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Este artículo lo reescribí, pues el que entregué al Semanario la última semana de agosto lo empecé así: “Otra vez ha resucitado la discusión respecto al cacareado terremoto de Nicoya...”. El tema iba a cuento porque un medio televisivo iba a resucitar dicho tema, pero el sismo finalmente ocurrió cuando el artículo estaba prácticamente en prensa. La discusión se basaba en lo que el medio televisivo discutiría: ¿Va a temblar en Nicoya? ¡Y Claro, va a temblar! Eso ningún observatorio lo negaba, el punto es que no se podía saber cuándo ocurriría. Su historial sísmico lo demuestra: 1826, 1854, 1863, 1900; hay testigos del gran terremoto de Nicoya del 05/10/1950, sentido hasta en Managua; en el mercado de San Miguel la gente salió súbitamente. En la isla de Ometepe, en el lago de Cocibolca o de Nicaragua y que yo le llamo el Lago Infinito, el agua golpeaba las playas de la isla en un oleaje intenso producto del sismo. ¡Claro que tiembla en Guanacaste y en toda Costa Rica! Dudar lo anterior, es como negar la naturaleza sísmica de toda Costa Rica.
Deben ocurrir otros sismos en Cartago, como el del fatídico 04/05/1910, también en Pérez Zeledón, Coronado, Tilarán, Tres Ríos, Cinchona, Limón, o en cualquier parte del país. Acá hay algo importante de acotar: ni con los sismos de 1900, ni de 1950 el más grande registrado instrumentalmente en el país, ni con este último de septiembre, perdieron la vida tantas personas, 5 serían muchos muertos y eso que esos sismos nicoyanos pasan de 7,0 grados. Pero con Fraijanes (1888), Cartago (1841, 1910), Patillos, Coronado (1952), Tilarán (1973) o Cinchona (2009), la cuota supera más de las cuatrocientas muertes, para rangos de magnitud entre 5,0 a 6,0. ¿Entonces?
La respuesta es que esos sismos presentan focos poco profundos, ocurren en áreas multiamenaza: 1) tienen laderas inestables por alta pendiente, 2) suelos volcánicos de gran espesor, 3) cauces que pueden generar destructivos flujos de lodo, 4) amplificación sísmica, y 5) generalmente gran densidad de población, entre otras características. Entonces, la información histórica se une a los estudios de los sistemas de fallas neotectónicas y las características geotécnicas de los suelos, con el fin no de predecir, sino de conocer las áreas que deben estar sujetas a planes estrictos de uso de la tierra.
Saber cuándo ocurrirán dichos sismos no es posible, no dentro del estado actual del conocimiento científico. Ni en Estados Unidos saben el día en que ocurrirá el grande que esperan en San Francisco. Siempre comento con mis estudiantes cuando toca ver estos temas, que si yo fuera el alcalde de algún sitio de los mencionados, y me visita un grupo de científicos a decirme que determinaron que el terremoto esperado ocurrirá dentro de X años, los observaría, les obsequiaría unos aperitivos y les diría al mejor estilo de un recordado expresidente “muchas gracias”. Otra cosa pensaría si esos científicos me informan que el sismo activará deslizamientos en el cerro X que afectarán áreas urbanas; que el viejo puente tendrá problemas porque el suelo mostrará altas aceleraciones y dicho puente es vital porque está sobre una ruta única que permitirá evacuar una comunidad de la costa que puede ser afectada por tsunami. Que habrá problemas por amplificación de ondas y/o licuefacción, que hay mezcla peligrosa de usos de la tierra y decenas de etcéteras; me preocupo porque me están describiendo el escenario de riesgo que debo conocer y es mi responsabilidad atacar el problema, bajar los niveles de vulnerabilidad.
El país tiene observatorios importantes: la RSN, el OVSICORI, el observatorio que el ICE mantiene para vigilancia volcánica en Guanacaste, amén de la bien dispuesta red de acelerógrafos del LIS de nuestra universidad, que tienen mucho camino recorrido en investigación sismológica. Sus científicos cuentan con gran capacidad y experiencia para conjuntarse en reuniones periódicas para compartir y discutir sobre la sismología y la sismicidad de este país. Hubo mucha expectación sobre cuándo ocurriría el sismo de Nicoya. Varios medios aprovecharon esa incertidumbre para vender clavos de oro. Pero varios geólogos de la RSN insistían que no se podía saber cuándo ocurriría, no se predijo, ocurrió porque ya tenía que ocurrir. Hay que seguir educando a la población para que piensen más en escenarios de riesgo y prevención antes que estar a la expectativa de cuándo va a temblar. Creo que los que de una u otra manera hemos estudiado la sismicidad del país somos responsables de que la población siga creyendo en sus científicos y que se prepare responsablemente para cuando en algún momento el sismo de cualquier parte del país ocurra, pues son eventos naturales inherentes a nuestro territorio.
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