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Preocupan el ruido, las manifestaciones y acciones que se han venido dando en torno al “Semanario Universidad”. La destitución anunciada de doña Laura Martínez como directora, las acusaciones de hacerse la vista gorda ante la “corrupción” interna de la UCR y hasta el envío de artículos de respuesta a opiniones que aún no se habían publicado, son signos más que alarmantes.
No voy a repetir lo que ya se ha dicho sobre la calidad informativa del periódico, de su directora y del extraordinario colectivo de trabajo que lo hace posible. Por algo se posiciona como el medio escrito e impreso de mayor solvencia periodística y de mayor confianza en el país. Ello se debe en mucho a la estupenda labor investigativa y de apertura informativa de doña Laura y su equipo. Dicho de una vez: es de los pocos medios en el país que dice lo que la mayoría de la prensa comercial invisibiliza y calla.
Lo anterior, por supuesto, no cuadra a los grandes intereses económicos que patrocinan la contrarreforma neoliberal para desmantelar la institucionalidad costarricense y convertir la patria en un inmenso centro comercial con una agenda propia de mercado. Ha sido, desde el combo del ICE, para no ir más atrás, una piedra en el zapato de los sectores dominantes que aspiran a una total impunidad a tono con un discurso único y, por ende, totalitario.
No quisiera pensar que la autonomía universitaria ha sido mancillada de manera tan obscena, en tanto se permita, desde la Rectoría y el actual grupo ejecutivo, el desmantelamiento, no solo de una línea editorial coherente, patriótica y apegada a las mejores tradiciones académicas, sino a un proyecto informativo señero en su dimensión ética, formativa y contrahegemónica.
La partida de doña Laura Martínez será una pérdida sensible para el periodismo nacional y centroamericano. De ello no hay duda. Pero si, además, con su salida nos enfrentamos al cambio de línea editorial e informativa, entonces estaremos ante la evidencia de que el gran capital penetró una de las últimas trincheras del pensamiento crítico y del escaso derecho de respuesta ante un sistema global que no tolera las disidencias.
Perderíamos mucho de lo poco de democracia que nos queda. Porque si son limitados los espacios para la crítica, el análisis ponderado y el señalamiento de los errores y abusos del poder en todas sus expresiones en una época signada por la compraventa, la intolerancia y el ascenso de un estado planetario omnívoro y antihumano; sin el SEMANARIO muchos sectores sociales, grupos y ciudadanos que no tienen donde expresarse, quedaríamos, en mucho, desamparados.
Espero que ello no suceda en un país tan necesitado de espacios libres y soberanos en términos informativos y de opinión. Y que la nueva rectoría más bien fortalezca la autonomía de este medio, del sistema radiofónico y de la televisión universitaria. En otra ocasión habrá que volver sobre la subutilización de los mismos, especialmente del canal 15; así como de la potencialidad educativa e informativa que poseen. ¿O también estarán en la mira del “big brother”?
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