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“¡Y no se vaaaa, y no se vaaaa, el comandante no se vaaa…!”. El grito llenaba la calle, mientras en el palco Nicolás Maduro, el presidente en ejercicio de Venezuela, pasaba revista a la situación del país y recordaba el inicio de la revolución bolivariana cuando, en 1999, Hugo Chávez asumió la presidencia con la promesa de reformar la constitución del país, la cual mostraba en su mano a la multitud.
La referencia fue oportuna. El propio acto que presidía fue cuestionado por la oposición, para la cual esa constitución exigía que asumiera el presidente del Congreso, Diosdado Cabello, y que se debía convocar a nuevas elecciones.
No fue ese el criterio del Tribunal Supremo de Justicia, que sobre el caso sentenció que Chávez podría juramentarse más adelante, mientras se recupera de su cáncer en Cuba. El 10 de enero debía asumir su nuevo mandato.
El líder de la oposición y gobernador del estado de Miranda, Enrique Capriles, candidato presidencial derrotado por Chávez en octubre pasado, aprovechó para arremeter contra el Gobierno.
Aunque aceptó el fallo del Tribunal, lo calificó de una “respuesta a un interés político”. Y, tras acusar el ejecutivo de estar “paralizado”, emplazó a Maduro “a asumir la responsabilidad del cargo que ocupa y gobernar”.
CAMBIO DE ESCENARIO
Pese a los actos celebrados el jueves 10 de enero en Caracas, el tono de la confrontación entre el Gobierno y la oposición parece haber cambiado radicalmente, pues todos dicen querer la paz. «No estamos aquí buscando ninguna confrontación ni poniendo a venezolanos a pelear unos con otros», dijo Capriles.
Maduro, por su parte, afirmó durante la manifestación del jueves refiriéndose a la oposición: “Ellos están muy peligrosos. Nosotros queremos la paz”. Y agregó: “Hay un plan de sectores de la ultraderecha para buscar un muerto y llenar de sangre las calles de Venezuela en manifestaciones que ellos dicen que van a hacer”.
La oposición ha convocado una para el próximo 23 de enero. “Están buscando manchar la vida política, este momento especial de vida de nuestro pueblo”, enfatizó Maduro.
Independientemente de los llamados de los líderes del Gobierno y de la oposición, otras voces advierten el cambio de escenario.
En un artículo publicado el pasado 6 de enero, Humberto Trómpiz Valles, académico y experto petrolero, proclamó que “el partido militar” es el “garante de la unidad revolucionaria bolivariana”.
Trómpiz afirmó que “para nadie es un secreto que la ecuación del poder político en Venezuela descansa en dos aparatos de Estado: PDVSA y las FAN”, refiriéndose a la empresa petrolera y a las fuerzas armadas venezolanas.
En su opinión, “la Revolución Bolivariana, con un comandante Chávez disminuido o desaparecido, va a depender para su sobrevivencia de la unidad de comando que tenga el partido militar”.
Por otra parte, “Analítica”, una página portavoz de la oposición más radical, anunció que “La suerte está echada: el fin de la república”, en un artículo editorial del mismo día 6. “Ya hablar de democracia resulta pueril, cuando uno de los bandos enfrentados considera, sin ningún rubor, que el fin justifica los medios”, aseguró.
“Es fundamental organizar una nueva estructura política, en la que las diversas fuerzas existentes se unan bajo una sola dirección colegiada y designen al líder que ha de conducirlas en larga y cruenta lucha por restablecer un orden democrático en Venezuela”, decía el editorial.
“Cuidado con sus palabras, no se metan en aventuras golpistas”, respondió Maduro en su discurso, en el que advirtió que la oposición “anda buscando un muerto”.
¿CÓMO EN CHILE?
El escenario, de algún modo, recuerda el creado en Chile cuando, en marzo de 1973, solo seis meses antes del golpe cívico-militar que derrocó el Gobierno de Salvador Allende, la oposición afirmó que, si pese a todos los problemas que había entonces, la coalición de gobierno, la Unidad Popular (UP), sacaba más de 40 % de los votos en las elecciones parlamentarias de ese mes, no quedaba otra salida que el golpe.
Esa historia es ya conocida. La UP sacó 44% de los votos en esos comicios, a pesar del caos económico y el desabastecimiento de productos básicos que había; la oposición se dedicó, a partir de entonces, a conspirar. Para eso, lo objetivo fue conquistar el apoyo mayoritario del ejército, mientras seguían con los planes de sabotaje de la economía. En septiembre de ese año, lograron revertir a su favor la situación, mediante el cruento golpe militar encabezado por los cuatro comandantes de las fuerzas armadas.
Aunque la comparación tenga fundamento, es necesario destacar también algunas diferencias. Una, como se ha señalado, es la posición del ejército. El venezolano está mucho más comprometido con Chávez. Pero en Chile había también una fuerte corriente militar constitucionalista. No hay que olvidar que el comandante en jefe anterior a Pinochet, Carlos Prats, integró en algún momento el gabinete de Allende. Solo cuando las presiones lo obligaron a renunciar y fue sustituido por Pinochet, se abrieron las compuertas para los conspiradores.
APOYO LATINOAMERICANO
El otro escenario novedoso es el latinoamericano. En el acto del jueves, cuatro presidentes latinoamericanos estaban presentes: José Mujica de Uruguay, Evo Morales de Bolivia, Michel Martelly de Haití, y Daniel Ortega de Nicaragua, además de cancilleres y diversos dirigentes del Caribe.
En la víspera se inauguró en Caracas una reunión de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba), la alianza política promovida por Chávez; y de Petrocaribe, otra institución creada por el presidente venezolano, que suministra petróleo a los países de la región en condiciones favorables comparadas con las del mercado.
“Los 18 países asociados en Petrocaribe y ALBA, más autoridades de El Salvador, Honduras, Uruguay y Argentina, firmaron la ‘Declaración de Caracas’, en la cual se subraya que colaborarán ‘en los espacios internacionales’ con ‘el empeño’ del Gobierno a cargo del vicepresidente y canciller, Nicolás Maduro, para impedir que la salud del presidente, Hugo Chávez, sirva de ‘pretexto para atentar contra las instituciones democráticas”, destacaron medios internacionales.
El presidente de Ecuador, Rafael Correa, que no pudo asistir al evento, envió una carta a Chávez en la que señaló “que no se equivoquen los enemigos de la democracia, la Constitución, la paz y el desarrollo de Venezuela. Nuestra América y los pueblos del mundo permaneceremos solidarios con Venezuela”.
Brasil ha seguido de cerca los acontecimientos y la presidente, Dilma Rousseff, envió a su asesor —Marco Aurelio García— a Cuba a fin de año, para informarse de primera mano sobre la situación. A su regreso, él manifestó su confianza en la estabilidad venezolana y rechazó rumores que consideró infundados.
El presidente de Uruguay, José Mujica, dijo al llegar a Caracas que Latinoamérica necesita “varios presidentes como Hugo Chávez, para acordarnos de los menos favorecidos. No conozco a nadie que haya practicado la solidaridad como la ha practicado el pueblo venezolano”, expresó el mandatario a la cadena Telesur.
Por su parte, el expresidente paraguayo, Fernando Lugo, y el canciller argentino, Héctor Timerman, también externaron su solidaridad con el Gobierno venezolano.
En ese contexto, la oposición adoptó una política de bajo perfil, mientras preparan su manifestación para el 23 de enero próximo. Sus principales dirigentes hicieron ver, sobre todo en los medios de comunicación venezolanos e internacionales, sus críticas a la situación.
“Oficialistas simulan acto de posesión ante ausencia de Chávez”, tituló la revista mexicana Proceso, en un artículo en el que calificaba de “excepcional y folclórica manifestación, que busca simular la toma de posesión del presidente Hugo Chávez”, las celebraciones del jueves pasado.
En todo caso, la oposición sigue a la expectativa del desarrollo del estado de salud del presidente Chávez, mientras que el Gobierno, despejada la duda sobre la instalación del nuevo mandato de Chávez, se enfrenta ahora al desafío de gobernar el país hasta que el mandatario pueda volver a asumir el cargo.
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