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Hay amantes de amantes. En el contexto popular, ser amante implica un aire de prohibición y de pecado. Hablo ahora de los amantes que viven en el caos, amando el caos, propiciando el caos.Caos es la intranquilidad y la desaparición de aquello en que se confía para vivir. Se siente el caos y se vive en el caos, y eso sucede cuando nos matan o nos quitan las creencias. Es más importante, para nuestra vida humana, lo que creemos que lo que pensamos y hay algunos, los amantes del caos, que destruyen las creencias en que otros están.
¿Es ético ese comportamiento de los amantes? Por sus consecuencias e invasiones en la vida individual y colectiva de los otros, ese comportamiento no es definitivamente ético. No es ético porque destruye la confianza de los demás y en los demás, porque se origina en intenciones poco claras de conciencia, generalmente sustentadas en el engaño, la destrucción, la violencia y la muerte. No es ético, ese amor perverso, perverso por sus orígenes, por sus medios, por sus propósitos, no es ético, es político, oportunistamente político. Eminente y decididamente político.
Ante ese proceder queda algo más diáfano y elocuente. Y los amantes del caos le temen cuando lo encuentran de frente y repleto de respeto y dignidad: ¡la resistencia con fe y caridad! Resistencia de valientes en el amor, que es la única revolución decente.
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