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Nadie hubo que no se sorprendiera con la noticia de la muerte de José Merino. No eran de conocimiento general los malestares, dolores y quebrantos de salud a causa del cáncer. Quienes fuimos un poco cercanos a él, quizá tuvimos la oportunidad de enterarnos y de preguntar de vez en cuando por su salud a algún familiar o amigo cercano. Como a muchos, nos duele la partida de José, pero en el caso mío el luto es distinto, ya que en los últimos meses me encontraba distanciado de José por lo que considero diferencias en cuanto a la concepción sobre la conducción del Partido.
Él como presidente y fundador del partido, figura pública, catedrático, exdiputado, ostentaba un peso político y moral importante; tanto, que ha sido ejemplo para muchos y hoy que ha partido, eso es reconocido ampliamente por parte de amigos y detractores.
En estos momentos José me sigue dando lecciones, pues aunque no lo tuve de profesor en la universidad, sí fue maestro en la militancia partidaria y en las causas justas y nobles, siempre a favor de los menos favorecidos. Hoy que él no está, aprendo de las diferencias que tuve con él en cuanto a cómo se vive la vida partidaria y en lo relativo a las relaciones entre organismos, militantes, cuadros dirigentes y colectivos de opinión dentro del partido.
Las diferencias que tuve con él, no tuve oportunidad de dárselas a conocer personalmente; eso lo lamento, pues estoy seguro que de esa conversación, ambos habríamos aprendido. Por un lado, sobre como lo vemos algunos jóvenes, quienes posiblemente tengamos a pocos líderes como referentes políticos, y conocer de él, de manera más íntima, lo que implica la conducción de un partido como el Frente Amplio, con actores internos tan diversos como los que hay, todos teniendo –posiblemente– expectativas diferentes de su liderazgo como presidente. José se sabía humano y creo que como parte de su perfil político y moral, estaba consciente de sus debilidades como líder. Me es muy difícil creer lo contrario, habiendo sido él un intelectual y un estudioso como lo era, y especialmente por la vehemencia con la que siempre llamaba a la autocrítica, como parte del proceso pedagógico y educativo que implica la militancia partidaria, pues él consideraba que el partido, debía ser una escuela, un espacio de formación no solo política, sino humana; donde se pudiera crecer como persona. En algún momento lo resumió así: “milite y sea feliz”. Esa frase encierra lecciones, al tiempo que muestra lo que para él era la militancia partidaria.
Merino era partidario de ir trabajando en la construcción del partido y su proyecto político a partir de la discusión de los puntos de encuentro o de las coincidencias que pudiéramos tener a lo interno del partido y en relación con los movimientos sociales, dejando para más adelante el abordaje de las temáticas de desencuentro, pensando en aras a mantener la unidad y la construcción constante. Por otro lado, una de las expectativas mías hacia él como presidente, fue el esperar que fuera más diligente en la resolución de conflictos internos, que aunque “pequeños”, no permiten el crecimiento y desarrollo al que está llamado el partido.
Quizá son las ansias y el apresuramiento de mi juventud las que abonaban en mi percepción de que en ocasiones José “decidía no decidir” o “acordaba no acordar” sobre situaciones partidarias, para mí importantes. Quizá mis expectativas sobre él como presidente y fundador, eran de un estilo paternalista, donde esperaba que resolviera todo con prontitud, eficacia; donde su preclaridad se manifestara en las acciones, rumbos y decisiones del partido, especialmente en el Comité Político y el Ejecutivo; pero eso no fue así siempre. El reloj político del compañero José marchaba a otro compás, con la cadencia que va dando la experiencia, el pensamiento pausado y sesudo de quien ve y piensa a largo plazo y no sucumbe ante las dificultades de la inmediatez, del día a día.
Quien ocupe a partir del 2013 la presidencia del partido, indudablemente será comparado con el camarada Merino, con sus cualidades y sus dones; no le espera una tarea fácil a quien el colectivo frenteamplista ponga al frente de la organización ya que los problemas que enfrenta el país son cada vez más graves y complejos. Tendremos que hacer acopio de las enseñanzas y la experiencia que dejó José tras su partida. Seguir luchando, es el mejor homenaje que se le puede hacer.
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