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El hambre del saber y el acercamiento a un Dios que pueda mejorar nuestra forma de vida, son dos elementos que se han perdido en el seno de la sociedad actual, elementos que muy pocas personas han sabido cosechar de manera integral, para crear una obra en la que las verdades se traten de evocar en el alma del lector; personas dentro de las cuales encontramos a Gustave Thibon.
Tal vez es en cierta parte un paradigma que en la actualidad se considere a este hombre como uno de los más sabios y grandes pensadores de su momento, debido a que solo llegó a obtener sus estudios primarios por ayudar a labrar la tierra con su padre; tal vez este fue el punto de inflexión que lo impulsó a crear una obra tan grande, tal vez estaba determinado a ser un claro ejemplo de superación para las futuras generaciones (Rocca, 2009).
Roger (1962) menciona: “Para comprender a Thibon es necesario leer el prólogo que Gabriel Marcel ha escrito en su prefacio a Diagnostics (1942): « ¿Qué es Gustave Thibon? ¿Un religioso? ¿O más bien un universitario? ¿Un filósofo profesional? ¿Un economista? ¿Un médico? Nada de eso: es un labrador en el sentido más preciso de ese término; un labrador que, gracias a Dios, sigue siendo labrador; que, en consecuencia, nuca ha perdido el contacto con «esas vastas reservas de frescura y profundidad que crean en el alma la comunión estrecha con la naturaleza…»” (p.182).
Este pequeño fragmento del prefacio escrito por Marcel engloba el significado de la obra de Thibon, una obra en la que se consuma el conocimiento de un autodidacta, conocimiento y pensamiento que son necesarios en nuestra época, una época que está en decadencia, donde se sustituye la belleza del arte por modas nuevas que no son edificantes para nuestro intelecto, donde creamos una ruptura con nuestro Dios que se proyecta en una dislocación del ser y del alma (Roger, 1962, p.186).
Gustave Thibon es un ejemplo que se debe rescatar en nuestra época, donde las ganas de conocer y saber superaron lo establecido por los sistemas, donde se demuestra que la conexión con Dios nos brinda un poder para comprender la vitalidad del pensamiento, es un ejemplo que no debemos dejar que caiga en el silencio del olvido.
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