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Es necesario, precisamente por el momento en el que estamos viviendo actualmente, que el docente haga un alto en el camino, para replantearse su papel dentro de una sociedad en la que priman los antivalores, la deformación, la apatía, el desinterés, la poca voluntad para enfrentar los grandes retos que se nos presentan, y en forma especial, en donde la irracionalidad del hombre, desafortunadamente, cada vez se hace más patente; y más peligrosa o más destructora. Ante ello, es impostergable replantearse la función formadora a la que está obligado el docente.
Dado el relevante papel que cumple el educador, en la formación de los y las jóvenes, es importante que este profesional posea un alto nivel de conciencia sobre la realidad social en que vive nuestra sociedad hoy en día. Entre otros considerables problemas: Trata de personas, que se ha convertido en un sucio negocio (venta de órganos, prostitución, secuestros, etc.). Contaminación del medio ambiente. Sexo desbocado. Total inseguridad ciudadana, narcotráfico y sus terribles consecuencias, etc.
Vivimos pues, como todos bien sabemos, momentos difíciles, en donde la misión trascendente de la educación se enfrenta cada día a mayores retos y dificultades para el logro de sus objetivos. Desde luego, prevalecen mayores intereses por otras actividades, y los estudiantes las hacen notar a cada instante. Conviene que cada docente esté atento a todas estas situaciones especiales. Por lo tanto, conviene que el docente refuerce y estimule todas aquellas acciones que tienen un significado positivo para la vida de los jóvenes. Por eso también conviene que cada docente se esfuerce más, muestre mayor interés y mayor pasión, por su misión, se convierta en un excelente modelo e inspirador. Sus significativos niveles de ternura y de comprensión deben estar presentes. Como se sabe, la misión de los padres de familia ha perdido su norte.
El docente de hoy se enfrenta a mayores retos por lo que no podría, no conviene permanecer en el primer plano, pues podría quedar rezagado como profesional en educación. Por todo lo anterior, se deben emprender acciones creativas importantes para mejorar la calidad del proceso de enseñanza–aprendizaje, el cual lleva implícito los procesos de formación y transformación.
Debemos ser conscientes que estamos viviendo una época de mucha convulsión, en donde la racionalidad del ser humano ha perdido su camino. Se ha sobrepasado de los límites de la cordura, de la sensatez, de la sabiduría, de la tolerancia y de la paciencia. El mundo está siendo conducido a la práctica de experimentos que atentan contra la moral y la ética y en forma general a la destrucción del planeta.
Paradójicamente, esta época pasa por periodos de gran desarrollo científico y tecnológico. Pero, la destrucción del núcleo familiar está presente. La violencia social, el desenfreno por la pornografía y otras más situaciones anómalas no hay duda que han alejado al hombre de Dios.
El proceso educativo de Costa Rica está en el centro del huracán, las esperanzas de salvamento son pocas. Casi podríamos afirmar que la educación camina sin rumbo; las ocurrencias florecen como las flores silvestres. El gran capitán y sus almirantes y otros yacen durmiendo y no desean despertar. El despilfarro de dinero es enorme; mejor dicho, es incontrolable. Nuestra sociedad del futuro (niños ahora, hombres mañana) tiene frente a sí un cuadro oscuro e indeseable. Es urgente cambiar de acciones. Cambios capaces de transformar a esta sociedad que está cayendo y que quizá no se levantará.
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