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La humanidad, en un largo y arduo camino, usando los sentidos, la observación, la prueba-error, la reflexión, el análisis, el raciocinio y la abstracción, ha desarrollado el conocimiento de los objetos y los fenómenos, a la par y, en íntima relación dinámica, el avance del pensamiento, de hecho, ambos se retroalimentan continuamente. Tal proceso hizo posible la genial creación del lenguaje oral y escrito, con el objeto de la comunicación y el intercambio enriquecedores, que hicieron posible la socialización y el surgimiento de la ciencia, la tecnología, la cultura en general y las civilizaciones. Sin embargo, desde este momento, el pensamiento se bifurcó: en pensamiento objetivo, escudriñando la realidad, científico y, pensamiento subjetivo, dejando de lado la materialidad de la realidad, sobrenatural, mágico.
En medicina, la dinámica pensamiento-conocimiento, tiene gran impulso por los misterios de la vida, la enfermedad y la muerte: los seres humanos se encuentran anonadados, impotentes, sin explicaciones para estos misterios, lo cual los aterroriza; ante tal situación, las dos corrientes del pensamiento se ponen en acción: el pensamiento mágico atribuye el origen de la vida, la enfermedad y la muerte a un factor sobrenatural y, por tanto, recurre a objetos, ceremonias, ruegos, dirigidos a fuerzas sobrenaturales, para mantener la vida, ahuyentar la enfermedad y la muerte, sin investigar, en la naturaleza misma de la vida, sus causas. El pensamiento científico es objetivo, toma en cuenta la historia de la humanidad, la evolución de la vida, los códigos de la construcción orgánica y funcional, a partir de la materia, de los seres vivientes, de los microscópicos, hasta los seres humanos. El desarrollo de receptores que, en muchos casos, terminan en órganos complejos, para informar sobre la realidad externa e interna que, en el más avanzado de los órganos, el cerebro, esta información es ordenada, analizada, comparada, con el fin de emitir juicios, anticipar, tomar decisiones y adecuar conductas para mantener la vida, evitar la enfermedad, la muerte y, en el ser humano, para mantener la coherencia, la dignidad y la libertad, no falsa, sino la fundamentada en el conocimiento y la ética. El avance del pensamiento-conocimiento, científico-tecnológico, nos ha permitido, con certeza, conocer los orígenes y objetivos de la vida; en relación con ésta, la enfermedad y la muerte, a tales alturas de la evolución de la humanidad, hemos creado artificialmente el fundamento de la vida, la célula y, estamos avanzando rápidamente en la creación en el laboratorio, de seres vivientes complejos. El pensamiento científico nos advirtió que nuestros sentidos son limitados para escudriñar la materia-energía, su organización y función; fue entonces que el ser humano con su cerebro creó instrumentos y otros medios para multiplicar, casi infinitamente, los sentidos, y así penetrar en la esencia de los objetos y los fenómenos; también desarrolló tecnologías para analizar y almacenar las montañas de datos adquiridos. En el campo de la medicina, ésta ha hecho retroceder, en forma decisiva, la enfermedad y la muerte; actualmente cuenta con formidables medios diagnósticos y terapéuticos, tiene en sus manos la creación y mantenimiento de la vida.
Si hoy en el mundo hay 1500 millones de pobres que carecen de lo esencial para una vida digna, pasan hambre y, entre ellos, cada tres minutos un niño muere por esa causa, esto es una vergüenza, en medio del gran desarrollo científico-tecnológico y la riqueza creada por el trabajo de toda la humanidad; tal realidad amarga se debe a un sistema económico, político y social basado en la ganancia privada que impulsa la codicia, produciendo desigualdad, marginación y exclusión en millones y millones de seres humanos
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