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Como fundadora y primera directora del Centro Cultural Español le tocó abrir camino en esa actividad de cooperación y su gestión cambió para siempre la dinámica de la actividad cultural en el país. Al cumplirse, a finales del año pasado, los primeros 20 años de ese centro cultural que ella se empeñó en bautizar como El Farolito, coincidió que estaba por Costa Rica gracias a la invitación de una amiga personal y una vez más demostró su espíritu inquieto y multifacético: colaboró en un homenaje a Antidio Cabal, realizó dos conciertos mostrando una faceta hasta entonces desconocida en Costa Rica, pero que ha cultivado en España, la de cantante, y una vez más dio muestras de esa actitud emprendedora que tanto afecto y agradecimiento le ha agenciado en Costa Rica. En esta breve entrevista conversamos con ella sobre aquellos años del inicio, con escaso presupuesto y mucho entusiasmo, sobre su visión del trabajo en la gestión cultural, como preámbulo al comentario de Alexander Jiménez sobre la publicación que se hizo para este vigésimo aniversario y que recoge el recorrido del Centro Cultural de España.
-¿Cuáles fueron los principales retos que se planteó al asumir el Centro Cultural de España en Costa Rica en 1992?
Llegué en setiembre de 1991 para asumir como directora del Centro Cultural de España en Costa Rica y lo primero era conocer cómo estaba la situación cultural en el país, cuál era el nivel de desarrollo cultural más allá de las cifras, que, por supuesto, ya había estudiado. Quería ver en vivo y directo qué había, qué era lo que se hacía, para saber con claridad en qué podía ser útil, qué podía aportar.
El otro reto más importante era el llegar a la juventud, porque sí había detectado, en esa indagación que había hecho, que la media de edad de las personas que asistían a las actividades culturales era bastante alta.
-La actividad cultural era muy distinta a la que se tiene ahora en el país, de manera que además se trataba de conocer e incidir en una sociedad que hasta entonces desconocía.
Bueno, yo estudié ciencias políticas con dos años de especialidad en asuntos iberoamericanos; además de que por familia siempre estuve muy vinculada a América Latina: mi abuela era colombiana y mi padre catedrático de historia de América precolombina. De manera que siempre viví en un mundo muy cercano a Latinoamérica. Por supuesto que sabía algo de Costa Rica aunque nunca había estado aquí; conocía de su historia tan singular en el contexto centroamericano y latinoamericano en general. Pero no es lo mismo saberlo así que cuando pones el pie en la tierra, el clima, el calor, la humedad, la mirada de la gente… lo que hice fue abrirme a percibir todo aquello. Porque la cultura es todo eso, cómo vive la gente, cómo mira, cómo respira. Yo tenía que estudiar todo eso, que no viene en los libros.
-Además era una labor pionera, se trataba de abrir el centro cultural, emprender algo nuevo.
Sí, eso me hacía particularmente emoción. Porque no es lo mismo gestionar un centro cultural que ya está en marcha que pensar por dónde empezar, qué se va a hacer, y poner toda la energía en crear algo nuevo siempre es un reto muy interesante.
Es que yo provengo también de movimiento cultural en mi país, desde los 18 años anduve en pequeñas asociaciones culturales de barrio, algunas que nacían y morían a los dos meses, muchas cosas. En fin que era como una continuación de mis inquietudes personales y profesionales y además con tener la posibilidad de tener un local con condiciones para hacerlo. Se trataba de articular esfuerzos e iniciativas, era un espacio para apoyar y que la gente pudiera echar a andar proyectos.
-Sin duda, la labor de esos años en el Centro Cultural de España afectó toda la dinámica cultural en el país, desde las instituciones oficiales, así como los otros centros culturales y hasta la actividad privada. ¿Cuál fue la clave de esa forma de hacer labor cultural con tan espléndidos resultados?
Primero, gracias por esa apreciación, ojalá haya sido así. Bueno, siempre he creído que el principal elemento en la gestión cultural es la actitud. Yo lo que intenté básicamente fue abrir los ojos y mirar, escuchar a todo el mundo, en todo el abanico de expresiones culturales que iba descubriendo y hacerlo con mucho respeto. El país tenía un desarrollo cultural muy interesante, había áreas muy consolidadas, otras no tanto pero sí activas o con gente deseosa de hacer cosas, de manera que me interesé por conocer y estimular las vanguardias. Tenía el interés además de atraer a los jóvenes para que fueran protagonistas de ese centro cultural.
Mi di cuenta, por ejemplo, de que el sector audiovisual estaba bastante débil. Entonces empecé a buscar cómo hacer algo para favorecer que ese sector empezara a crecer en relación con otras actividades que estaban más consolidadas.
-Bueno, precisamente así inició la primera muestra de cine y video y ahora es un sector que ha crecido mucho. ¿Cómo ve 20 años después los frutos de aquel trabajo pionero en el Centro Cultural de España?
Veinte años después siento una gran satisfacción. Por una parte, esa actividad cultural que desde que vine a este país siempre me pareció muy interesante, es muy dinámica y llena de propuestas y espero haber contribuido a facilitar que eso se desarrollara. Por otra parte, me alegra mucho que El Farolito, nombre que reivindico porque insistí en que lo tomáramos de la pequeña rotonda que está frente al Centro Cultural, se haya convertido en una referencia de la actividad cultural, incluso de la geográfica.
-Finalmente, hay temor de que la actividad cultural en El Farolito se vea seriamente reducida producto de la grave situación económica en España y que al recortar presupuestos la cooperación cultural pueda desaparecer.
Bueno, a mí no me asusta en lo más mínimo. Cuando abrimos el Centro Cultural tampoco era un momento boyante en la economía española, teníamos entre un 18 y 20 por ciento de desempleo. Yo sé que tenía un presupuesto muy bajo y no por eso dejamos de hacer muchas cosas. Cuál es la clave para trabajar con un bajo presupuesto, pues lo vuelvo a decir: una actitud. Querer hacer cosas en el medio que sea. No me asustaría porque ya no hay que hacer nada solos, se puede seguir adelante con una mayor participación de las contrapartes, hacer todo compartido, para que la actividad siga en El farolito. Es que la cultura, como dice la UNESCO, es el vínculo de amistad y unión de los pueblos, hay que llevarlo a la práctica y llamar a todas las puertas.
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