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Trocha 1856: la gran victoria filibustera

«Una nación de ovejas engendra un gobierno de lobos» (Edward Murray).

«Una nación de ovejas engendra un gobierno de lobos» (Edward Murray).

Qué iba a saber el ilustre héroe nacional Juan Rafael Mora Porras que 156 años después de su gesta heroica un grupo de filibusteros nacionales y facinerosos, criados y mantenidos en Costa Rica, iban a ser peores que aquel invasor norteamericano que buscaba alzarse con las riquezas de nuestros pueblos. A diferencia de nuestro héroe nacional que le cerró el paso y echó de suelo patrio a los filibusteros, hoy en día, quienes nos gobiernan, no solo les abrieron las puertas y les pusieron en “bandeja” todas las oportunidades para que saquearan las arcas del pueblo, sino que ellos mismos son los peores filibusteros y  saqueadores de la riqueza nacional.
Siguiendo las informaciones que han salido en la prensa, la crítica de algunos conocedores, las declaraciones de los involucrados ante la Comisión de Financiamiento y Gasto público de la Asamblea Legislativa, a nuestras propias conclusiones y ante la total ausencia de responsables, no nos queda la menor duda de que dicha “trocha” es un escándalo de corrupción planificado desde las más altas esferas políticas y gubernamentales. Lleva el mismo sello de los casos “CCSS-Fischel” e “ICE-Alcatel”. Sello que ya es representativo de una casta política, empresarial y financiera de la más baja calaña. Sin ningún escrúpulo ético, moral y humano y que desnuda el gran desprecio que esta casta delincuencial siente por todos y todas las costarricenses.
Se ha hecho normal, en estos casos de corrupción, que todo el mundo «se pase la pelota». Nunca se sabe de dónde salieron las órdenes, quién las emitió. Es decir, cero responsables. La corrupción de las altas esferas está tan enquistada en las instituciones políticas que nos hace pensar que estamos en manos de mafias políticas organizadas, bandas delincuenciales de «cuello blanco», organizaciones delictivas que buscan la forma de llegar a ocupar puestos públicos con el único fin de saquear los dineros del pueblo. No es casualidad que los miembros de estas pandillas se peleen cada cuatro años por llegar a gobernar nuestro país. Desde ya estamos viendo cómo se mueven los hilos de la política. Se autoproclaman mártires de la democracia, de la libertad, de los valores, de las necesidades de todas y todos los costarricenses. Se reparte gallo pinto, se comen tamales, se lagrimea delante de las cámaras de la prensa, se dicen defensores de los derechos y luchadores de las necesidades del pueblo. Pero de mártires no tienen nada. Son verdugos de la ingenuidad y la inocencia de un pueblo que es utilizado y llevado como «ganado al matadero». No es casualidad que se gasten miles y miles de millones de colones en las campañas electorales cada cuatro años. Para este tipo de mafiosos eso no es un gasto, es una inversión. Y no importa quién llegue a la presidencia de la república. Los políticos tradicionales se reparten entre ellos los dineros del Estado. Los compadrazgos, el tráfico de influencias, las concesiones, los contratos, las empresas fantasmas, las sociedades ficticias. Claro, después a todo le encuentran una salida. Al Ministerio Público se le hace difícil encontrar una prueba, los y las jueces les dan penas irrisorias, los tribunales de ética dicen que fueron víctima de los medios de comunicación. Y en otros casos, como lo es la actual «Trocha 1856», se inventan para robar, declarar el proyecto como «secreto de Estado”.
Desde luego, dentro de este tipo de maleantes encontramos de todo: empresarios, financistas, profesionales liberales, extranjeros, banqueros, intelectuales, académicos, líderes de ciertas iglesias, terratenientes. Pero todo eso lo podemos resumir en dos palabras: «políticos tradicionales».  El robo descarado de ¢21.000 millones de la «Trocha 1856» no es un caso aislado ni fortuito. Es la constante, es una forma de «asaltar sin armas» a los costarricenses. Es el instrumento utilizado por quienes nos gobiernan, por las mafias políticas, para desvalijar miles y miles de millones y seguir en la impunidad. Al fin y al cabo, la mejor manera de quedar impunes es «calentar» desde ya a las y los «ticoooos… ticoooos….» con las elecciones y el mundial del 2014.

  • Asdrúbal Marín Murillo (Escuela de Estudios Generales)
  • Opinión
Democracy
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