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Las eufemísticas palabras utilizadas por algunos diputados —cuyos nombres ni siquiera vale la pena nombrar— para justificar el cese en el nombramiento de Fernando Cruz como magistrado de la Sala Constitucional (IV), no hacen más que confirmar ante la ciudadanía del país la decadencia moral de la clase política que nos gobierna ahora y desde hace ya bastantes años.
¿Reivindica dicha actuación las potestades del Poder Legislativo frente al Poder Judicial (Sala IV) como lo argumentan algunos legisladores? ¡Por supuesto que no! Una decisión como esta lo único que hace es denigrar la ya de por sí devaluada imagen del primer poder de la República. Cuando se escuchan este tipo de argumentaciones, solo cabe preguntarse ¿en manos de qué incompetentes están los destinos de este sufrido pueblo?
El mensaje enviado por los diputados —que con su complicidad contribuyeron a prácticamente expulsar a Fernando Cruz como magistrado— es que en Costa Rica se castiga al funcionario honesto y se premia a aquellos que con sus acciones contribuyen adecuadamente al sostenimiento de la plataforma político-empresarial que gobierna.
Es risible aducir que la Sala Constitucional se ha arrogado potestades de la Asamblea Legislativa y que con sus decisiones genera ingobernabilidad. Creer que sacando al magistrado Cruz se resolverán esos problemas, es pensar que con la quema del sofá se resuelve la infidelidad de la pareja.
En lugar de estar llorando como bebés, los legisladores que se sientan “ninguneados” por la Sala IV deberían de cumplir con el trabajo que les encargó la ciudadanía: legislar, promulgar una ley que reforme el órgano constitucional y sus atribuciones.
Lamentablemente, las eufemísticas razones que inicialmente se han dado para no prorrogarle el nombramiento (cualquier parecido con situaciones ocurridas en la UCR ¡es pura y llana coincidencia!) al magistrado Cruz, parecen esconder las verdaderas motivaciones de quienes fraguaron la votación del pasado 15 de noviembre, en la cual de manera express se pusieron de acuerdo —inusualmente— 38 diputados.
Como hubiera dicho una ilustre exdiputada, Fernando Cruz era un diputado “antisistema”, votó en contra del TLC con Estados Unidos, contra la minería en Las Crucitas y a favor de la fertilización in vitro.
No hay duda de que para los grupos de poder que gobiernan era un estorbo y había que castigarlo. De eso se encargaron los que no legislan en favor de las mayorías, sino en alianzas con esas minorías que solo buscan el beneficio personal. Sus nombres quedarán en las páginas de la historia más tenebrosa del país.
Ojalá que las personas, que tengan ánimo de votar en las elecciones del 2014, recuerden que en sus manos está ponerle coto a los “politiquillos” de las agrupaciones que nos han gobernado en las últimas décadas. No seamos cómplices de esta subespecie.
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