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Me había dormido a las dos de la madrugada, pues estoy leyendo las Memorias de un connotado dirigente del Partido Comunista de Chile, el compañero Volodia Teitelboim, y por supuesto, estaba profundamente dormido. A las cinco y treinta de la mañana sonó el teléfono de mi casa y desde que escuché ese timbre, supuse que algo terrible me comunicarían. Efectivamente, una colega universitaria y amiga muy especial, me dice: “Gerardo, te llamo para comunicarte, por si no lo sabes, que falleció José Merino”; le agradecí el noble gesto de llamarme, pero son de esos momentos en la vida, en que uno se queda atónito, sin palabras, con una y mil imágenes que le rondan por el cerebro y uno se resiste a creer lo que le han comunicado.
Sentí la sensación de llorar pero no pude, era inconcebible para mí asimilar la magnitud de tal noticia. Sé que muchísimos y muchísimas costarricenses, han sentido algo similar. Pero, es que para mí, no falleció cualquier ser humano, no, falleció un hermano de lucha, con quien estuve compartiendo desde una mañana del mes de abril de 1973 hasta hace unos veinte días que fui a su residencia a dejarle un documento que escribí, basado en uno que él había publicado en la prensa nacional sobre el tema de las coaliciones electorales; ese día no hablé con él, su hija menor me recibió dicho documento con la jovialidad y simpatía de siempre.
Con él dialogué unos minutos hace un par de meses, cuando personalmente le entregué los primeros dos tomos de las Memorias del Comandante en Jefe de la Revolución Cubana, compañero Fidel Castro; se los traje como un regalo que consideré muy especial, para una persona especial como lo era él, recuerdo que me dijo: “Coño, Gerardo, pero para que te fuiste a molestar, pero déjame decirte que te lo agradezco inmensamente; mira, dentro de poco comienzo a leerlos, esto es extraordinario. Permítame darle un abrazo, compañero Gerardo”.
Nos abrazamos en el portón de su casa y quedamos de hablar luego; en estos instantes de profundo dolor, siento las vibraciones de ese abrazo cordial, sensible, profundamente humano, como también mi mano derecha siente en este momento las mismas vibraciones de hace treinta y nueve años, cuando en el local central de la Juventud Vanguardista Costarricense, lo vi por primera vez.
Fueron treinta y nueve años de estar trabajando, cada uno con sus responsabilidades en la lucha por la justicia social, por la defensa y la ampliación de nuestro régimen democrático costarricense, en perspectiva de abrir el camino que nos condujera a una sociedad socialista.
Debo decir que Merino fue siempre el compañero humilde, sensible, enérgico, profundamente estudioso; creo no equivocarme, si afirmo que fue uno de los dirigentes más inteligentes que en su momento tuvo el Partido Vanguardia Popular; lo recuerdo en una y mil tareas, cuando estuvo al frente del Semanario Libertad, en la Revista Teórica TRABAJO, cumpliendo responsabilidades en la Comisión de Asuntos Ideológicos, en la Comisión de Asuntos Internacionales.
Me sentí muy honrado, cuando en el año 1987 en el Congreso Carmen Lyra, del Partido del Pueblo Costarricense, las bases me eligieron miembro propietario del Comité Central y ahí todavía aprendí más de él. Algunas veces discutí de modo enérgico algunas tesis que no compartía con él. Pero hoy debo señalar, con mi honradez de revolucionario, que me inclino con el más profundo respeto hacia su persona, por todo lo que hizo en nuestra Patria, y fundamentalmente como diputado revolucionario, como constructor de un proyecto de alternativa popular, como lo es el FRENTE AMPLIO.
Merino fue el continuador de esa gran tarea que en nuestra Patria desempeñaron dos compatriotas suyos, los compañeros Adolfo Braña y Rafael Lluvere, en los marcos de la revolución costarricense.
¡GLORIA ETERNA AL COMPAÑERO JOSÉ MERINO DEL RÍO, E INCLINAMOS NUESTRAS BANDERAS Y NUESTRAS CONCIENCIAS DEMOCRÁTICAS, PATRIÓTICAS Y REVOLUCIONARIAS, JURANDO SOLEMNEMENTE QUE CONTINUAREMOS CON TUS LUCHAS!
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