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Los hongos son unos organismos vivientes maravillosos. Son, de hecho, la interfaz entre la vida y la muerte; centinelas invisibles (pero siempre presentes) del ecosistema. Por si fuera poco, los hongos también crean el suelo bajo nuestros pies, generan la lluvia en el cielo y propician una conciencia de la unidad en la mente de la humanidad… Permitan que me explique; puesto que hay mucho en los enunciados anteriores que debe ser desenvuelto y discutido en el proceso de este artículo. Consiéntanse acompañarme, pues, en este viaje que nos adentrará en el fascinante mundo de los hongos y su importancia global, local y personal.
Es posible que los hongos —ignorados por la mayoría, vilipendiados por algunos— resulten ser elementos clave tanto para la salud humana como la del planeta. Las más amplias implicaciones y posibilidades de estas diversas y poco conspicuas formas de vida son raramente reconocidas, inclusive por los mismos micólogos. No obstante, avances recientes en el estudio científico de distintas especies de hongos apuntan hacia un futuro en el que estos excepcionales organismos serán un componente cada vez más esencial en la tarea de sanar hábitats e individuos; en la labor de rescatar ecosistemas dañados y mentes perturbadas.
El rol indispensable de los hongos en el reciclaje de la materia orgánica, especialmente en los bosques y selvas, ha sido reconocido desde hace mucho tiempo. Los hongos son los grandes recicladores del planeta: que desensamblan las moléculas orgánicas complejas hacia formas más simples, lo que a su vez nutre a otros miembros de la comunidad ecológica. Básicamente, los hongos −al devolver al medio los elementos y sustancias asimilables por otros seres vivos− permiten el flujo de energía y nutrientes a través de los sistemas ecológicos. Sin los hongos, todos los ecosistemas fallarían.
En efecto, los árboles y otras plantas verdes no podrían crecer y alcanzar la madurez sin las asociaciones simbióticas con los hongos, al menos con el micelio, la red de hebras fúngicas en el suelo que actúan como interfaz entre las raíces de las plantas y los nutrientes. Un macrohongo (o una seta) es solo la estructura reproductiva o el cuerpo fructífero del micelio; las membranas miceliales son el verdadero cuerpo del ser fúngico: red invisible que corre a través de virtualmente todos los hábitats, liberando fuentes de nutrientes almacenadas en las plantas y otros organismos, creando (y manteniendo la estructura de agregación) suelos y realizando muchas otras funciones cruciales.
Además, recientemente se descubrió que en las selvas tropicales, los hongos son importantes contribuyentes a la formación de las nubes y, por lo tanto, a la precipitación. Sales de potasio liberadas por los hongos inician la formación de partículas de aerosol sobre las cuales la humedad del aire se condensa; estos permiten, así, la creación de las gotas de lluvia. De modo que los hongos tienen una influencia directa en la cantidad y las propiedades de las partículas de aerosol en el aire y, por consiguiente, también en la formación y la composición de las nubes y la precipitación. Ello tiene importantes implicaciones, sugieren los investigadores, para una mejor estimación de la influencia de las actividades humanas en el cambio climático global en el futuro.
Finalmente, tenemos a los hongos alucinógenos (del género Psilocybe), los cuales han sido considerados por numerosas culturas como sacramentos y medicinas del más alto grado. Modernos y rigurosos estudios han demostrado que los efectos de estos hongos son indistinguibles de los de una experiencia espiritual (o mística) espontánea, y que una de las características de esta vivencia es un sentimiento incontestable de profunda unión con el mundo. De manera significativa, estos hongos parecen habilitar una perspectiva recursiva en nuestra conciencia egoica usual, impeliéndonos a lidiar con un universo de interconexión. Un número creciente de profesionales de la salud sostienen que el trabajo responsable con los hongos psilocibios (e.g. como herramientas en la psicoterapia y para el desarrollo personal) tiene un potencial salutogénico; es decir, que puede realzar la salud física, mental y espiritual. Así, patrones rígidos de sentimiento, pensamiento y comportamiento se pueden aflojar. Además, el sí mismo puede reacomodarse y desarrollar profundamente sus recursos internos y externos.
Tan solo nos hemos limitado a rozar la superficie de las implicaciones y posibilidades de los hongos para la salud humana y del planeta. En todo caso, se puede vislumbrar la promesa de una nueva era de provechosa micorrestauración ambiental y mental.
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