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Huracán Sandy agravará crisis de economía norteamericana

Cuando las asombrosas imágenes de devastación provocada por el huracán Sandy aún recordaban la magnitud de la tragedia, comenzaron las especulaciones y los recuentos sobre las consecuencias de este evento, tanto en la política como en la economía de  Estados Unidos.

Cuando las asombrosas imágenes de devastación provocada por el huracán Sandy aún recordaban la magnitud de la tragedia, comenzaron las especulaciones y los recuentos sobre las consecuencias de este evento, tanto en la política como en la economía de  Estados Unidos.
Las primeras estimaciones, que calculaban las pérdidas entre $5000 y $10 000 millones, escalaron rápidamente hasta $50 000 millones, sin que se sepa exactamente a cuánto puede llegar al hacerse un balance definitivo.
“El costo financiero de la tormenta promete ser exorbitante”, dijeron analistas, citando a la compañía de cálculos de desastres Eqecat, que estimó que Sandy dejó pérdidas aseguradas entre $20 000 y $50 000 millones, el doble de una proyección anterior.
Si fuera cierto, Sandy se colocaría a la par de Katrina, el huracán que destruyó Nueva Orleans en el 2005 y dejó más de 1800 muertos, cuyos “daños asegurado” fueron evaluados en ese entonces entre $40 000 y $60 000 millones, lo cual hizo de este huracán la catástrofe natural más costosa de la historia de Estados Unidos.
Más atrás, acontecimientos como los ataques del 11 de septiembre del 2001 contra las torres gemelas de Nueva York, y del huracán Andrew, en 1992, se suman a esta serie de enormes daños provocados por conflictos políticos y desastres naturales.
Las catástrofes y las guerras, como las de Irak y Afganistán, han multiplicado la deuda y el déficit fiscal de Estados Unidos a cifras que algunos estiman inmanejables, como se verá más adelante.
EN LAS ELECCIONES
A solo una semana del 6 de noviembre, fecha de cierre de unos comicios que habían empezado hacía varios días, el huracán irrumpió en medio de una dura campaña electoral, en la que el presidente Barack Obama y su rival, el exgobernador Mitt Romney, parecían disputarse, voto a voto, la elección.
La respuesta de Obama a la crisis pareció darle una ventaja definitiva en los dos o tres días siguientes a la catástrofe, cuando incluso algunos rivales republicanos o independientes, como el alcalde de la ciudad de Nueva York, Michael Bloomberg, reconocieron la prontitud y la eficacia con que el presidente atendió la emergencia.
Pero la prolongación de los efectos del huracán sobre algunas zonas muy expuestas a la cobertura de los medios, abrió nuevas interrogantes sobre sus consecuencias en las elecciones.
Desde Staten Island, en el corazón de Nueva York, hasta las playas de New Jersey, las imágenes mostraban la destrucción causada por Sandy, sobre todo la creciente ira de los afectados que, en medio del escenario desolador, protestaban por el retraso en la entrega de ayuda.
«Se olvidaron de nosotros», decía a los medios Theresa Connor, de 42 años, mostrando su vecindario de Staten Island «aniquilado». «Y Bloomberg dijo que Nueva York está bien. ¡La maratón está en marcha!», agregó, refiriéndose a la decisión del alcalde de realizar la famosa maratón de la ciudad en la fecha prevista, el domingo 3 de noviembre.
En lo económico, los efectos del huracán son enormemente variados y difíciles de evaluar. Los medios citaban algunos, de muy diversas características, que dan una dimensión de la complejidad de la tarea de recuperación. «Para los comercios, si pasan una semana cerrados o sin electricidad, no es necesariamente un costo por daño a la infraestructura o por inundaciones, pero es un costo para la empresa», se señaló.
“Andrés Calderón, director asociado del Instituto Stephenson de Administración de Desastres de la Universidad Estatal de Luisiana, destacó que muchos comercios pequeños, que sufren este tipo de daños y que carecen de un plan de contingencia, suelen no poder reabrir”.
El apagón comercial de la costa este, provocado por el huracán, “podría resultar en pérdidas para el Producto Interno Bruto (PIB) que superen los daños por infraestructura”, en opinión de Gregory Daco y Nigel Gault, de IHS Global Insight.
Algunas empresas hacían también sus cálculos. La operadora estadounidense de telefonía Verizon reconoció, en un comunicado remitido a la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos, que Sandy puede tener un impacto «significativo» en sus resultados del cuarto trimestre.
Delta Air Lines, por su parte, redujo su beneficio en octubre en $20 millones y los ingresos en $45 millones, tras las cancelaciones provocadas por el huracán Sandy, informan medios locales.
En ese debate sobre los efectos económicos de Sandy, el área de investigación económica de Moody’s estimó que, a nivel nacional, será «perceptible, pero temporal». Visto en un contexto global, quizás las percepciones adquieran una dimensión más grave.
Sandy ocurre en medio de un creciente debate sobre la deuda pública y el déficit fiscal, cuyos niveles insostenibles son señalados por diversos economistas.
Joseph Stiglitz, el premio Nobel de Economía, ha publicado diversos estudios sobre la deuda del Gobierno norteamericano y los efectos de las guerras de Irak y Afganistán sobre la economía de su país.
Stiglitz recordaba que los costos trimestrales de la guerra ascendían aproximadamente a $50 000 millones (o sea, un huracán Sandy cada semestre), cifra con la que el Gobierno de George W. Bush pretendía sufragar toda su guerra en Irak.
“Para cuando concluya su participación en las guerras de Iraq, Afganistán y Paquistán, Estados Unidos se habrá gastado un mínimo de $3.7 billones (12 ceros) sin contar los intereses, que pueden llegar a la tercera parte de esa cifra”, escribió Elise Foley en el Huffington Post.
En este marco, la deuda nacional de Estados Unidos, que ascendía a $5.7 billones cuando Bush llegó a la presidencia, aumentaría en $2 billones más por la guerra, dice Stiglitz.
No hay que olvidar que casi todo el dinero con que se ha combatido en Iraq y Afganistán ha sido prestado. Parte del costo astronómico de esas guerras son los intereses, por los que Estados Unidos ya ha pagado $185 000 millones.
“En cierto sentido, dijo la antropóloga Catherine Lutz, de Brown University, ‘las guerras nunca terminan. Duran décadas y dentro de 40 años seguiremos pagando estas guerras”.
“Si situamos esa cantidad en su marco, recordó Stiglitz, con una sexta parte de lo que se ha gastado en la guerra, Estados Unidos podrían dotarse de una base económica sólida para su sistema de seguridad social durante más de medio siglo, sin reducir las prestaciones ni aumentar las contribuciones”, afirmó.
EL MAYOR PELIGRO
Cifras tan astronómicas han llevado a algunos economistas a reflexiones dramáticas. Uno de ellos es Porter Stansberry, fundador de la empresa Stansberry & Associates Investment Research. Aunque se trata de comentarios polémicos, las cifras en las que Stansberry basa su análisis tienen fundamentos sólidos.
En resumidas cuentas, afirma este economista, Estados Unidos enfrenta el riesgo de un colapso de su sistema monetario.
Durante años, agregó, “el Gobierno ha estado pidiendo mucho dinero prestado (muchas veces a corto plazo) y muy pronto no estaremos en condiciones siquiera de pagar los intereses”.
El costo de su refinanciación externa no paró de crecer, a partir de un déficit comercial que saltó del 1.7 % del PIB entre 1982 y 1997, al 5-6 % entre 2003 y 2010.
El problema es que, aun antes de esta crisis, afirmó, en el 2010, “nuestro gobierno estaba profundamente endeudado”.
En una página donde se puede observar diariamente el aumento de la deuda pública del gobierno federal de Estados Unidos (http://www.usgovernmentdebt.us/national_debt) se podía leer, el viernes 2 de noviembre, que esa deuda llegaba a $16.275.917.083.000. Una cifra imposible de imaginar, más de $16 billones, una deuda que en 1971 era de $398 000 millones.
Al final del año fiscal del 2013, agregaba, “el total de la deuda gubernamental en Estados Unidos, incluyendo la federal, la de los estados y las locales, llegará a los $20 539 billones”.
En cuanto al déficit fiscal, en octubre pasado la Oficina de Presupuesto del Congreso estimó que había llegado, el mes anterior, a $1.09 billones.
Pero no se trata solo de la deuda pública. Otras estimaciones, como la de la publicación de MSN Money, señalan que el 43 % de las familias norteamericanas gastan al año más de lo que ganan. Es decir, viven del crédito, lo que conlleva el mismo riesgo, de no poder, en determinado momento, seguir pagando los compromisos asumidos.

  • Gilberto Lopes 
  • Mundo
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