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¿Por qué está la democracia cristiana en vías de extinción en América Latina?

Hubo un tiempo en que la mayoría de los miembros de la Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA) habían gobernado, al menos una vez, varios países del continente o eran la principal fuerza de oposición. En algunos casos se alternaban el poder con sus homólogos socialdemócratas en rígidos bipartidismos como los casos del PUSC-PLN en Costa Rica, COPEI-AD en Venezuela, Conservador-Liberal en Colombia y PJ-UCR en Argentina. En México fue el demócrata-cristiano PAN el que venció 70 años de la “dictablanda” priista y en Chile el primer presidente después de la brutal dictadura pinochetista provenía de la democracia cristiana.

Hubo un tiempo en que la mayoría de los miembros de la Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA) habían gobernado, al menos una vez, varios países del continente o eran la principal fuerza de oposición. En algunos casos se alternaban el poder con sus homólogos socialdemócratas en rígidos bipartidismos como los casos del PUSC-PLN en Costa Rica, COPEI-AD en Venezuela, Conservador-Liberal en Colombia y PJ-UCR en Argentina. En México fue el demócrata-cristiano PAN el que venció 70 años de la “dictablanda” priista y en Chile el primer presidente después de la brutal dictadura pinochetista provenía de la democracia cristiana.
En otros países, sin embargo, la democracia cristiana siempre fue débil. Fue el caso de Centroamérica donde, salvo por Costa Rica, los partidos socialcristianos tenían un impacto marginal en la política y la derecha prefería otras opciones para impulsar su agenda.
Hoy en día los partidos democristianos de toda América se encuentran en una profunda crisis. Para contar los miembros de la ODCA que están en el poder o siquiera en la primera fuerza de oposición, basta una mano y sobran dedos. En Costa Rica, Venezuela y Colombia, los otrora poderosos socialcristianos, copeístas y conservadores que alguna vez oscilaron el poder hoy están relegados a ser partidos muy pequeños, cuya mayor aspiración es formar parte de coaliciones de oposición (u oficialistas en el caso colombiano) con partidos más grandes y nuevos, incluso junto con sus exrivales socialdemócratas, pero sin albergar esperanza de volver a ser gobierno en el futuro previsible. Mientras, en México los votantes castigaron al PAN, rebajándolo al tercer lugar de las preferencias electorales.
Pero el hundimiento de los partidos democristianos de Costa Rica, Venezuela, Colombia y México no es coincidencia, sino el castigo ejercido por el electorado tras décadas de gobiernos corruptos y neoliberales que flagelaron a sus pueblos, incrementaron la miseria y acumularon la riqueza en pocas manos.
El caso de Chile es paradójico. Si bien no puede culparse al PDC solo, pues siempre ha gobernado como parte de la Concertación junto a los socialdemócratas, ciertamente que el castigo electoral sufrido por esta coalición tampoco es coincidencia y responde a una creciente disconformidad hacia la centro-izquierda chilena que muchos tachan de ser realmente una derecha disfrazada.
Actualmente sólo dos partidos miembros de la ODCA gobiernan en América Latina; el Partido Justicialista de Argentina y el Partido Demócrata Cristiano de Uruguay, que forma parte de la coalición oficialista del Frente Amplio, y en ambos casos son vistos más como partidos izquierdistas muy lejanos de la postura política tradicional de los demás miembros de la ODCA y más parecidos a los miembros del Foro de Sao Paolo.
El castigo de los electores latinoamericanos a los partidos democristianos es la consecuencia directa de su respaldo por décadas a políticas neoliberales y a su apoyo crucial al Consenso de Washington. Aquella democracia cristiana socialcristiana y humanista que buscaba un centro democrático moderado, una alternativa entre capitalismo y comunismo, quedó sólo en la teoría, y en la práctica estos partidos fomentaron las peores formas de capitalismo salvaje. Sazonándolo además con una elefantiásica corrupción común a casi todos los partidos latinoamericanos, pero endémica en aquellos con mucho poder.
Sin embargo, la opción no siempre ha sido la mejor. En México fue el nefasto PRI, en Colombia el uribismo, en Chile a la Concertación le siguió la derecha pinochetista, y en Costa Rica se afincó en el poder el Partido Liberación Nacional. En algunos casos el “remedio” sale peor que la enfermedad.

  • Daniel González Chaves (Escritor)
  • Opinión
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