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Hoy, por ser nominados a los premios Grammy Latino, Son de Tikizia y Tamela Hedström aparecen en “primera” plana en los periódicos, y quizá su música y sus canciones sean más programadas en las radios nacionales, pero ayer no eran noticia en esta “provinciana” Costa Rica, donde al parecer solo brilla lo foráneo. Es más noticia el arco del barrio chino que mucha de la excelente producción artística de nuestro país.
Hace unos días, por recomendación de mi hija, me di una vueltita por el “Taller del Artista”, un café en Tres Ríos, donde me encontré con una exposición de pinturas del artista plástico Cali Rivera; una obra cálida por su espiritualidad y misticismo, que recoge sincréticamente el espíritu ancestral de nuestro pasado indígena y lo revitaliza con una invitación -tan solemne como crítica- a preservar nuestro patrimonio ecológico, y a construir una cultura de paz y hermandad. Una de sus obras, “Oración por el calentamiento global”, fue ganadora del 1er.lugar Iberoamericano 2010.
Las obras de estos artistas de nuestra tierra y muchos otros más, de no ser por las nominaciones y premios internacionales, prácticamente pasan desapercibidas. No calan en el alma nacional porque persisten las visiones de quienes se acostumbraron a mirar hacia afuera. De esta manera, fortalecemos la mezquindad que nos convierte en serruchapisos de nosotros mismos, de lo que somos y hacemos, como si lo valioso y extraordinario no puede emerger de nuestro suelo.
Es cierto que Internet está contribuyendo a una mayor democratización cultural, que permite ampliar la cobertura informativa y promocional de nuestros artistas, pero continuamos siendo una sociedad mediática al estilo de la televisión, la radio y el periódico. De ahí, la necesidad de que estos medios se pongan al servicio de la promoción y difusión de nuestra producción cultural. El apoyo de la empresa privada podría ser más generoso, considerando que sus éxitos se los deben también a nuestros artistas, quienes elevan la imagen de país a lo más alto, cuando nuestra clase política la postra en los últimos lugares. El dinero que invierten en campañas electorales millonarias tendría mejores dividendos si lo invirtieran en la promoción de nuestros artistas, que realmente tienen que “pellejearla” para salir adelante.
Nos asombramos de lo alto que podemos llegar, precisamente, porque no alcanzamos a creer en el potencial de las hijas e hijos de esta patria. Ha llegado la hora de creer en nosotros mismos y de volver a soñar para dar el gran salto hacia la construcción de la nueva Costa Rica del Siglo XXI: un país con alma de terruño, que sepa apreciar y valorar a sus creadores de arte y cultura. Es posible que desde ahí podamos contribuir a superar la “modorra” y la apatía ciudadana que ha venido propiciando una clase política añeja y sin proyecto de país.
“Quien, dentro de sí mismo, un Paraíso no fuere capaz de encontrar, no será capaz también de, un día, en él entrar…” (Ángelo Silésio, místico medieval, citado por Alves: 2002).
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