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Platón distorsionado: diatribas hacia un espejismo

Sócrates: ¿No te parece que los hombres son unos sensatos y otros insensatos?

Sócrates: ¿No te parece que los hombres son unos sensatos y otros insensatos?
Alcibíades: Seguramente.
Sócrates: Pues bien; tratemos de distinguirlos bien. Estamos conformes en que hay hombres sensatos, otros insensatos y otros que deliran.
Platón, Alcibíades
Está muy claro que existen textos de textos. Algunos son buenos, algunos regulares, y otros muy malos. En esta última línea, el artículo del escritor Raúl Costales Domínguez (Semanario Universidad, 7/11/2012), calza dentro de un grupo de escritos imposibles de ser ubicados. Solamente la lectura de Costales Domínguez del pensamiento político platónico merece un cuidado importante, en la medida de que abunda en una muy descontextualizada interpretación de este autor, a lo cual se le añaden afirmaciones ad hominem sobre el ejercicio profesional de los filósofos. A los filósofos se les han dicho muchas cosas a lo largo de la historia, pero la acusación de megalomanía ciertamente es la más exótica de todas.
 
Empecemos por lo básico. La afirmación de que Platón es el fundamento intelectual del totalitarismo es una afirmación falsa. El origen de esta tesis es una pobre lectura realizada por Karl Popper, quién no hizo más que acentuar rasgos de la obra del filósofo griego, colocándolos fuera de lugar. Esto es precisamente lo que hace Costales, un conjunto de afirmaciones gratuitas sin tener la honestidad mínima de referir directamente a la obra de Platón. Sería conveniente que el autor del escrito señale en qué lugares de los textos políticos de Platón aparece la invención de una institución inspiradora de la Inquisición, o cómo la teoría política platónica moviliza los campos de concentración. Estas afirmaciones son temerarias y no se justifican. Decir que la filosofía es responsable de esta barbarie es mal intencionado, pero es parte además parte de un ethos posmoderno que difumina las fronteras y relativiza cínicamente.
El texto de Costales está lleno de premisas falsas. Una es aquella idea de que el Estado ideal en Platón significa la opresión del individuo, y por ende el control de la totalidad de su vida. Aquí es necesario señalar algo elemental, para Platón el estado de cosas donde los individuos quedan sepultados bajo el peso del Estado se llama tiranía, y esa experiencia no le fue nada ajena al filósofo, quién tuvo la posibilidad de vivirla de cerca en Siracusa. Por ello mismo, para este filósofo la tiranía no es un sistema político destacado, sino más bien una degradación. Contrario a la posición de un régimen totalitario, en el libro primero de la República, Platón se opone al supuesto de los sofistas de que la justicia está relacionada con la fuerza. Este es un principio ético-político anti-totalitario. Veamos: “No es, por tanto, ¡oh, Polemarco!, obra propia del justo el hacer daño ni a su amigo ni a otro alguno, sino de su contrario el injusto. […] Por tanto, si alguien afirma que es justo el dar a cada uno lo debido y entiende con ello que por el hombre justo se debe daño a los enemigos y beneficio a los amigos, no fue sabio el que tal dijo, pues no decía verdad; porque el hacer mal no se nos muestra justo en ningún modo.”
Por otra parte, no está de más recordar la célebre distinción platónica entre episteme y doxa. En el marco de La República, Platón realiza una aproximación a los discursos filosóficos afirmando que estos deben exhibir sus fundamentos, caso contrario no pueden ser tomados en serio. La conclusión de este asunto es evidente, el totalitarismo es opinión confusa, y la filosofía debe alejarse de este tipo de discursos para buscar un conocimiento fundado de la realidad. Por ello, Platón no puede ser el iniciador de una tradición totalitaria.  
Es difícil saber qué motiva al señor Costales para mostrar tanto odio por el pensamiento filosófico en general, y por Platón en particular. Si un pensador de la talla de Alfred N. Whitehead dijo en algún momento que toda la filosofía de Occidente no es más que notas al pie de página de los diálogos platónicos, suponemos que el pensador ateniense debe tener algún valor. La grandeza de un filósofo (Platón entre ellos), es que sigue siendo un interlocutor de nuestra época, al que se le siguen dedicando muchos artículos, libros, tesis, etc. Por supuesto que los escritos platónicos pueden ser sometidos a crítica (y es deseable que así sea), pero no de la manera visceral, descontextualizada y temeraria de Costales Domínguez.

  • Jorge Prendas-Solano & Juan Mauricio Garro
  • Opinión
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