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Con referencia a la publicación en la Sección de opinión del Semanario UNIVERSIDAD #1968 de este 24 de octubre del año en curso, del profesor de la Facultad de Derecho Pablo Barahona Kruger.
Cual si fuera un pacifista, nos habla de un campus libre de armas, bonita la ilusión hasta que reparé en sus palabras ofensivas, humillantes y despectivas hacia el cuerpo de Seguridad y Tránsito; señor Barahona, con todo respeto, qué lamentable su nota por cuanto si quiere convencer con su tesis en contra de las armas, hágalo por favor con hechos claros, que merezcan el diálogo. Ya entendí que usted no quiere un campus libre de armas, ni le interesa el paisaje, lo que usted desea en apariencia es un campus libre de cualquier control, sean armas, barreras, cámaras u otro dispositivo de control.
No pudiendo hacerlo fuera de estas “cercas universitarias”, lanza su verborrea aquí, donde usted está educando futuros profesionales del Derecho; qué irónico, jurar por el resguardo, el sostenimiento y respeto a esas leyes de convivencia humana, y por otro lado en apariencia actuar en contra de esas normas del control social formal, mismas que son bajo la tríada de formación de los individuos, la familia, la escuela, y el sistema judicial, amén de otras normas que imagino usted ha proyectado a sus estudiantes; recordemos con ello el principio criminológico “todos fuimos bebés de pecho en los brazos de nuestra madre, arcilla a moldear”.
Perdón por mi ignorancia, es que según sus palabras somos unos “impreparados”, pero aún no aterrizo en su mundo de ilusión. ¿De cuáles armas nos habla usted? Porque aquí y afuera de aquí todos los ciudadanos portamos armas, dígase el borrador que usted en su clase utiliza, un celular, una pala, un martillo, una piedra, el garrote que usted menciona, porque en su cuento con el que pretende en apariencia engañar, no encontré la palabra fuego; creo que se refiere a “arma de fuego”, dígase revólver, pistola, escopeta, o cualquier instrumento que animado por una explosión y expulsión de sus gases sea capaz de lanzar un proyectil, ya un juez en un juicio lo habría reprendido por esta omisión. Sabe usted bien que cualquier objeto contundente o no, es un arma. Ah, se me olvidaba, también el vehículo automotor, imagino de su preparación psicológica, capacidad y destreza como conductor, ah y por supuesto las obligaciones legales por conducir vehículos. Por supuesto que en nuestro país nadie ni siquiera nosotros los “guardas impreparados” (como usted nos trata) podemos alegar desconocimiento de la ley, y esto es un principio legal para todos, con mucho mayor peso para los profesionales del derecho y usted lo sabe bien, espero que no lo haya olvidado.
Necesariamente, nos tendremos que acercar a cualquier miembro de la comunidad universitaria, claro si somos servidores de esta, y perdone que lo mencione, pero afortunadamente somos un departamento con muy buena aceptación e imagen. Si acaso hay algún minúsculo grupo que nos rechaza, será aparentemente por infractores a las normas de convivencia humana y con ello el rechazo a cualquier forma de control, y no necesariamente de esa comunidad a la que nos debemos, sino entre otros casos como personas en asuntos de drogas, asaltos, agresión, hurtos etc. A lo interno una de esas normas que nos ocupa mucho es en materia de tránsito vehicular, por irrespeto a dicha ley y desgraciadamente por algunos “conductores impreparados” (interpretando sus palabras), que desgraciadamente desde antes de cumplir la mayoría de edad, ya encontraron en esto una forma de violentar el derecho con su rebeldía temeraria y que acumulan con ello una serie de infracciones a la ley. Entonces, don Pablo, estará de acuerdo conmigo en que esa metamorfosis la sufrimos todos en algún momento, con el poder de un vehículo grande, de un título, posición económica o política, el arma, no se cuál pero igual, o cualquier cosa que nos enferme mentalmente, nos produce una metamorfosis, que nos vuelve arrogantes, soberbios y nos sentimos grandes por encima de otros, recuerdo en esto a José Eustasio Rivera de “La Vorágine” cuando decía: “Por encima mío, solo está el sombrero y la tierra que es más grande que todo esta… bajo mis pies”.
Yo, con perjuicio de perder el trabajo, y contrario a su campus libre de armas, más bien abogaría por un campus libre de infractores. Imposible en un mundo inmerso en la indiferencia ante el delito y donde por algo a la justicia la representan con sus ojos vendados (para que no vea las animaladas que se cometen en su nombre). Gracias por sus palabras, es señal de que estamos trabajando.
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