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Tiempos del Farolito (Veinte años del Centro Cultural de España en Costa Rica)

El siguiente texto está compuesto por fragmentos del libro Tiempos del Farolito. Veinte años del Centro Cultural de España en Costa Rica. Editado por Arlekín y escrito por Alexander Jiménez, este libro dibuja el lugar ocupado por el Farolito en el mundo cultural costarricense más reciente. Se trata de un libro coral en el cual intervienen, mediante relatos breves y entrevistas, una buena cantidad de personas que han tenido que ver con esa historia. De manera especial, el libro presenta los modos mediante los cuales el Centro Cultural de España ha contribuido en la maduración de campos del arte y la cultura como el cine, la literatura, el teatro, la danza, la crítica cultural, la música y las artes visuales.

El siguiente texto está compuesto por fragmentos del libro Tiempos del Farolito. Veinte años del Centro Cultural de España en Costa Rica. Editado por Arlekín y escrito por Alexander Jiménez, este libro dibuja el lugar ocupado por el Farolito en el mundo cultural costarricense más reciente. Se trata de un libro coral en el cual intervienen, mediante relatos breves y entrevistas, una buena cantidad de personas que han tenido que ver con esa historia. De manera especial, el libro presenta los modos mediante los cuales el Centro Cultural de España ha contribuido en la maduración de campos del arte y la cultura como el cine, la literatura, el teatro, la danza, la crítica cultural, la música y las artes visuales.

Un libro que es un festejo
Tiempos del Farolito es un libro festivo y no tiene mayores pretensiones que celebrar veinte años de existencia del Centro Cultural de España en Costa Rica. Ese es el clima afectivo y esos son los límites en medio de los cuales ha sido escrito.
Abierto en febrero de 1992, el Centro Cultural de España es un actor fundamental en la historia reciente de este país. Artistas, intelectuales, escritores y trabajadores de la cultura, en medio de una extraña unanimidad, coinciden en reconocerle un lugar aparte y una importancia distinta del resto de instancias culturales que operan en Costa Rica.
Sus horizontes de acción, sus políticas, sus proyectos, la riqueza de su progamación, su capacidad de leer los signos de los tiempos, su hospitalidad, la inolvidable presencia de sus directoras y directores, explican ese lugar aparte que el Centro Cultural de España tiene en los afectos, las prácticas y los imaginarios culturales de este país.
Dicho esto, el presente documento permite hacerse una idea de un tiempo particular de la cultura costarricense contemporánea. En esos veinte años transcurridos entre 1992 y el año 2012 ocurrieron muchas cosas significativas acerca de las cuales es preciso decir algo. Este libro lo hace sin pretender convertirse en el Libro de todas las cosas y otras muchas más, al decir de Quevedo.
Quizá alguien hubiese podido y querido hacer un mapa completo de la historia del Centro Cultural de España en Costa Rica. Algunas pretensiones de totalidad recuerdan el cuento de Jorge Luis Borges, titulado “Del rigor en la ciencia”. En él, un Colegio de Cartógrafos logra construir un mapa del imperio que tenía el tamaño mismo del imperio y coincidía puntualmente con él. Este libro tiene aspiraciones menos abarcadoras y está construido con una mayor conciencia de sus límites.
Así que este libro no es un recuento exhaustivo de todas las actividades y proyectos desarrollados durante estos veinte años. Estos son tantos y tan diversos que sería una pasión inútil intentar documentarlos. Pero, no siendo un libro exhaustivo, aquí están dibujadas las líneas esenciales del trabajo de esa época. Esto significa que, aunque no aparezcan todas las cosas ni todos los actores y trabajadores culturales, aliados, públicos, organizadores, participantes y trabajadores, en el dibujo que hacemos puede intuirse la cantidad y la riqueza de toda esa participación y de toda esta historia.
Un nombre luminoso
Muy pocas personas de este país utilizan el nombre completo del Centro Cultural de España en Costa Rica. Para la mayoría de nosotros, su nombre es El Farolito. Que el Centro Cultural de España en Costa Rica sea conocido como El Farolito revela una dimensión significativa de su naturaleza. Más breve y sugerente que su extenso nombre oficial, El Farolito designa un lugar, una forma de enunciación y una apropiación. Es como si desde sus inicios los visitantes y quienes tienen un lazo con él hubiesen decidido imaginarlo como suyo y demostrarlo mediante ese diminutivo luminoso.
A diferencia del vínculo con instituciones ajenas, desamoradas y hostiles, los lazos de los artistas, productores culturales y del público con El Farolito están marcados por la gratitud, la lealtad y el compromiso entusiasta. Escribir este libro supuso una constatación de esos afectos, incluso en los casos en los cuales se acompañan de reclamos y advertencias.
Un centro móvil que está en otras partes
Por la naturaleza de sus fines, El Farolito desarrolla distintas modalidades de acción. Hay eventos efímeros, circunstanciales, periódicos, anuales, y proyectos de muchos años. Quizá lo más visible en todos estos años haya sido la programación de actividades culturales en su sede. Se trata de una programación intensa y plural de actividades que han incluido, entre otras, exposiciones plásticas, intervenciones artísticas del edificio, conciertos musicales, ciclos de conferencias, presentaciones de libros, ciclos de cine, talleres, recitales de poesía y lectura de literatura, seminarios, ciclos de tertulias, salas de lectura, encuentros de grupos diversos.
Aunque al comienzo casi todas las actividades se realizaban en El Farolito, con el tiempo la programación ha ido ocurriendo también en otros espacios artísticos o culturales de San José y del resto del país. Ello incluye festivales y conciertos, intervenciones y presentaciones de grupos en teatros, parques, calles y diversos lugares públicos.
La programación del Farolito revela la variedad y calidad de la producción cultural del país. Ello es posible gracias a que ha logrado construir lazos fuertes con actores, investigadores, escritores, asociaciones, comunidades, productores y grupos muy diversos que constantemente han ofrecido y siguen ofreciendo eventos. Además de esos eventos, la programación se ha enriquecido con proyectos de producción cultural sostenidos y alentados en el tiempo por el mismo Farolito. Algunos de ellos tienen casi su misma edad. Es el caso de la Muestra de Cine y Video Costarricense cuya primera edición se realizó en su sede a finales de 1992. Otros proyectos fueron apareciendo con los años. Aunque solo sea a modo de ejemplo, podemos citar los siguientes: En Clave AfroCaribe, las Tertulias del Farolito, Miradas Subjetivas, Rock en el Farolito, Con Sello Indígena, Escalante Teatral, De música y músicos, CRmúsica, Escena Viva, Cine y Psicoanálisis, Mirando al Sur, Circunnavegantes, Nosilicona, Cuelga en el Farolito, Estación Limón, Estación Farolito, Radio Farolito.
Lo más obvio en el recuento de estos años es la consistencia, calidad, continuidad e intensidad del aporte cultural del Farolito a Costa Rica. Este aporte ha tenido una finalidad clara: contribuir al desarrollo humano del país y de las personas que lo habitan. En ese horizonte, ha financiado, apoyado, organizado y auspiciado importantes y diversos programas e iniciativas que han marcado la vida y el futuro de diversos campos culturales de este país. Además, ha cuidado la documentación de la vida artística  editando textos, discos, videos y materiales que luego se han convertido en una ayuda inestimable para el desarrollo de campos de investigación.
El debate público de una buena serie de temas urgentes vinculados con la realidad y la crítica cultural costarricense ha tenido en el Centro un centro. Es el caso de los debates acerca de la literatura, la identidad nacional, el hecho migratorio, la diversidad étnica y cultural, el desencanto político, la legalización de las drogas, los imaginarios sociales, las identidades sexuales, los modelos de convivencia y los regímenes de bienestar, los derechos de las minorías, la industria de la cultura. Durante veinte años el centro impulsó debates acerca de cómo es este país, cómo ha llegado a ser lo que es y de cómo, en cuanto cabe, puede dejar de ser lo que es.
 
Como un rizoma
En un cierto sentido, el trabajo de gestión del Centro Cultural de España en Costa Rica puede ser imaginado como un rizoma. Los rizomas son tallos subterráneos que crecen de forma horizontal mientras emergen raíces y brotes de sus nudos. En esos nudos no dejan de surgir tallos y nuevos bulbos. Es un modelo natural de producción múltiple en todos sus puntos que puede servir como metáfora para comprender las formas de trabajo y producción del Farolito. Para este, todo espacio de producción cultural, como un bulbo en el rizoma, puede generar a su vez muchos otros. Ello supone que la gestión cultural puede y quizá debe impulsar proyectos capaces de generar sus propias fuerzas, de renovarse continuamente, y de seguir abriendo mundos y posibilidades.
Una parte de su gestión cultural ha consistido en propiciar la maduración de gestores y gestoras en diversos campos como las artes visuales, la música, el cine, la edición, el teatro, la radio, el periodismo. Estas personas han tenido oportunidades de aprendizaje, experimentando de cerca el estilo de gestión del Farolito y de otras experiencias de producción y difusión de las culturas y las artes. Han aprendido y han diseminado su aprendizaje promoviendo y expandiendo buena parte de los campos culturales costarricenses. Curadoras y curadores, promotores de música, poetas, filósofos, grupos musicales, colectivos artísticos han aprendido cómo gestar y multiplicar proyectos sostenibles.
Pero eso no solo ha ocurrido en el centro del país. También ha existido, especialmente en los últimos años, una clara voluntad de contribuir a crear condiciones de gestión y producción cultural en otras zonas del país. En ese sentido, se han realizado programas de desarrollo de turismo cultural en conjunto con industrias culturales locales. Eso ha ocurrido por ejemplo en varios territorios indígenas, en las cuencas del Río Savegre y del Río Frío, en cantones rurales de Costa Rica. En esas y otras localidades, ha buscado contribuir a la formación de capital humano en gestión para el desarrollo mediante talleres de formación de promotores y gestores culturales, lazos de intercambio entre los artesanos de la zona, así como también la creación de talleres y festivales.
Además de procurar ese aprendizaje en la gestión, el Farolito mismo ha sido un gestor central de la producción cultural de los últimos veinte años. Ha movilizado dinámicas sociales, ha dirigido espacios de convivencia y de socialización mediante diferentes actividades culturales que llenan de vida los parques, los museos y las calles. De todo ello habla este libro.

Un centro para todos los países de este país
Como muchos otros países, Costa Rica ha descubierto tardíamente sus márgenes y sus minorías culturales. Quizá algunos de ellos siguen siendo una tierra incógnita para la mayoría de los costarricenses. Algunos intelectuales hablaron de esos grupos y lugares como “zonas nebulosas”. Esas zonas oscuras de la historia costarricense incluyen poblaciones, regiones, provincias enteras, y gente, mucha gente: los territorios indígenas, Guanacaste, Limón, las zonas fronterizas, muchas de las zonas costeras, los barrios marginales.
Hay otros márgenes y están fuera del país. Por diversas razones que no es el caso reconstruir, también el resto de la región centroamericana ha sido terra incognita para Costa Rica. Desconocidos para nosotros mismos, también tenemos una historia de desconocimiento activo respecto de los países que nos circundan y que son parte de nuestra misma historia. A veces da la impresión de que este es un país que ha decidido imaginarse  a sí mismo como si no tuviera una historia regional que lo marca y lo define, como si fuese una ínsula extraña y flotante sin historia y sin vecinos.
Pues bien, el Centro Cultural de España en Costa Rica, desde muy temprano, intuyó que en ese vacío había un lugar de trabajo. Obviamente no fue el único que lo supo, pero lo supo pronto y ha sido consistente con el impulso a las producciones culturales de aquellos márgenes nacionales y centroamericanos.
El Farolito ha apostado de manera clara y consistente por una política de descentralización de la producción cultural costarricense. Lo ha hecho aportando a entidades, grupos o individuos que habitan fuera de los habituales circuitos culturales del centro del país.
El reconocimiento de las minorías culturales constitutivas de las sociedades modernas es un proyecto inconcluso en casi todas ellas. Los marcos legales, cuando existen y tienen consecuencias, algo que ocurre pocas veces, no parecen suficientes para garantizar el disfrute de los derechos y el desarrollo humano de quienes pertenecen a dichos grupos. Estas personas suelen experimentar exclusiones, violencias y ausencia de reconocimiento. Todo ello produce o es resultado de la desigualdad material y cultural.
Quizá el logro mayor del Farolito sea su forma de instituir significados acerca de lo que es la cultura en un país como Costa Rica. Aunque algunos de esos significados han sido elaborados tardíamente, lo cierto es que el lazo entre cultura y desarrollo es una marca fundamental de la historia del Farolito. Junto a este centro cultural, artistas, intelectuales, gestores, productores y públicos diversos, hemos aprendido a entender el vínculo inescindible que ha de haber entre la producción cultural y el desarrollo humano de personas y países. Por eso la apuesta incansable por la diversidad, por las minorías, por los márgenes y las periferias, los niños y las niñas. Por eso también el constante ejercicio crítico acerca de las identidades, las prácticas sociales, y los patrones de convivencia. En el fondo de todos sus proyectos y programaciones es posible encontrar siempre la poderosa intuición de que la cultura es un producto y es un factor de humanidad.

Y para qué poetas en tiempos de penuria
En la sétima estrofa de su elegía “Pan y vino”, Holderlin se preguntaba: ¿Y para qué poetas en tiempos de penuria? Era una pregunta acerca del lugar de los poetas en tiempos y lugares de los cuales los dioses han huido, tiempos desolados[1]. Martin Heidegger dedica una atención especial a este verso en su conferencia “Y para qué poetas”, pronunciada en 1946. Para Heidegger, tiempo de penuria designa la época de la noche del mundo, tiempo tan precario que no es capaz de sentir la falta de Dios como una falta.
La pregunta ¿Y para qué poetas en tiempos de penuria? puesta aquí, en este libro, carece del sentido trascendente y dramático que tenía en Holderlin y Heidegger. Sin embargo, despojada de su significado original, y designando una forma de inquirir acerca de cosas  más inmediatas, la pregunta permite pensar los límites de un tiempo difícil para el arte y la cultura.
¿Para qué poetas, bailarines, cineastas, actrices y músicos en tiempo de penuria, tiempos en los cuales parece fácil convencerse de que el arte y las producciones culturales están de más?  En tiempos de crisis y desigualdad aparecen ansiedades y murmullos que invitan a imaginar el arte y la cultura como bienes suntuosos que han de ser sacrificados. Pero quizá sea en épocas así cuando es más necesario contar con producciones artísticas y culturales que ayuden a pensar, a sentir, a imaginar los mundos que hacen falta en este mundo.
La cultura humaniza, es decir, hace posible el florecimiento de los seres humanos como tales. Ello implica que la cultura no es un campo prescindible, sino una necesidad humana. Por esta razón, no es válido el argumento según el cual en tiempos de penuria y pobreza lo mejor es abandonar o empobrecer la cultura. Al contrario, en tiempos así es preciso enfrentar la desigualdad, la marginalidad, la carencia con más cultura y más arte.
¿Qué hacer, entonces, en medio de estos tiempos difíciles y de recursos escasos? El actual director del Centro Cultural de España en Costa Rica, Andrés Pérez, dice algo al respecto:
“Es una época de incertidumbre en toda Europa, me imagino que también en Costa Rica. Pero nosotros estamos buscando nuevas fórmulas… Quizá de las crisis hay que sacar la parte positiva. La parte positiva es que nos obliga a gestionar mejor y ser más selectivos con algunos proyectos… tratamos de racionalizar los temas de cooperación, pues también tenemos que racionalizar nuestra gestión: tratar de ser más eficaces. A veces con menos plata se hacen las mismas cosas o, si se puede, más… No hemos renunciado a programas… Estamos trabajando de la misma manera que estábamos trabajando y vamos a seguir haciéndolo. ¿Incertidumbres? Pues muchas… incertidumbres siempre hay, no vamos a decir que no. ¿Qué puede pasar? Pues no sabemos. Pero aquí estamos de pie, funcionando, y espero que por muchos años más”[2].
En este tiempo incierto y de recursos cada vez más escasos, el director del Centro Cultural de España, Andrés Pérez, tiene claro que es preciso ensayar búsquedas acerca de cómo trabajar, construir alianzas y seleccionar los proyectos. Pero también tiene claro algo más: la cooperación cultural espanõla y El Farolito seguirán construyendo mundos junto a nosotros. Los tiempos del Farolito siguen abiertos.
 

[1] Martin Heidegger. “Y para qué poetas?”. En: Caminos de bosque. Madrid: Alianza, 2000. 199-238.
[2] Andrés Pérez. Entrevista. 9 de marzo de 2012.

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