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Educar la relación conyugal en la libertad de pensamiento

La educación es una parte esencial del hombre, es inherente al ser humano, pues todos los días aprendemos cosas nuevas, es decir, la vida es una escuela, todos los días nos encontramos en contextos sociales distintos, ya que nos encontramos en una dialéctica de la vida, en donde lo que fuimos hace un segundo, ya no lo somos; habrá cambiado nuestro físico, nuestro espacio e incluso hasta nuestros pensamientos.

La educación es una parte esencial del hombre, es inherente al ser humano, pues todos los días aprendemos cosas nuevas, es decir, la vida es una escuela, todos los días nos encontramos en contextos sociales distintos, ya que nos encontramos en una dialéctica de la vida, en donde lo que fuimos hace un segundo, ya no lo somos; habrá cambiado nuestro físico, nuestro espacio e incluso hasta nuestros pensamientos.
 
Durante todo el ciclo vital, pasamos por situaciones en las que adquirimos nuevos aprendizajes por medio de la educación, el matrimonio no es la excepción. Cuando se adquiere una relación conyugal se empieza a adquirir una educación en la que nuestros pensamientos se van transformando pero no limitando, “somos libres para pensar por cuenta propia” (Burggraf, 2010, p. 149), siempre y cuando nuestros pensamientos no invadan el espacio del cónyuge, entrando en un irrespeto por el “ser”; es decir, la “persona”,  “con la palabra persona se designa al individuo o sujeto que es parte,  independiente y autónoma” (González-Simancas, 1992, p.52), es decir, es distinta y única.  Pero: ¿Qué sucede cuando deseamos actuar tomando sólo en cuenta nuestro pensamiento y dejando de lado el de mi pareja?
Es basados en este cuestionamiento en donde nos damos cuenta que nuestros pensamientos los podemos llevar a la acción; el problema no está en que llevemos a la acción nuestros pensamientos libres; el problema está en si nuestras acciones invaden el espacio vital del otro; es ahí en donde se puede comenzar a irrespetar al cónyuge, ya que entramos en un momento en el que “yo deseo que se haga lo que yo pienso”, se deja de tomar en cuenta a la otra persona, se deja de respetar el pensamiento libre del otro para imponer mis pensamientos sobre los de él/ella.
Es  ahí en donde debemos analizar en cómo estoy llevando a cabo la libertad de pensamiento que poseo, ya que el matrimonio es una relación de dos, en donde “las coordenadas vivenciales del nosotros son distintas de las que cada uno ha vivido antes” (Sancho, 1976, p. 73).
Educar la relación conyugal en el libre pensamiento, es darse cuenta de que somos seres distintos, pero que ante los ojos de Dios somos uno; es por esto que cuando se entra en una relación conyugal, debemos estar conscientes de que es una nueva educación la que vamos a adquirir; nuestros pensamientos no dejan de ser libres, pero se debe tener cuidado a la hora de llevarlos a la acción, ya que debo tomar en cuenta que ahora somos dos “personas” con pensamientos distintos; esa libertad de pensamiento debe tomar en cuenta de que  existe otro distinto a mí, por lo tanto piensa distinto a mí, sólo así se logrará mantener el respeto mutuo como “personas” únicas que piensan libremente.

  • Graciela Beita Campos (Estudiante)
  • Opinión
Notas

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