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“El público necesita grandes dimensiones para impresionarse”, dijo Francisco Paco Zúñiga (1912-1998) cuando vino a Costa Rica en 1975 y participó en una de las entrevistas que el periodista Carlos Morales recogió en su libro “El café de las cuatro”.
Esa aseveración, no obstante, no tiene ningún asidero en relación con su magnífica obra escultórica desperdigada por San José, la cual pasa en la mayoría de los casos inadvertida por los miles de transeúntes que a diario visitan la capital.
Preocupados por recuperar la escultura pública de Paco Zúñiga, considerado el más grande escultor del país −aunque la mitad de su vida la pasara en México, donde incluso lo consideran un artista suyo−, en el Museo de Arte Costarricense (MAC) idearon una estrategia para tratar de volver visible siete de sus más grandes obras.
Se trata de “La ruta de las esculturas”, que le permitirá al público detenerse y mirar las piezas de este gran creador, ubicadas en el vestíbulo del Instituto Nacional de Seguros, “La familia”; en el Centro Nacional de la Cultura (CENAC), “Evelia con batón”; en la Plaza de las Garantías Sociales, el Monumento a Calderón Guardia; en el Edificio de Correo, “Yalalteca”; en el Hospital de la Mujer, “La maternidad“; y en el MAC, donde se encuentra en custodia temporal el Monumento al Agricultor y “Mujeres caminando”.
En ese San José donde la gente va y viene, ataviada con sus ropas de trabajo, atrapada por ruidos perennes de la ciudad y en la que transita con sus preocupaciones a flor de piel, las esculturas de Zúñiga son testigos mudos de cómo la ciudad pasa y no ve, tiene y no sabe, y de cómo el arte en general, con el tiempo, termina por ser un objeto más que se pierde entre la multitud.
Por esa razón, “La ruta de las esculturas” requiere que el paseante se detenga y mire la complejidad de las formas, se preocupe por ahondar en los materiales con que fue creada esa obra y se interese por el autor, porque el buen arte —como es el caso del de Zúñiga— por sí solo representa un encuentro y una escuela que está al alcance de su vista.
RECUPERAR LA SENSIBILIDAD
Esteban Calvo —curador de la exhibición sobre Zúñiga que actualmente está en el MAC, y quien trabajó en la concepción y la investigación de “La ruta de las esculturas”— afirma que “la posibilidad de contemplar obra monumental en su espacio natural es una experiencia siempre enriquecedora, porque una cosa es una pieza en un museo y otra inserta dentro de la trama urbana”.
En efecto, la vida de la ciudad condiciona, mejora y obstaculiza la apreciación de esa obra, pero en medio del caos y del bullicio el arte puede imponerse. Y ese es el desafío que lanza el espacio público en el que están las mencionadas obras.
El primer desafío en relación con el arte y con la escultura en particular es recuperar la posibilidad de ver. ¿Por qué se invisibiliza el arte en el espacio público con el pasar del tiempo? Esa es una de las grandes preguntas que propone “La ruta de las esculturas” dedicada a Paco Zúñiga.
“Hay que ver el comportamiento de la gente y de cómo se terminan apropiando de una pieza con fines diferentes a los concebidos, como pasa en el caso de Costa Rica, donde algunos monumentos sirven como punto de referencia para ubicarse dentro de la ciudad y para dar direcciones”, precisa Calvo.
Lo que ocurre con las piezas de Zúñiga −esculpidas en bronce seis de ellas, excepto “La maternidad” que fue tallada en piedra−, sucede también con otros monumentos, como reconoce el curador.
“En realidad no solo sucede con estas piezas de Zúñiga; con la gran mayoría de obras de carácter público pasa que con el tiempo llegan a formar parte del mobiliario y paisaje público”, acotó.
LAS ESCULTURAS
Las siete piezas que conforman “La ruta de las esculturas” encierran en sí mismas una historia, aparte del valor que como arte ya poseen.
De esta manera, “La maternidad” −la más antigua de las obras, que data de 1935− desató en aquel entonces un verdadero vendaval en el mundillo artístico costarricense.
Todo surgió por las expectativas que se crearon en torno a la obra, que debía de tallarse en mármol y responder a un estilo europeo. Zúñiga, por el contrario, decidió tallar la escultura en piedra volcánica obtenida en Cartago y le dio relieves simples a la madre y al niño. Pese al escándalo, ese año Zúñiga ganó el Primer Premio de Escultura en la Exposición de Artes Plásticas, concurso convocado por el Diario de Costa Rica.
No obstante, esas discrepancias en torno a “La maternidad” fueron uno de los alicientes que lo motivaron a hacer maletas e irse a México, donde el muralismo de Diego Rivera y Siqueiros hacía escuela, y donde Zúñiga se decantaría de manera definitiva por la escultura, con lo cual dejaba atrás su primera ambición de ser pintor.
“Me había vuelto muy estilizado”, dijo en la citada entrevista de “El Café de las Cuatro” —libro recientemente editado por la Universidad Estatal a Distancia— y “el color no me salía natural”, confesó.
La otra obra que ha sido noticia y que forma parte de “La ruta de las esculturas” es el Monumento al Agricultor, la cual está en custodia mientras es reparada, dado que fue objeto de vandalismo y algunos incluso insinúan que ese brazo fue robado con otros fines.
Esta pieza data de 1974 y es un conjunto escultórico tallado en bronce. Además del brazo robado, le cortaron un dedo y la mancharon de pintura. En el 2011, se denunció que el Monumento al Agricultor, ubicado en un principio en Alajuela, era objeto del abandono y destrucción.
Sobre el futuro de esta obra, que el público puede apreciar si sigue el mapa trazado en “La ruta de las esculturas”, Calvo explicó que este año será totalmente restaurada y que para tales efectos se destinó un valioso presupuesto.
Por su parte, “Yalalteca”, realizada en 1981, vincula a Zúñiga con las raíces indígenas que también conocía y a las que terminó de acercarse durante su estancia en México. Inspirada en una indígena que vendía chiles en el mercado de Yalala, en Oaxaca, en realidad la escultura forma parte de una serie de cinco piezas talladas en su tamaño natural.
La obra al doctor Rafael Ángel Calderón Guardia, de 1974, en un principio estuvo ubicada en la explanada del Hospital México, pero durante el Gobierno de Rafael Ángel Calderón Fournier los responsables del Ministerio de Cultura y Juventud consideraron que en la Plaza de las Garantías Sociales, donde está hoy, podría apreciarse mejor.
En el caso de “Evelia con batón”, es una escultura que −como aclara el MAC− fue donada por el artista y fue expuesta en Estados Unidos y Europa, antes de llegar a Costa Rica. Es una mujer creada en bronce, con base en una modelo que por muchos años trabajó para el artista y data de 1978.
“La Familia”, en la parte frontal del Instituto Nacional de Seguros (INS), muchas veces pasa desapercibida, fue creada en bronce en 1978. Del mismo año es la escultura en bronce “Mujeres caminando”, que se encuentra en el jardín escultórico del MAC.
Son siete obras que tienen el sello indiscutible de Paco Zúñiga, ese hombre que un día abandonó Costa Rica para irse a codearse con los más grandes del arte latinoamericano y que ganó esa batalla en solitario, y tras su partida, dejó un invaluable legado que está al alcance de cada uno de los que transitan por el San José de hoy.
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