mayor peso de tanques que se estaban desarrollando en las primeras fases de la segunda guerra mundial.
El diseño fue presentado por Donald Bailey, de allí su nombre, quien trabajaba en la Oficina de Guerra del ejército británico y más tarde fue nombrado Caballero de la Orden del Imperio Británico por el aporte ingenieril. La producción dio comienzo en julio de 1941, entrando en servicio a partir de diciembre de ese mismo año. En total, fueron fabricadas durante la guerra cerca de 490.000 toneladas de puentes bailey, sumando un total de 320 kilómetros de longitud de puentes fijos y unos 64 km de puentes flotantes. Sus características permitieron que fuera usado en todos los teatros de operaciones, aunque destaca su empleo en la invasión aliada de Italia y para la campaña del noreste europeo que se produjo tras el desembarco de Normandía, gracias principalmente a que Estados Unidos adquirió una licencia para su producción.
El puente bailey ha sido utilizado por el ejército estadounidense en múltiples operaciones y es su mayor receta a los países que sufren desastres naturales. Como se nota, nuestro país es uno de los mejores compradores, lo que indica que padecemos un permanente estado de emergencia. Y no otra cosa se puede deducir de los últimos seis desgobiernos, para no ir muy lejos. Los niveles de corrupción, de cinismo gubernativo, legislativo y judicial, pasando por lo electoral, nos colocan en una situación de franca emergencia, no precisamente por desastres naturales ni, afortunadamente, por una contienda militar.
Lo que los últimos desgobiernos le han prescrito a los grandes problemas nacionales ha sido eso: puentes bailey. De tal suerte que nos convertimos en un país bailey: ríos y quebradas con baileys permanentes desde hace más de cuarenta años (su duración máxima según especialistas es de 6 meses), hoyos con baileys, rotondas y pasos a nivel con baileys, en fin, un paisaje bailey con evidencias de un bombardeo virtual en carreteras y caminos a juzgar por hoyos y accidentes.
Ante la corrupción, el desmantelamiento descarado de nuestras instituciones y la venta canallesca de algo que en las escuelas catequizan como soberanía y dignidad nacional, el planteamiento firme y honesto es una estrategia bailey de miles de millones de chorizos de longitud. Para eso también poseemos cientos de personajes bailey: diputados bailey, magistrados bailey, alcaldes bailey, empresarios bailey… Todo ello sin que la mayoría de la población reconozca aún la traducción oficial criolla: en realidad bailey debería entenderse (fonéticamente) en tico como baile. (Debe acotarse que en las altas esferas se confunde con la sonada crema irlandesa –whisky, leche, café-, bebida muy apreciada por algunas damas y ciertos caballeros).
Bailey y más baile por un país mejor para todas y todos. ¡Muchas gracias!

  • Adriano Corrales Arias (Escritor)
  • Opinión
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