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Computadoras, física, ajedrez y vida

Hace alrededor de doce años, don Claudio Gutiérrez, distinguido exrector de la  Universidad de Costa Rica, y quien escribe tuvimos un diferendo sobre semejanzas y diferencias entre computadoras  y cerebros humanos. Don Claudio adoptó la posición de Marvin Minsky, cofundador del Centro de Investigaciones en Inteligencia Artificial del Instituto de Tecnología de Massachussetts (MIT, Estados  Unidos); yo, en cambio, me atuve al pensamiento de Roger Penrose, físico-matemático de la Universidad de Oxford  (Inglaterra). El primero considera que, en principio, computadoras y cerebros humanos son iguales, mientras el segundo sostiene que no. 

Hace alrededor de doce años, don Claudio Gutiérrez, distinguido exrector de la  Universidad de Costa Rica, y quien escribe tuvimos un diferendo sobre semejanzas y diferencias entre computadoras  y cerebros humanos. Don Claudio adoptó la posición de Marvin Minsky, cofundador del Centro de Investigaciones en Inteligencia Artificial del Instituto de Tecnología de Massachussetts (MIT, Estados  Unidos); yo, en cambio, me atuve al pensamiento de Roger Penrose, físico-matemático de la Universidad de Oxford  (Inglaterra). El primero considera que, en principio, computadoras y cerebros humanos son iguales, mientras el segundo sostiene que no. 
Confieso que, en un momento, excedí en mi entusiasmo por la discusión y don Claudio me condujo, respetuosamente, a la puerta de su casa. Después, reconocí mi error formal por escrito en Página Quince, pero insistí que, en lo sustantivo, yo tenía razón y don Claudio estaba equivocado. Tan  en serio tomé el asunto, que  escribí un  libro sobre él en años siguientes, “Espacio y tiempo en ciencia social” (UNED, 2008), y edité otro en inglés,   “Emerging colors in  science”, con participación de  los distinguidos académicos Roger Penrose, Roger Jones, Peter Gärdenfors y Stephen Barr, de las universidades de Oxford,  Minnessotta, Lund y Delaware (UCR, 2012), respectivamente.
Y ocurre que, en estos días, hice un “experimento mental”, como dicen los estudiosos de   física teórica, mediante el cual se ilustra la materia muy bien, con base en el juego de ajedrez. En física teórica soy un  mero aficionado y, en ajedrez, apenas un principiante;  pero, retomando mis años de colegio, después de celebrar  nuestros cincuenta años de graduación, me puse a “travesear” con juegos de computadora para refrescar la memoria y encontré algo que me sorprendió, lo cual describo a continuación:
• El programa de la máquina, nombrada Rybca, me ganaba casi todos los partidos. Esto me hizo perder la paciencia y, parodiando al ahora famoso teórico e investigador en física  Peter Higgs, pensé: “Soy un ser humano y mi cerebro es superior a esta condenada máquina. Pero ¿cómo puedo demostrarlo?”. (Frustrado al no poder encontrar la famosa partícula que ahora lleva su apellido, Higgs hablaba a sus colegas y al público sobre “that godamn particle”  -“esa condenada partícula”- condenada, supuestamente, por Dios; y, sin entender la ironía, algunos de sus colegas se referían a la “partícula de Dios”).
• En un libro de Penrose encontré un ejemplo en ajedrez para responder a la pregunta. Y elaboré otro más adecuado para el caso. Como soy apenas un principiante, no podía hacerlo de modo elegante y refinado; entonces decidí simplemente confundir a la máquina, haciendo jugadas incoherentes y desordenadas, reiteradamente, pero sin violar las reglas.  En tal forma, la máquina a veces se paralizaba y salían mensajes como: Rybca no responde;  Rybca no puede conectarse; inclusive hacía jugadas ilegales y bloqueaba jugadas mías legales; hacía más de una jugada a la vez; cometía errores, dentro de las reglas, que yo aprovechaba; etc., etc.
• En competencias reales de ajedrez, habría que calificar eso como empate o retiro; lo cual implica que las autoridades del ajedrez tendrían que crear reglas nuevas para evitar esa estrategia. Pero esto no es fácil. Las normas del juego se complicarían enormemente y siempre habría maneras de evadirlas.
• Eso significa que el ajedrez se basa en una serie de criterios implícitos o tácitos que los jugadores aplican voluntariamente y por costumbre; muchas de las cuales son “injustas”,  “arbitrarias”, “excluyentes”, “sectarias”.
Analizado a fondo, uno se da cuenta que el ajedrez se asemeja mucho a la vida social. Como enseñó Gunnar Myrdal, está cargado de valores que conviene estudiar para entender y disfrutar el juego más. Ampliaremos y aclararemos esto en otro artículo.    

  • Róger Churnsider
  • Opinión
England
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