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La armonía entre el devenir y lo permanente es lo fundamental y lo que se ha venido perdiendo, no sólo pedagógicamente, sino en el diario vivir. Gerardo Castillo, en su ensayo “La educación del futuro”, plantea siete retos que tiene la educación, que en definitiva señalan los alcances y limitaciones que las sociedades poseen y que son necesarios filosofar.
“El conocimiento global” ante “los bárbaros especializados”, la libertad ante el “carácter técnico” de la sociedad, los medios de comunicación versus la capacidad de juicio de cada persona, la “inventiva y previsión” ante los nuevos cambios, la excesiva incertidumbre a la hora de establecer un concepto estable de uno mismo, y la armonía entre el cambio inevitable más los “valores permanentes”, son parte de estos siete retos.
La tarea de la educación, que se enfrenta ante la ideología neoliberal, consiste en aceptar y adaptarse de la mejor manera a los cambios que son parte inevitable y necesaria de la vida. El movimiento es esencial. Sin embargo, lo permanente, que también define lo que es la sociedad y sus objetivos, debe estar siempre presente y firme. Los valores inculcados que se pierden y no se toman en cuenta, por la gran mayoría, a la hora de tratar con otro ser o ante una situación, son necesarios de reforzar y tomar en consideración en estas sociedades que deshumanizan cada vez más.
Todo se reduce a lograr mantener esa armonía, ese equilibrio que hace que absolutamente todo esté bien. Con bases sólidas, amor y sin olvidar el verdadero significado de por qué estamos acá, debemos vivir y enfrentar el porvenir de la manera más decidida, justa y armónicamente posible.
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