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La guerra moderna siempre resulta en la masacre masiva de civiles inocentes. Además, cualquier lanzamiento de tropas involucra un enorme e improductivo gasto estatal. Tristemente, los gobiernos de Estados Unidos han estado en guerra en un país u otro casi todos los años durante los últimos sesenta años. Ese nocivo militarismo le ha costado y le sigue costando mucho al mundo en términos de vidas perdidas y de dinero que podría usarse para reducir la miseria y la pobreza. Las intromisiones militares estadounidenses a partir del siglo XX han sido casi incontables: Nicaragua, Honduras, Guatemala, Colombia, Panamá, República Dominicana, Haití, Irán, Corea, Vietnam, Somalia, Bosnia, Serbia-Kosovo y Afganistán, para nombrar solo algunos lugares. Más adelante veremos solo un caso reciente, la guerra en Irak.
Sin embargo, sin duda el militarismo también ha enlutado y empobrecido a otros países dirigidos por insensibles gobernantes. Por ejemplo, la Cuba comunista dominada por los hermanos Castro lleva más de cincuenta años de estado de alerta permanente. ¡La guerra, siempre la guerra! Qué situación más espantosa la de un pueblo acuartelado, bombardeado por la propaganda belicista. Durante catorce años, unas diez mil familias cubanas perdieron a sus hijos, alistados en un conflicto militar en Angola ajeno a ellos; mientras, el dictador Fidel Castro se dedicó a exhortar a los soldados, “mártires del pueblo”, que iban a morir en vano a 10.000 kilómetros de su isla natal.
Volviendo a Estados Unidos, como señalan Joseph E. Stiglitz, premio Nobel de Economía, y Linda J. Bilmes en su obra La guerra de los tres billones de dólares, por muy vil que fuera el régimen de Sadam Husein, el hecho es que la vida para el pueblo iraquí es hoy aun peor. Las carreteras y muchas escuelas, hospitales y viviendas del país han sido destruidas, y el acceso de su población a electricidad y agua es menor que antes de la guerra. Además, abunda la violencia sectaria, porque Irak se ha convertido en un imán para terroristas de todo tipo.
Básicamente, la decisión del gobierno estadounidense de George W. Bush de ir a la guerra, se tomó sobre dos premisas falsas: que había un vínculo entre Sadam Husein y los terribles ataques del 11 de septiembre de 2001, y que Irak tenía armas de destrucción masiva.
La calidad de vida en Irak, por la falta de suministro eléctrico, el alto nivel de desempleo, el éxodo masivo del país, el gran número de desplazados dentro del país, y la violencia rampante, sugiere que más allá de la retirada de Sadam Husein del poder, la guerra no ha traído nada bueno al pueblo iraquí.
Pero sí ha habido ganadores como resultado de esta guerra: por un lado, las industrias militares y petroleras estadounidenses; pero además se han beneficiado los países productores de petróleo y sus gobernantes, los jeques petroleros de Arabia Saudita, Hugo Chávez en Venezuela y Mahmoud Ahmadinejad en Irán. Lo irónico es que los dos últimos han hablado de utilizar su mayor riqueza para llevar adelante una agenda antiestadounidense. Resulta difícil pensar en algo que pudiera haber hecho el gobierno de Estados Unidos y que fuera tan dañino para sus propios intereses.
Además, las ventas de armas a quienes controlan las reservas de petróleo han aumentado, una causa más de que a los fabricantes de armas nunca les haya ido tan bien.
Por otro lado, el precio del petróleo pasó bastante rápido de $25 el barril al iniciarse la guerra, a más de $100. Su efecto fue enriquecer a Exxon-Mobil y a otras compañías petroleras, disparando sus utilidades y el precio de sus acciones en la bolsa. Mientras tanto, la economía mundial en su conjunto ha pagado un precio muy alto por el enorme aumento en el precio del petróleo. En resumen, ha habido ganadores y perdedores en la guerra de Irak, pero en neto, el mundo ha salido perdiendo –y en una suma considerable-.
Limitaciones de espacio me impiden elaborar cómo empresas privadas proveedoras de servicios militares, como Halliburton, han percibido enormes ingresos en la guerra de Irak. Pero sí quiero resaltar que cientos de miles de inocentes civiles iraquíes han muerto y siguen muriendo en esta guerra. Esto no debería sorprendernos: recordemos que el gobierno de Estados Unidos es el único en la historia que ha usado armas nucleares para matar a poblaciones civiles, en Japón, en dos ocasiones.
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