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Periodistas: derechos profesionales y humanos

Luchas y resultados electorales recientes facilitan valorar un fenómeno que debería inquietar a más personas, en especial a los periodistas, porque se vincula con la propiedad o posesión de medios masivos de información y el derecho de la población a estar apropiadamente informada. El punto es la invasión descarada de las páginas de información por la línea editorial de la empresa periodística (línea editorial, o páginas de opinión), línea en la que puede, aunque no debería, imperar sin contrapeso, un determinado tipo de posicionamiento. Los ejemplos se pueden tomar de las páginas de información con que La Nación S.A. cubrió los procesos electorales estadounidenses (simplificando, Obama vs Romney) y venezolano (Chávez vs Carriles).

Luchas y resultados electorales recientes facilitan valorar un fenómeno que debería inquietar a más personas, en especial a los periodistas, porque se vincula con la propiedad o posesión de medios masivos de información y el derecho de la población a estar apropiadamente informada. El punto es la invasión descarada de las páginas de información por la línea editorial de la empresa periodística (línea editorial, o páginas de opinión), línea en la que puede, aunque no debería, imperar sin contrapeso, un determinado tipo de posicionamiento. Los ejemplos se pueden tomar de las páginas de información con que La Nación S.A. cubrió los procesos electorales estadounidenses (simplificando, Obama vs Romney) y venezolano (Chávez vs Carriles).
Desde luego La Nación S.A. tomó partido por Romney contra Obama y por Capriles contra Chávez. En el primer caso, más cercano en el tiempo, adhirió, sin examen, a la imagen encuesto/periodística de que la elección sería reñidísima y era factible un empate. Este “ruido” solo podía beneficiar al candidato republicano, por muchas razones llamado a perder. La obcecación de La Nación se prolongó incluso después del triunfo del candidato demócrata e infectó al único de sus comentaristas que, ocasionalmente, amerita ser leído, el politólogo Vargas Cullel quien escribió acerca del “ajustado triunfo” de Obama (Enfoque, 8/11/12). Más jocoso es el editorial del mismo día que menciona asimismo una “estrecha victoria” de Obama y les “dice” a los republicanos qué deben hacer para triunfar en la próxima. Pero lo central es que las páginas de información, en especial sobre el final del proceso electoral, fueron abiertamente pro-Romney y resaltaron el tema del “empate”.
Digamos que, como sin duda sabe todo periodista, la elección presidencial estadounidense se resuelve no por el voto masivo directo sino por la elección de ‘compromisarios’ o electores (un número de 538). Al momento de redactar estas líneas Obama tenía el 60% de esos electores y Romney el 40%. Son números para nada estrechos. Obama ganó no por paliza (como contra McCain), pero si ampliamente la elección presidencial. Los demócratas, en cambio, no tuvieron igual suerte en las elecciones para el Congreso. Pero al igual que la línea de opinión, la información siguió enfatizando lo estrecho de la victoria de Obama.
La cobertura de la elección venezolana fue aún más escandalosa. La Nación S.A. se apasionó, en las páginas de opinión y en las que deberían ser de ‘información’, por Capriles. Lo exaltó incluso como símbolo sexual, le concedió lugar al sentimiento/prejuicio de que si Capriles ganaba, Chávez daría un golpe de Estado (“Venezolanos llenaban despensas”, 5/10/2012), publicó propaganda como si fuera información: “Capriles en el corazón de Chavezlandia” (4/10/2012). Lo sorprendente aquí fue la mudez del embajador venezolano en Costa Rica acerca de la calidad de esta ‘información’. Pero, de nuevo, lo que interesa es que la opción editorial invade las páginas de información que deberían estar bajo control de los periodistas profesionales.
Interpreto este fenómeno, aquí apenas ilustrado, como una violación de los derechos profesionales y humanos de los periodistas. El asunto se agrava si el mercado por servicios de informadores tiende al monopolio o es muy estrecho. Es la situación de Costa Rica. Pero no se advierte que estos profesionales denuncien el punto ni propongan alternativas de ejercicio en el seno de los medios que les permitan informar para que los receptores de esa información tomen las decisiones que estimen propias. La línea informativa, saturada de intereses particulares, deviene propaganda y manipulación. Asunto grave. Si los periodistas no  lo asumen, más grave.
La base del desafío se vincula con el Semanario Universidad. Ya se ha dicho que el equipo de este periódico, y su cabeza, carece de la autonomía institucional que le permitiría (si además se lo dotara de medios) para reforzar y ampliar su línea crítica  de la realidad nacional, incluyendo la conflictividad interna de la universidad. Conviene que la comunidad universitaria y el equipo de Rectoría (de cuya Vicerrectoría de Acción Social depende el semanario) reflexionen sobre el punto. Y que se avance hacia una salida institucional que favorezca a la UCR, a los periodistas, y al país.

  • Helio Gallardo (Catedrático UCR)
  • Opinión
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