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Con la visión clásica de la Odisea y la Iliada de Homero, la ensayista Isabel Ducca Durán nos invita a reflexionar sobre las funestas consecuencias que acarreó la invasión de Estados Unidos a Irak en su ensayo, que intentaremos parafrasear.
El texto presenta los héroes que caracterizan a estas dos obras de la literatura clásica: Aquiles y Ulises. El primero es el héroe de la Iliada que ha sido objeto de ofensa por Agamenón y este se niega a combatir. Sin embargo, solo la muerte de Patroclo, su fiel amigo, lo empuja al combate contra los troyanos. El segundo es Ulises (Odiseo) que logra doblegar las altas murallas de Troya al introducir, a la ciudad, el inmenso caballo donde se esconden los mejores combatientes aqueos.
Por otra parte, Odiseo se configura como el héroe por excelencia, por el afán de justicia, por el arrojo en el combate, es decir, encarna el máximo ideal del hombre griego: la “areté” sintetizado en la armonía entre el alma del guerrero y sus acciones. Aunque, ya saben ustedes que Odiseo fue uno de los primeros políticos-demagogos: lisonjero, falaz, elocuente… Amén de promocionar la masculinidad perfecta.
¿Y qué tiene que ver la invasión a Irak, por Bush, y una coalición de países, y la continuidad de Obama? ¿Qué tienen que ver los héroes griegos con los héroes del ejército de Estados Unidos?
En el discurso de George W. Bush dirigido a los estadounidenses (19 de marzo del 2003), se esgrime la justificación de la invasión: las “armas de destrucción masiva” en poder de Saddam Hussein y el apoyo de este a grupos terroristas (Ducca, I. De Odiseo a Obama. Masculinidad hegemónica y relaciones asimétricas. Heredia, EUNA. 2012:39-41).
La segunda interrogante se devela con el testimonio del soldado Jimmy Massey (Cowboy del infierno): “Tengo 32 años y soy un asesino psicópata entrenado. Las únicas cosas que sé hacer es vender a los jóvenes la idea de enrolarse en los Marines y matar…” (Ídem. p.107) Esta confesión es producto de las operaciones siniestras que realiza en contra de civiles y de cualquier sospechoso de terrorismo. En esa misma línea, la ensayista presenta el trabajo documentado de la periodista Imán Ahmad Jamás: “Lo que en el discurso de George Bush se evade, oculta, tergiversa e invierte, en su trabajo se muestra, se palpa y se desnuda: la otra cara de la invasión. El dolor de la masacre y el despojo revelan lo que significa verdaderamente estar en la punta de mira del Pentágono y las Fuerzas Armadas estadounidenses” (p.123).
Es evidente que los héroes griegos y troyanos en nada se parecen a los invasores de Irak. Aquellos combatientes se asemejan en fuerza, destreza y valor, pero vencedores y vencidos se hermanan en el dolor, según lo señala la ensayista. Los marines disfrutan con las torturas, los ajusticiamientos y las masacres de civiles como lo denuncia Imán Ahmad Jamás.
Tal vez el premio Nobel de la Paz (2009), Barak Obama, nunca lea el testimonio de su marine Massey, y en sus sueños disfrute el petróleo que las transnacionales de Estados Unidos e Inglaterra protegen en Irak.
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