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Quien diga que existe democracia en Costa Rica miente tanto como si le dijera que la tierra es cuadrada. La corrupción globalizada y su bastarda parroquial versión a la tica impusieron un coup d’ etat al Gobierno y a la mentalidad democrática de la aldea, tiempo atrás.
No existen «partidos políticos». Lo que existe es un grupo influyente que trata de apropiarse de los tesoros de la piñata (los bienes de la aldea), con el frenesí del niño codicioso de la fiesta, fiesta electoral, apuñando y apuñalando furiosamente. Y todos son cumpleañeros. De un color un día y de otro el siguiente, según la puesta en escena.
Del otro lado de la ecuación sadomasoquista, nosotros, los ticos mansos, ultrajados a diario con impunidad. Vemos las atrocidades más obscenas ejecutadas sobre las instituciones forjadas para salvaguardar nuestros derechos cardinales, oímos las explicaciones más absurdas para justificarlas, con exasperante y estoica impotencia. Lo vemos en los saqueo de nuestras soluciones médicas de curitas y aspirinas, en nuestras empresas de gestiones baratas, cortoplacistas y no las correctas, en la rapiña de la educación del futuro, de pupitres cojos, o diluida entre la enésima cantidad de “Us”, del abuso y manoseo del poder, pasando de uno a otro y de vuelta, entre los mismos cumpleañeros. Lo vemos en el dinero que se nos va por los huecos en las carreteras, en los remiendos a esos huecos. En los tratamientos «económicos» en los hospitales de guerra, donde la mala praxis es la praxis, siempre reactivos, poco preventivos, las playas sucias y llenas de caza turistas, recién salidos de los búnkeres sobrepoblados que llamamos cárceles, los escasos policías para cuidarnos, mal pagados como los profesores, arrastrados al soborno por el amazonas de droga que surca desde los Andes hasta México… negligencia ad nauseam. La raíz del fin político es generar bien individual explotando el bien común, fundado por los viejos.
La corrupción es un problema que traemos en lo más fundamental de nuestra idiosincrasia. De una ideología sembrada por un líder, por la razón por la que existen las ideologías en política: hacer corderos estándar, ignorantes y mansos. Se declaró y se adoctrinó nuestra supuesta innata predisposición a la paz, mal interpretada, no como impugnación de la violencia militar, pero de toda confrontación. Se derivaron los anestésicos pasabolas del “pura vida”, el “tuanis”, el “porecito”, y con ellos el gusto por el camino fácil. El tico es esencialmente pasivo-agresivo, el resultado de instintos vitales sublimados. Somos “pura vida” y “tuanis” en la cara del demagogo y mafioso. El tico no te dice las cosas en la cara, pero te apuñalea por la espalda. Porque decir las cosas de frente en nuestra cultura no es pura vida, no así otras opciones para sacarse el clavo: el tico serrucha, chismea, miente, chotea, gorrea y berrea cubierto por la multitud. Desde la seguridad de su carro: pitando, madreando, colándose, pasando en el zarpe del rojo del semáforo, etc. Detrás de un escritorio o de lazos de sangre. La frustración por lo que se ve, que esto no sofoca, consume al que la porta. Costa Rica es la tierra de la birra y el guaro, tenemos fiestas que rivalizan a las más grandes del mundo en consumo. El escape patológico es la vía del estéril y el corrupto, escape de ganarse sudando la plata, de ser el bastión de una familia.
Pepe y su hartada de confites, en su evaluación acertada de nuestra impotencia reflejada en su desfachatada confesión, están grabados en nuestro inconsciente de Nación en una alegórica castración. Los abuelos ya fueron desterrados. No entienden como degeneró lo que era en lo que es, nada parece a su Costa Rica. De pie en el bus, mientras un joven se mete a Facebook, bien sentado en el asiento para discapacitados. Mi abuelo enfrentó a sus rivales y nunca robó un cinco. Hoy yace mal operado en una cama y sin una pensión apropiada. Va dedicado a él.
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