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Siempre escuché desde que era niño que la caballerosidad es una “virtud” que las mujeres apreciaban. Con el paso del tiempo me fui dando cuenta de que esa caballerosidad que tanto me inculcó una gran parte de mi familia (ni mi mamá ni mi papá lo hicieron, al menos no lo recuerdo) no es nada más que el reflejo de la sociedad en que nacieron y se desarrollaron (en las décadas del 60 y 70), porque hoy en día, eso a lo que se llama caballerosidad no es otra cosa que machismo, ¿es acaso que la mujer es más débil que el hombre y por eso tengo yo que abrirle la puerta de un auto o de una habitación?, ¿ por qué es que siempre tienen que ser “primero las damas”?, ¿que tienen las damas que tienen que pasar de primero?, ¿les falta algo?, ¿les sobra algo?
No, somos exactamente iguales, pero no existe ningún dicho que forme parte de la sabiduría popular que diga “primero los hombres”; la caballerosidad como tal es definida por la Real Academia Española en su vigésima segunda edición como “Propio de un caballero, por su gentileza, desprendimiento, cortesía, nobleza de ánimo u otras cualidades semejantes”; sin lugar a dudas este es un término que en los últimos años no habrá sufrido muchas modificaciones; es más, me atrevo a señalar que se ha mantenido como escrito en piedra; ahora bien, en sí, ¿qué es caballerosidad?
La caballerosidad no es más que una forma machista de demostrar tácitamente misoginia por parte de aquel hombre que cumplía o perseguía a cabalidad los requisitos para ser un hombre “completo”, o sea, de aquel hombre que no llora, que no sufre por una mujer y que se considera superior a todas ellas, o sea un verdadero “macho”.
Por otra, parte he de confesar que yo también pequé en cuanto a ser “caballeroso”: en muchas oportunidades cedí mi lugar en la fila del bus, o mi asiento en éste mismo, por el simple hecho de que la persona que se encontraba detrás de mí o de pie en este medio de transporte, era del género femenino; sin embargo, eso no sucede más, y no, no soy un antisocial machista como tal vez se pueda pensar; tengo que decir que aún cedo lugares en el bus, o acomodo una silla a una compañera en la universidad o ayudo a mi mamá con las compras del supermercado, pero no lo hago por caballerosidad, lo hago por cortesía, y si bien la diferencia entra ambas palabras es mínima, esa diferencia posee un trasfondo sumamente denigrante y sexista: la caballerosidad es referida como aquel “desprendimiento o nobleza”, como nos dice el diccionario, pero que lleva como objetivo específica y exclusivamente el sexo femenino; nunca se ha escuchado que a alguien se le diga caballero por el hecho de ayudar a otro hombre; no, a este se le dice simplemente cortés o servicial, pero no caballeroso; ese es el problema; la cortesía es universal, la cortesía no tiene sexo, la cortesía de hecho es una manifestación de desprendimiento o nobleza; PERO, no fustiga a ningún sexo y reconoce un acto por sí solo, no por el género de la persona a la que fue dirigido.
Así que yo le invito a usted para que la próxima vez que tenga que tomar la decisión de ceder un campo, o ayudar a alguien del género femenino, no lo haga por caballerosidad; le invito a que lo haga por cortesía, y sí compañeros, un pensamiento sí hace la diferencia.
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