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Especialista en anticoncepción Horacio Croxatto: “La educación integral de los jóvenes debe incluir la sexualidad”

“La Iglesia Católica es una empresa como la Coca-Cola”, afirma el experto chileno Horacio Croxatto. (Foto: Brian Breness)

“La Iglesia Católica es una empresa como la Coca-Cola”, afirma el experto chileno Horacio Croxatto. (Foto: Brian Breness)
Para el médico chileno Horacio Croxatto, muchos mitos y falsedades que se han popularizado en torno a los temas de la educación sexual, el aborto y la anticoncepción de emergencia, son responsabilidad de la Iglesia Católica.
Así lo expresó a UNIVERSIDAD este especialista con amplia trayectoria en el campo de la anticoncepción, quien luego de estudiar en el exterior regresó a la Universidad Católica de Chile, donde estableció un laboratorio de investigación sobre la fisiología del aparato reproductor femenino.
Croxatto es cofundador del Instituto Chileno de Medicina Reproductiva y en la actualidad dirige el Centro de Investigación de Medicina Integrativa y Ciencia Innovadora de la Facultad de Medicina de la Universidad Andrés Bello.
Su venida a Costa Rica fue gestionada por la Colectiva por el Derecho a Decidir, la cual junto a otras instancias organizó su conferencia sobre la anticoncepción oral de emergencia, el pasado 27 de setiembre en el Auditorio del Núcleo para el Desarrollo Educativo en Salud (INIDES) de la Facultad de Medicina de la Universidad de Costa Rica.
Al hablar de anticoncepción de emergencia, normalmente se piensa como un método anticonceptivo sustituto del condón, o que es prácticamente un aborto. ¿En qué consiste este método?
-Es para usarlo solamente cuando ya ocurrió una relación sexual que no estaba protegida por un método anticonceptivo y no se desea el embarazo. Se utiliza en tres situaciones: cuando ocurrió la relación sexual sin protección, o bien, esa protección falló o la mujer fue violada.
Es absolutamente falso decir que es abortiva; esa aseveración no tiene ningún fundamento y la ciencia lo ha demostrado más allá de toda duda. Lo que este método hace es interferir con la ovulación -la salida del óvulo del ovario- que es esencial para que se encuentre con el espermatozoide y se dé la fecundación. Sólo previene el embarazo si la mujer toma el medicamento antes de la ovulación; si la toma después no le sirve de nada, se embaraza igual y por eso este método tiene una alta taza de fallo, un 40%.
 
¿Por qué se ha difundido la noción errónea de que es abortivo?
-El responsable de eso es la Iglesia Católica. En 1968 el Papa publicó la encíclica Humanae Vitae, en la cual condenó los métodos anticonceptivos a partir de la noción de que la relación sexual para ser moralmente legítima tiene que estar abierta a la procreación. Pero la gente no le ha hecho caso; en primer lugar, porque esa afirmación es una estupidez, no tiene ningún fundamento y el Papa no argumentó nada para sostener esa idea. ¿De dónde lo sacó? La Iglesia Católica es esencialmente sexofóbica, no quiere nada con el sexo, no quiere que se eduque en sexualidad, ni que se hable de sexo ni que la gente tenga sexo. Cuando se inventó esta píldora, desde la Iglesia pensaron que la gente tendría mucho más sexo, pues ya no le tendrían miedo al embarazo.
Ante esa circunstancia, la Iglesia se lanzó en contra de la anticoncepción de emergencia de una manera brillante, con cuatro palabras: “la píldora es abortiva”, con un impacto mediático impresionante, porque todo el mundo entendió el mensaje y lo repetía.
 
¿Qué tan frustrante es para usted como científico enfrentarse a este tipo de barreras, que inciden en la vida de mucha gente?
-Ni me va ni me viene. Yo no defiendo la píldora, defiendo la verdad. No tengo ninguna conexión con la industria farmacéutica. Los científicos buscamos la verdad, para eso nos formaron. Pero la mentira me molesta, porque es un atropello a los derechos y autonomía de las mujeres, es una forma de dictadura moral que es tan rechazable como cualquier otra dictadura.

¿Se puede decir que esa dictadura moral de la cual habla se ha ensañado con la mujer?
-Yo diría que se ha ensañado con la sexualidad más que con la mujer, porque vemos lo mismo hacia la homosexualidad, y pasa lo mismo con la educación de los jóvenes. Es cierto que la mujer paga el peor precio, porque es la que se embaraza.
 
¿Cómo se lucha contra el matrimonio entre el poder político y el poder religioso?
-La única estrategia viable es la educación integral de los jóvenes, que tiene que incluir la educación en la sexualidad y en derechos y obligaciones civiles. Hay que esperar que estos jóvenes crezcan y maduren y empiecen a tomar un rol en la vida política del país, porque la generación suya y la mía… Cuando se es niño, se adopta emocionalmente como verdad todo lo que le dicen los padres, porque no se tiene juicio crítico. Nos enseñan sobre la Caperucita Roja, la Virgen María, Jesucristo, y todo lo incorporamos como verdades absolutas. De grandes empezamos a ejercitar el juicio crítico y a contrastar la realidad que vemos; nos damos cuenta que hay discrepancias y tratamos de erradicar lo que tenemos dentro para formar una nueva visión de la vida, pero no podemos porque está enraizado emocionalmente.
La Iglesia Católica es una empresa como la Coca-Cola o cualquier otra, y el producto que vende se llama entradas al cielo y la estrategia de “marketing” consiste en meter miedo con el infierno.
 
¿Ha conocido personalmente oposición a sus investigaciones?
-Claro. Cuando regresé de mi beca en Estados Unidos establecí en la Universidad Católica un laboratorio de investigación y empecé a trabajar con implantes anticonceptivos. Luego vino el golpe de Augusto Pinochet y me dijeron que no podía seguir investigando, así que creamos una fundación sin fines de lucro.
Cuando se presentó un proyecto para aumentar la pena por realizar un aborto -poco después de la dictadura-, varias personas escribimos una carta pública explicando por qué ello era una irracionalidad y una grave injusticia social, y explicamos qué había que hacer para reducir los abortos: mejorar el acceso a los métodos anticonceptivos -obvio- y a la educación sexual. Tras la publicación, al rector de la Universidad le llegó una orden del Vaticano prohibiéndole que yo fuera profesor, por ser abortista.
 
¿Qué opinión le merece la realización del aborto en las primeras doce semanas, como se acaba de aprobar en Uruguay?
-Estoy de acuerdo, especialmente cuando hay buenas razones como la salud de la madre, o en cualquier momento de gestación cuando el feto no es viable.
 
Un argumento en contra de la despenalización es que generaría una gran cantidad de abortos.
-Si en vez de dedicarnos a complacer a Dios nos dedicamos al bienestar de la humanidad, entonces uno ante cada cosa que hace se pregunta a quién le hace daño. Hay que saber distinguir las conductas dañinas. ¿Y qué si dicen que todas las mujeres empezarían a abortar? ¿A quién le hacen daño?
 
El buen católico contestaría que a la criatura que no ha nacido.
-¿Qué criatura?, si ni sabe que existe. ¿Cómo se le puede hacer daño a alguien que no sabe que existe? Hay que revisar el concepto filosófico de “daño”; mientras el embrión no tenga un cerebro que funcione, no hay persona, porque no sabe que existe, no siente nada, no tiene conciencia, no tiene ningún atributo de persona.
 
Como científico ¿qué conclusión saca de que en el siglo XXI temas que debieran decidirse a partir de criterios científicos, médicos o de derechos de la persona, se deciden a partir de nociones religiosas sin fundamento?
-Ya dijimos que a la Iglesia Católica como institución le interesa mantener su poder y riqueza. Otro hecho que gravita fuertemente es que América Latina fue conquistada por España en conjunto con el Vaticano. A los españoles los expulsamos a balazos, a los curas no, porque nos mandaban al infierno, de manera que la Iglesia sigue teniendo poder político tremendo.
La educación religiosa debería comenzar después de los doce años, cuando uno empieza a tener algo de juicio crítico, en vez de que se la impongan cuando se es incapaz de filtrar intelectualmente lo que le cuentan y lo casan emocionalmente con un ideario que maneja nuestra conducta y nuestras decisiones.
Cuando salí del colegio estaba absolutamente convencido de que la vida era para complacer a Dios y me tomó varias décadas llegar al convencimiento que tengo hoy en día, de que la vida es para disfrutarla y que Dios no tiene ningún lugar en ella. Tengo sólo tres mandamientos: quererme a mí, quererte a ti y querer al medio ambiente en que vivimos. Todo lo demás deriva de esos principios.

  • Vinicio Chacón 
  • País
Spain
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