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Joseph Stiglitz: Espero que Obama adopte las ideas de mi libro

Ya se distribuye en el mundo hispano, aunque aún no ha llegado a Costa Rica, “El precio de la desigualdad”, el más reciente libro del Premio Nobel de Economía 2001

Ya se distribuye en el mundo hispano, aunque aún no ha llegado a Costa Rica, “El precio de la desigualdad”, el más reciente libro del Premio Nobel de Economía 2001
Con la claridad y la contundencia que lo caracterizan, Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía 2001, analiza en su nuevo libro las profundas desigualdades que corroen la vida de los estadounidenses, que ha dejado relegado al mito el sueño americano.
Defensor del movimiento “Occupy” y uno de los Premios Nobel más comprometidos tras recibir dicho galardón, este economista sostiene que en caso de un segundo mandato del Presidente Barack Obama, espera que este adopte una serie de medidas presentadas en “El precio de la desiguldad”.
¿Qué opinión tiene del balance económico del presidente Barack Obama?
-En 2008, estábamos en caída libre. Con la política de Obama, se frenó la Gran Depresión y el sistema bancario no estalló. Por lo tanto, estamos en una situación mejor que hace cuatro años… y que si el presidente George W. Bush hubiera sido reelecto. El plan de reactivación de Barack Obama fue mucho más fuerte que el de Bush. No obstante, fue un plan de una duración y una magnitud insuficientes, y no del todo bien dirigido.
Los responsables económicos que rodean al presidente, como Tim Geithner (secretario de Estado del Tesoro) o Larry Summers, que en ese momento era el jefe de los asesores económicos de la Casa Blanca, subestimaron la amplitud de la regresión económica. La hipótesis de ellos era que la tasa de desocupación alcanzaría 10% sin reactivación y que ésta la haría bajar a 7,5%. Sin embargo, la tasa de desocupación oficial llegó al 10%. Los críticos dedujeron que el estímulo no había dado resultado. En realidad, sin la reactivación de Obama habríamos tenido un 12,5% o un 13%. Además, las estadísticas oficiales no tienen en cuenta las reducciones de horarios que hubo, ni la inscripción de una parte creciente de desocupados en regímenes de invalidez. La verdadera tasa de desocupación probablemente tocó el 18% y se sitúa sin duda en torno del 15% al 16% hoy. La participación en el mercado de trabajo se encuentra en el punto más bajo de los últimos 30 años.
¿El presidente estadounidense se ocupó lo suficiente del problema de la vivienda, que originó la crisis?
-Se tomaron muy pocas medidas a favor de los propietarios: 20% a 25% siguen estando “bajo el agua”, es decir que el valor de su vivienda es inferior al del crédito hipotecario. Los precios bajaron un 30%. Alrededor de 7 millones de personas ya perdieron su casa, y otros 3 o 4 millones la perderán. Frente a este desastre económico y social, los programas de ayuda recién comienzan a ser eficaces. Tendría que haberse presentado rápidamente un programa de reestructuración de las deudas y haber modificado la ley sobre quiebras personales. Eso fue un gran error. También le reprochan no haber reestructurado el sector financiero… El contribuyente salvó a los bancos. A cambio, a estos se les tendría que haber exigido ser responsables económica y socialmente: prestar a las pequeñas empresas, frenar la especulación, las prácticas crediticias predadoras, los juicios contra los propietarios inmobiliarios, los abusos con las comisiones de las tarjetas de crédito… Eso no se hizo. En fin, los bancos tendrían que haber sido re-regulados.
La presión ejercida por los bancos fue eficaz…
-Sí, pero no sólo eso. Obama no fue lo suficientemente ofensivo pues quería ante todo estabilizar el sistema. Además, tiene un temperamento fundamentalmente conservador. Sus asesores tampoco lo empujaron porque también ellos han salido de esa comunidad bancaria y comparten su ideología. Por ejemplo, la comisión del Senado que supervisa los instrumentos derivados, quería que los bancos garantizados por el Estado nacional no pudieran participar en operaciones con derivados, dado que pondrían en juego el dinero de los contribuyentes. Dos gobernadores regionales de la Fed aprobaron esa propuesta, pero el presidente de la Fed, Ben Bernanke y Geithner la pasaron por alto. Los bancos de Nueva York ganan mucho dinero con los instrumentos derivados… Asimismo, Geithner escribió una carta al Banco de Inglaterra en 2008 planteando sus dudas sobre el cálculo de la tasa Libor. Pero no pasó nada. Un mercado de 35.000 millones de dólares de instrumentos derivados basados en ese índice, fue manipulado y él sigue sin hacer nada…
¿El presidente Obama se concentró demasiado en la reforma de la salud?
-La reforma de la salud es desde hace tiempo la ambición de los gobiernos demócratas: ¡desde Johnson! Los estadounidenses recién ahora comienzan a darse cuenta de lo importante que es ese objetivo. Por otra parte, Mitt Romney, el candidato republicano a la presidencia, que la había rechazado, empieza a cambiar de opinión: dijo que conservaría algunos aspectos si es electo. Obama habría podido explicar mejor a los estadounidenses los beneficios de esa reforma. Se empezó a hacer durante la convención demócrata.
Parece decepcionado por el mandato de Obama…
-Obama va en la dirección correcta, pero no lo suficientemente rápido. En los dos primeros años, habría podido hacer más, con una mayoría en el Congreso. E incluso después, habría podido gravitar más apoyándose en la afirmación de sus valores. Pero hay que ver la alternativa… (se ríe).
Mi esperanza y mi objetivo son que Obama adopte las ideas de mi libro… y ya adoptó algunas. La convención demócrata, por ejemplo, debatió el sistema de los créditos a estudiantes. Es necesario ver hasta qué punto es malo: las tasas de interés altas, la imposibilidad de ser eximido aun en caso de quiebra personal. Esta disposición fue adoptada por los republicanos. Se debe cambiar la legislación para que los bancos dejen de explotar a los estudiantes, sobre todo porque estudiar es cada vez más caro. Hay otra idea que fue tomada: gravar las ganancias tanto sobre el capital como sobre el trabajo. Actualmente, es la mitad. Eso alienta la especulación. Se pueden tomar medidas específicas para quienes crean su empresa, pero no hay que alentar a los que especulan en el sector inmobiliario.
 
Su libro explica que la riqueza “se derrama” de los pobres y la clase media al 1% de los más ricos. ¿Cómo ve usted la forma en que retoma esta idea la opinión pública estadounidense en el eslogan “Somos el 99%”?
Me siento orgulloso de cristalizar la discusión porque algunas partes de nuestro sistema no funcionan. No todos han tomado conciencia de eso: nuestro país ha caído en el último rango de los países desarrollados cuando se analiza el alcance de las desigualdades y la movilidad social es débil comparativamente con respecto a muchos países europeos. Ahora bien, es justamente lo opuesto a la imagen que tenemos de nosotros mismos y de lo que los demás piensan de nosotros. Toda la riqueza desde hace veinte años ha sido captada por la parte más alta. Y desde que estalló la crisis, los estadounidenses medios y pobres son los que la sufren, no la parte más alta.
Hasta el movimiento de Occupy Wall Street, ese fenómeno no fue denunciado, en tanto se desarrollan debates sobre el nuevo rostro del capitalismo, sobre todo en Europa. Las cosas empiezan a cambiar, pero la forma en que está dividida nuestra sociedad es un peligro para el futuro. Con tantas desigualdades, es muy difícil obtener consenso respecto de la política a seguir.

*Adaptado de la Revista Ñ

  • P. Escande, A. Reverchon Y A. De Tricornot
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