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El suplemento Radar, del diario argentino Página 12 publicó hace poco algunos artículos sobre héroes de historieta muchos poco conocidos, otros que apenas perviven en la memoria de algunos pocos veteranos. Reproducimos aquí las referencias de algunos de esos personajes. Recuerdo, fantasía, broma y crítica están en los retratos de estos otros superhéroes.
Supertiñosa (Cuba)
¡Más rápido que una bala! ¡Más poderoso que una locomotora! ¡Capaz de sobrevolar los más altos rascacielos de un solo salto! ¡Miren! ¡En el cielo! ¡Es un ave! ¡Es un avión! ¡No! ¡Es… Supertiñosa! Como no podía ser de otra manera, el más grande (en realidad, el único) superhéroe hecho en Cuba es una feroz y mordaz tomadura de pelo a Superman, el institucionalizado icono del género. Creado por Marcos Behemara (guión) y Virgilio Martínez Gaínza (dibujos) en agosto de 1959 para el semanario Mella, Supertiñosa («Superbuitre») cuenta las andanzas del último hijo del planeta Paketón, enviado a la Tierra en una nave espacial antes del fin de su mundo. Adoptado por el gobierno de los Estados Unidos, comienza a trabajar para la CIA, el FBI y el Pentágono en ridículas y fallidas tropelías contra la diabólica «Isla Roja». Dueño de prodigiosos superpoderes y del clásico traje con la S en el pecho, Supertiñosa intenta compensar con fuerza la inteligencia de la que adolece en su vida civil, donde es Pancho Tareco, periodista estrella del diario anticastrista Lingote Express. «Con Supertiñosa -explica Virgilio- me divertí mucho. Me encantaba satirizar a uno de los mitos de la industria cultural.» La historieta se discontinuó en 1967, cuando aparecía en «El Sable», suplemento semanal del diario Juventud Rebelde.
El Guerrero del Antifaz (España)
Una figura épica como El Cid, un paladín justiciero como Batman y un proceso político como el franquismo. Resultado de la conjunción de estas tres variables, El Guerrero del Antifaz conquistó los corazones infantiles españoles en medio de viriles mandobles y un reguero de sangre morisca. Entre 1944 y 1966, el héroe ideado por Manuel Gago García sobre la base de la novela Los 100 caballeros de Isabel la Católica, de Rafael Pérez y Pérez, eliminó a las «hordas de salvajes sarracenos» que se oponían a los deseos de los Reyes Católicos, poco antes de la recuperación de Granada. Hijo adoptivo de su peor archienemigo, Don Alfonso de Moncada (alias Conde de Roca, alias El Guerrero del Antifaz) dedica su vida a la imposición brutal del cristianismo, fuente de toda bondad y sabiduría. En el camino conocerá a su escudero Fernando y al amor de su vida, Ana María, con la que terminará contrayendo matrimonio. Para el escritor Salvador Vázquez de Parga, autor del libro Los comics del franquismo, «toda la serie de El Guerrero del Antifaz se asienta sobre el trípode ideológico inamovible que constituyen los conceptos de raza, religión y patria. Los tres se conjugan hábilmente hasta casi confundirse para fundamentar una especial concepción de la Reconquista española». Por petición popular, Gago retomó su personaje más famoso en 1978, firmando Las nuevas aventuras del Guerrero del Antifaz, serie que quedó inconclusa tras la muerte del autor, el 29 de diciembre de 1980.
Fantomas (México)
Tomando como base al asesino serial francés creado en 1911 por Marcel Allain y Pierre Souvestre, Guillermo Mendizábal (guión) y los hermanos Rubén y Jorge Lara Romero (dibujos) crearon la serie Fantomas para la poderosa Editorial Novaro en 1966. Durante dos años, las páginas de Tesoro de Cuentos Clásicos transformaron al criminal en un excéntrico y multimillonario ladrón que cometía sus robos con fines altruistas, invirtiendo todo lo sustraído en el progreso de la ciencia y el beneficio de la humanidad. Sus únicas compañías eran el gato Yago, el profesor Johannes Semo (tataranieto de Julio Verne), el cómico robot C-19 y una liga de hermosas secretarias cuyos nombres respondían a los doce signos del zodíaco. Este Fantomas mexicano arrasó en ventas en toda América latina, burlando permanentemente el tenaz esfuerzo del inspector Gérard. Como revista propia, Fantomas la Amenaza Elegante fue editada por Novaro (de 1969 a 1985) y, tras el quiebre de la empresa, retomada por Editorial Vid (1991 a 1995). Promotor del estudio y la difusión de las culturas precolombinas y las bellas artes latinoamericanas, el personaje se inmiscuyó en la problemática sociopolítica del continente y fue utilizado por Julio Cortázar en su manifiesto antiimperialista Fantomas contra los vampiros multinacionales (1975). La Amenaza Elegante estuvo en México, en Brasil, en Colombia y en Argentina durante la Guerra de Malvinas. Incentivó la lucha de los trabajadores, reclamando posesión de la tierra, el agua y el fin del trabajo infantil; se expidió contra el apartheid sudafricano; rescató un diario inédito del Che Guevara; condenó las persecuciones ideológicas de todo tipo y color; inició una activa campaña contra el tráfico y consumo de drogas; bregó por la igualdad femenina; participó de la guerra civil yugoslava, y apoyó técnica y económicamente al Ejército Zapatista de Liberación Nacional, apenas asomó en Chiapas. Y como si todo esto fuera poco, se dio el lujo de ayudar al Diego en el primer gol contra los ingleses. Sí. La mano de Dios era la mano de Fantomas.
Oktobriana (Unión Soviética)
La historieta under más famosa de la URSS fue creada en 1961 por unos estudiantes universitarios antiestalinistas, miembros del ilegal partido Político Progresista Pornográfico (PPP). Oktobriana (léase «Octiabrina») apareció en las páginas de la revista Mtsyry, órgano de difusión del grupo que se reproducía fotográficamente. Rubia inmortal, de imponentes senos y labios carnosos, escasamente vestida y dueña de una avasallador apetito sexual, Oktobriana (cuyo nombre significa «Espíritu de la revolución de octubre») lleva pintada en su frente una estrella roja, símbolo de la revolución bolchevique. La obra, que también incluía influencias místicas budistas y católicas, fue suspendida en 1967, tras sufrir la ávida persecución de la KGB. Petr Sadecky, uno de sus autores, logró sacar clandestinamente de la Unión Soviética los originales de dos aventuras que fueron recopiladas (y parcialmente censuradas) en 1971, en Inglaterra, bajo el título Oktobriana and the Russia underground. Cruza anticapitalista de la Mujer Maravilla y el Capitán América, Oktobriana lucha a favor del «verdadero comunismo», razón por la cual sus creadores no registraron el personaje y lo dejaron en el dominio público, de modo que cualquier persona pueda utilizarlo. Desde que el inglés Bryan Talbot la recuperara para su cómic The adventures of Luther Arkwright, en 1987, Oktobriana recorrió infinidad de revistas norteamericanas y europeas. Reverenciada por los músicos Billy Idol (que se tatuó el personaje en el brazo) y David Bowie (que en 1974 quiso producir una película uniendo la saga soviética con Ziggy Stardust), la superheroína saltó a la pantalla grande en 2003 con la producción finlandesa Oktobriana and the finger of Lenin, protagonizada por Noora Piili.
Judge Dredd (Inglaterra)
«¡Yo soy la ley!» Estas cuatro palabras le bastan al máximo exponente de la mano dura para identificarse. Juez, jurado y ejecutor, Joe Dredd inventó la Tolerancia Cero al darse a conocer el 5 de marzo de 1977 en las páginas de 2000 A.D. (por «After Disaster», o sea: después de la guerra atómica mundial). Inspirándose en el personaje de Harry el Sucio interpretado por Clint Eastwood, el guionista John Wagner y el dibujante Carlos Ezquerra inventaron a este policía del futuro preparado para hacer cumplir a rajatabla la letra de la ley, sin dejar resquicios para que se filtren interpretaciones sensibleras. Famoso a ambos lados del Atlántico, Dredd se prodigó en un sinnúmero de revistas (llegando a compartir cartel con Batman, Depredador y Alien), campañas de bien público, discos de heavy metal, videojuegos y hasta su propio largometraje, que Sylvester Stallone protagonizó en 1995. Forjado al calor del punk y el naciente thatcherismo, Judge Dredd corporizó la irracionalidad de un sistema que abandonaba al hombre como eje de su existencia. «¿Derechos?», exclamó en una viñeta. «Por supuesto, yo estoy a favor de los derechos. Pero no a expensas del orden. Por eso me gusta tanto mirar esa estatua del Juicio enclavada allí, elevándose sobre la libertad. Como una especie de símbolo. La Justicia tiene un precio. Y ese precio es la Libertad.»
Ultraman (Japón)
Mucho antes de que los Power Rangers aprendieran a caminar, Ultraman impuso la justicia intergaláctica a golpe de puño y patada ninja, logrando sublimar la paranoia atómica japonesa que transformaba, mediante la magia de los rayos catódicos, a un actor de segunda línea, enfundado en un ridículo traje de caucho, en el invencible monstruo gigante de la semana. Corría junio de 1966 y Eiji Tsuburaya, maestro de los efectos especiales de los primitivos films de Godzilla, estrenó la serie televisiva Ultraman, explosivo cóctel que combinaba el género superheroico, la ciencia-ficción, la mitología local y las artes marciales, todo coreografiado de acuerdo con las reglas y el purismo del teatro kabuki. El furor popular que despertó el programa cambió de cuajo el entretenimiento masivo nipón, configurando el mito más importante del manga y el animé. Miembro de la poderosísima Ultra-Hermandad, cuerpo policial cósmico de élite, la figura de Ultraman aún continúa propagándose en remeras, llaveros, muñecos articulados, historietas (Billiken publicó las originales de 1968), papel higiénico y hasta barbijos especiales contra la neumonía atípica. Tras el fallecimiento de su creador en 1970, Tsuburaya Productions y la editorial Shogakukan decidieron matar a Ultraman. El deceso se produjo en «El chacal contra la Ultra-Hermandad», cómic de Mamoru Uchiyama que se enorgullece de ser el más vendido en la historia del sol naciente. Katsuhiro Otomo, creador de Akira y máximo responsable de la conquista occidental del manga, declaró en ese entonces: «Fue un shock. Esta aventura marcó el fin de la inocencia de la historieta japonesa. Indudablemente, hay un antes y un después de la muerte de Ultraman en la historia del manga». Por su parte, la sociedad nipona guardó tres días de duelo en honor a la memoria de su máximo paladín.
Barbarella (Francia)
La primera historieta «para adultos», debido a su alto contenido erótico, vio la luz a principios de 1962 en la revista V Magazine. «El editor me había pedido una versión femenina de Tarzán, Tarzella -escribió Jean-Claude Forest-, pero la idea no me resultó particularmente interesante. Moviéndome en el terreno de la ciencia-ficción terminé haciendo Barbarella, cuya desinhibición sexual le otorgaba un aura invencible y al mismo tiempo frágil. Como Brigitte Bardot, Barbarella logró encarnar el erotismo efervescente de los ’60.» Gracias al revuelo causado por su contenido (un tanto infantil para los parámetros actuales pero totalmente revolucionarios en su momento), Dino de Laurentiis se hizo con los derechos cinematográficos de la obra y contrató al director Roger Vadim para filmar la película. Inmortalizada en las curvas de Jane Fonda, Barbarella (1967) influyó sobre la moda y las pautas de comportamiento de una generación de mujeres que bregaban por la igualdad de género y la distribución gratuita de pastillas anticonceptivas. Tras el suceso del film, Forest retomó las andanzas de su heroína en cuatro aventuras que no gozaron del favor del público lector. En plena movida británica de los ’80, los músicos Simon Le Bon y Nick Rhodes (fanáticos del largometraje) decidieron bautizar a su nueva banda de rock con el nombre del contrincante de Barbarella: Duran Duran.
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