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Uno de los comentarios más frecuentes tras el terremoto de 7.6 grados de magnitud que sacudió la Península de Nicoya la semana anterior, tuvo que ver con los daños “menores” que dejó dicho sismo, en comparación con otros similares.
Cerca de 200 viviendas y 56 centros educativos con daños y algunas “grietas menores”, fueron el “favorable” saldo para el mencionado sismo, que también produjo daños en otras zonas del país, como Grecia y Naranjo, en la provincia de Alajuela.
El director de la Escuela de Ingeniería en Construcción del Instituto Tecnológico de Costa Rica (ITCR), Hugo Navarro, reconoce que si bien los daños son pocos, estos pudieron ser mucho menores.
Navarro sostiene que el empirismo con que se realizan muchas construcciones en las zonas rurales del país, principalmente viviendas, sigue siendo el punto débil del país de cara a esta clase de eventos.
MAL HECHAS
Navarro comentó que su principal preocupación se centra en las viviendas, pues en la construcción de edificios generalmente participan varios profesionales bien calificados, desde la etapa de diseño hasta la construcción.
“Pero, en materia de vivienda sigo quedando preocupado con la situación tras este sismo, porque se volvió a repetir el escenario que vivimos en Cinchona: las mismas fallas, los mismos errores constructivos”, aseguró.
Navarro explicó que pese a que con el Código Sísmico se ha hecho un esfuerzo por incorporar un capítulo donde se establece un “método simplificado” para estructurar una vivienda, hay vacíos en la formación específica de diseño de estructuras para mampostería.
Según indicó, solo en el ITCR se ha incorporado este curso como obligatorio; en la Universidad de Costa Rica es opcional, mientras que en las universidades privadas no se imparte.
“Haciendo una comparación de los planes de ingeniería civil de todo Centroamérica y el Caribe, nosotros somos el único país que ofrecemos el curso de diseño y estructuras de mampostería, que básicamente es diseño en bloques de concreto”, señaló.
Sin embargo, su mayor preocupación son las obras que se realizan sin la supervisión adecuada de un profesional, práctica muy común todavía en algunas zonas rurales del país.
“Todavía prevalece el hecho de que el albañil del pueblo es el que hace todas las construcciones y en ese sentido se ha venido acarreando durante muchísimo tiempo una serie de defectos y errores, que la gente no percibe como que están mal”, expresó.
Navarro también reclamó que en estas zonas las inspecciones y trámites de permisos son muy débiles, por lo que prácticamente cualquier persona puede levantar una casa donde quiera y en las condiciones que considere apropiadas.
“Si uno ve las imágenes que han mandado por las redes sociales y los canales de televisión, se da cuenta de casos de cocheras donde la columna junto con la viga colapsan simplemente sin mostrar ningún signo de deformación y eso no se supone que debe ser así, eso lo que indica es que está mal estructurado”, comentó.
El Código ha hecho un esfuerzo importante por incorporar algunos conceptos que vienen a mejorar; lo que pasa es que ahí yo apelo al papel que debe jugar el profesional a la hora de inspeccionar las obras, comentó.
Navarro también llamó la atención sobre algunas casas que colapsaron porque su cimentación era muy superficial, y paredes que mostraban grietas en “gradas” o en dirección diagonal.
“Eso lo que demuestra es un deterioro muy acelerado del bloque y del mortero que lo une, y consecuentemente uno puede deducir que es una mala calidad del material que se está utilizando”, explicó.
Otros problemas que se observaron en las casas dañadas por el sismo de Nicoya, son la poca cantidad de acero en algunas paredes, vigas mal construidas y mala calidad de los materiales.
“Una de las recomendaciones es que apoyemos más las iniciativas de estandarización y certificación de materiales, porque hasta la fecha se hacen de manera voluntaria y eso no es suficiente; la gente nunca lo va a entender si no se establece de manera obligatoria”, advirtió.
El reporte del Ministerio de Educación Pública señala que unos 56 centros educativos deben ser reconstruidos con un costo cercano a los ¢3.000 millones, por los serios daños que sufrieron.
“Es increíble que en infraestructura escolar se dé ese tipo de situaciones: paredes sueltas prácticamente sin ningún elemento que las amarre y grandes grietas. En esas condiciones, una pared debe demolerse”, aseveró el experto.
A su parecer, es muy probable que las condiciones observadas en Nicoya -en cuanto a la construcción de casas-, sean las mismas en la zona sur del país o en la provincia de Limón, y no dudó en afirmar que de haberse construido bajo las especificaciones adecuadas, los daños del terremoto en Guanacaste hubiesen sido mucho menores.
El académico hizo un llamado para que se genere conciencia sobre la importancia de mejorar la formación en estructuras de mampostería, y que se refuerce la inspección de construcciones en las zonas rurales.
Suelo más duro en Nicoya amortiguó el golpe del terremoto
Además del celebrado Código Sísmico que se viene aplicando en el país desde hace algunos años, la composición del suelo en la península de Nicoya fue otro de los factores que propició una menor cantidad de daños, tras el terremoto de 7.6 grados del pasado 5 de setiembre.
En esto coinciden expertos de la Red Sismológica Nacional de la Universidad de Costa Rica (RSN) y del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de la Universidad Nacional (OVSICORI) consultados por UNIVERSIDAD.
Lepolt Linkimer, de la RSN, comentó que en los daños que pueda ocasionar un terremoto no solo tiene que ver su magnitud, sino también el tipo de suelo, la profundidad, el tipo de construcciones y otros efectos más complicados como la dirección de las ondas sísmicas.
Para Linkimer, el primer factor que ayudó a atenuar los daños es que el sismo se produjera en una zona rural sin importantes concentraciones de población, pues distinto sería el panorama con un terremoto de este tipo en una ciudad grande.
Sin embargo, reconoció que la geología de la península de Nicoya fue un factor determinante para que el impacto de los 7.6 grados de magnitud fuese menor al esperado.
“La península de Nicoya está formada por rocas muy firmes, que en geología denominamos el “Complejo de Nicoya”, e involucra materiales como el basalto y otras rocas firmes, que previenen la propagación de las ondas”, detalló.
Víctor González, director del OVSICORI, recordó que muy distinto fue el panorama con el terremoto de Cinchona en el 2009, pues lo quebrado del terreno y la menor compactación de los materiales, lo hicieron un lugar más propenso a deslizamientos y daños, pese a que fue un sismo de 6.2 grados.
“Cinchona es un área muy quebrada, con materiales de origen volcánico poco consolidados, que no tienen capacidad de soportar aceleraciones importantes. En el caso de Nicoya estamos hablando de una zona más plana, algunas zonas como Liberia, que son materiales que se comportan bien en caso de sismos”, puntualizó González.
El Director del OVSICORI comentó que aún se debe estudiar si este sismo esperado en Nicoya terminó de liberar la energía acumulada durante casi 60 años, o si aún queda un remanente de desplazamiento de la Placa de Cocos por debajo de la Placa Caribe, en la zona de Nicoya.
Por su parte, Linkimer hizo saber que la RSN ha realizado mediciones y se ha encontrado que tras este sismo la Península de Nicoya se elevó hasta casi un metro en algunos sectores, lo que forma parte del ciclo geológico de esta zona.
El sismólogo dijo que la liberación de energía que se produjo no significa que no se pueda producir un sismo de igual o mayor magnitud en el corto plazo, ni tampoco que Nicoya vaya a entrar en un nuevo ciclo de 60 años con poca actividad sísmica.
“No estamos ni cerca de poder predecir un terremoto. Sabemos dónde puede ocurrir, pero no sabemos cuándo. Un terremoto es un fenómeno que aún no terminamos de comprender en su totalidad. Lo bueno es que este sismo nos deja mucha información para seguir aprendiendo”, afirmó.
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