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Estudios genéticos realizados con parejas de hermanos, familias completas y tríos (casos y controles), por más de 15 años, por un grupo de científicos del Centro de Investigación en Biología Celular y Molecular (CIBCM) de la Universidad de Costa Rica (UCR) para determinar las causas de la esquizofrenia, arroja una serie de resultados y de paso un mejor diagnóstico psiquiátrico en el país.
Entre los resultados destaca el gen Neuregulina (NRG1), ubicado en el cromosoma 8 porque aumenta el riesgo de padecerla y porque se le ha identificado en al menos un 4% de casos en el país asociado a problemas de psicosis. Además, hallaron alteraciones genéticas en el cromosoma 18, que se relacionan también con la enfermedad bipolar, lo que hace pensar a los investigadores que existen genes de riesgo que se comparten.
Asimismo, encontraron una señal dudosa en los cromosomas 1, 5 y 8 en un trabajo de tríos efectuado como parte de un meta-análisis (en total 32 estudios en diferentes partes del mundo). Otros genes estudiados son el que codifica para la enzima Metionina Sulfoxido Reductasa A (descrito para esquizofrenia y asociado a Alzheimer); el transportador de serotonina, asociado a depresión, después del inicio de la esquizofrenia; el Disc 1, que genera un cuadro de enfermedad mental, no siempre con esquizofrenia, y el TGIF, que produce uno de los tipos de Holoprosencefalia (malformaciones de cráneo y cerebro).
La esquizofrenia es una de las enfermedades psiquiatra “mayores”, cuyo diagnóstico y herencia es compleja, con factores de riesgo genéticos y ambientales. Sus síntomas son: un patrón crónico de delirios y alucinaciones (pensamientos y percepciones irreales), pensamiento y sentimiento desorganizado, retraimiento social, falta de energía, síndrome metabólico y déficit cognitivo.
El estudio de causalidad genética en estos casos es complicado porque no existen marcadores biológicos y porque no siempre está implicado un familiar cercano. Entre los factores ambientales que podrían influir en el desarrollo de la enfermedad está el uso de marihuana, la hipoxia neonatal (falta de oxígeno) y otras complicaciones obstétricas y la afección por virus durante el embarazo temprano.
El diagnóstico clínico es difícil, por eso los investigadores incluyen una persona en el estudio cuando obtienen por consenso el diagnóstico de dos psiquiatras, luego de concluir un proceso que incluye entrevistas al paciente y a algún familiar cercano y la revisión del expediente médico.
BÚSQUEDA EN EL GENOMA
Para efectos de la investigación, parten de casos donde existe algún familiar afectado con la enfermedad, porque el parentesco aumenta el riesgo de padecerla. Por ejemplo, el riesgo se incrementa un 13% si la persona tiene un padre afectado y un 46% si son ambos padres los afectados
La Dra. Henriette Raventós Vorst, quien coordina los estudios y es profesora en la Escuela de Biología de la UCR, explicó que se han abocado a identificar regiones cromosómicas y sus genes, a hacer secuenciación e identificar los cambios en los nucleótidos, en busca de marcadores genéticos.
Como parte de los resultados identificaron una familia costarricense muy grande afectada por casos extremos de psicosis: algunos de sus integrantes sufren esquizofrenia, otros la enfermedad bipolar, el trastorno esquizo-afectivo y la depresión mayor con psicosis.
Además, detectaron personas con mutaciones en algunos genes como el NRG1 pero sin la enfermedad, dos con herencia homocigota, pero que fenotípicamente no se diferencian en nada a los que tienen herencia heterocigota. El estudio genealógico de esos casos reveló un ancestro común y consanguinidad en el pasado. Las conclusiones señalan que los descendientes de esa familia heredan la psicosis, no la esquizofrenia.
Actualmente, los investigadores desarrollan estudios de fenotipos intermedios con pruebas cognitivas y otras mediciones clínicas que les permitan hacer ligamiento y asociación, en lugar del diagnóstico categórico de esquizofrenia.
“Se buscan variantes raras de efecto mayor”, dijo Raventós, porque ocurre algo similar “que en el cáncer de mama, que en un 90% de los casos inciden varios genes de efecto menor, los cuales se asocian a factores ambientales y solo en un 10% de los casos se da la presencia de un gen de efecto mayor, con alta penetrancia”.
Al grupo científico le ilusiona mucho el resultado que arrojará un análisis con microarreglos que incluyen unos 500 000 SNPs (polimorfismos o mutaciones de un solo nucleótido) y microaberraciones cromosómicas que hicieron con 1000 personas, porque podrían sugerir nuevas regiones cromosómicas.
El gen Neuregulina es al que más le han dado seguimiento. “Lo importante de este gen es que últimamente se le asocia con eventos inflamatorios” y con una producción de citoquinas alteradas, detalló la bioquímica. Las citoquinas son proteínas esenciales en varias funciones fisiológicas de la célula, producidas por el sistema inmunológico.
Un estudio que efectuaron para medir citoquinas reveló anticuerpos contra varios agentes infecciosos; es decir, una alteración inmunológica-inflamatoria. Esto coincide con una de las teorías más recientes de la psicosis, que postula que en esa enfermedad pueden darse eventos inflamatorios precipitados por razones autoinmunes o por agentes infecciosos.
“A lo mejor estamos frente a un gen que tiene que ver con esta desregulación inmunológica, que se nota en gente que ante el evento inflamatorio, hace una psicosis”, afirmó Raventós.
Un nuevo proyecto se centra en el perfil de expresión de los micro ARN, que se han asociado con otras patologías que tienen que ver con el cerebro.
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