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El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, en su próximo gobierno deberá integrar a un partido de centro, a los ultra-ortodoxos, o a todos ellos en la misma formación aunque sean, en principio, antagónicos.
“Victoria con severo castigo” y “reinado muy difícil” fueron expresiones utilizadas por analistas internacionales para calificar los resultados electorales en Israel, el pasado martes 22 de enero.
El primer ministro Benjamín Netanyahu convocó las elecciones de forma anticipada el año anterior, para aprovechar su alta popularidad y resolver un impasse creado durante la votación de un duro presupuesto.
Los resultados no parecen haber llenado sus expectativas. Su coalición de derecha, conformada por el Likud y Beitenu, el partido del excanciller Avigdor Lieberman, vio reducir sus 42 escaños en el anterior parlamento a 31 en el recién elegido. Menos aun de los 32 a 35 que les atribuían las encuestas electorales de la víspera.
Lieberman, el número dos de la coalición de gobierno, reveló en su discurso que ese no era el resultado esperado y, solo tres días antes de las elecciones, aseguró que obtendrían 40 diputados.
Ante el resultado, las miradas se dirigieron a las dos nuevas estrellas del firmamento político israelí: Yair Lapid, un expresentador de televisión y líder del recién creado partido Yesh Atid, y su contraparte, el “joven y carismático” Nafatali Bennett, de 40 años, un multimillonario de posiciones conservadoras radicales que encabeza el partido Habayt Hayehudi (La Casa Judía), partido que se benefició con la pérdida de votos de la coalición Likud-Baiteinu.
Bennett, que daba por seguro ubicarse en el tercer lugar del escenario electoral, tuvo que conformarse con el cuarto, con 12 escaños, frente a los 19 de Lapid.
Integrado por 120 diputados, el parlamento israelí, la Knesset, volvió a quedar −como es tradicional− muy fragmentado, con 12 partidos representados, incluyendo 3 árabes muy minoritarios. Netanyahu necesitará por lo menos 30 votos más para conformar la mayoría de gobierno.
COALICIONES
Las coaliciones de gobierno “apuntarían esencialmente a dos grandes alternativas, siempre lideradas por la coalición vencedora Likud-Beitenu”, dijo Víctor Manuel Amado Castro, investigador del Instituto de Historia Social Valentín de Foronda (España) e invitado en la Universidad de Tel Aviv.
Según Amado, la alternativa que quizás le agradaría más a Netanyahu sería un Gobierno con la formación liberal de Lapid, menos ultrareligioso que sus otras opciones. De este modo, agregó, el partido sefardí Shas (que logró 11 diputados) perdería “el papel de bisagra que ha venido teniendo desde 1988 en la política israelí”. Pero los 31 diputados de Likud-Beiteinu, más los 19 de Yesh Atid suman apenas 50, lejos aún de la mayoría requerida.
La otra opción “podría ser conformada con los nacionalreligiosos y los partidos ultraortodoxos, tanto sefardíes (Shas) como askenazis (Unión Judía por la Torá)”. Sería, según Amado, “un gabinete de ultraderecha dominado por formaciones halcones, las más reacias a los acuerdos con los palestinos y, en algún caso, contrarios a la existencia de su Estado”.
Este sería el caso de Bennett, el líder de Habayt Hayehudi, cabeza de un grupo que promueve los ilegales asentamientos judíos en territorio palestino y a quien se atribuye afirmaciones como las de que no debe haber nunca un Estado palestino. Su eventual presencia en el Gobierno alejaría toda esperanza de detener una política que provoca las mayores tensiones entre Israel y Palestina.
Como contrapartida, un Gobierno con Yesh Atid podría tener otro carácter. A ese partido se le atribuye ser el defensor del laicismo, frente al creciente poder de las fuerzas religiosas en Israel. El nombre de su líder, Yair Lapid, era mencionado ya como posible futuro canciller, sin que se sepa si eso implicará cambios en la política de promover los ilegales asentamientos en territorio palestino, de la que es partidario el propio Netanyahu.
En sus primeras declaraciones después de las elecciones, Lapid afirmó que “los ciudadanos de Israel le dijeron no a la división, al extremismo y a la antidemocracia”.
Otro dirigente de Yesh Atid, Karin Elharhar, consultado sobre la posibilidad de integrar una eventual coalición de gobierno, afirmó: “No decimos no a nada. Tenemos que sentarnos con el resto de partidos y ver cuáles están dispuestos a aceptar nuestros principios”.
En todo caso, las especulaciones no excluyen un Gobierno conformado con Habayit Hayehudi y Yesh Atid, que le darían a Netanyahu una estrecha mayoría de 62 votos.
PALESTINA
El tema palestino estuvo prácticamente ausente del debate electoral. “La gente ha entendido que después de Oslo, de Gaza, de todos los intentos, la solución de los dos Estados no es viable. Tenemos que quedarnos con todo el país”, opinó Johnatan Shedboon, candidato de Habayit Hayehudi durante la campaña. “Para mí no hay diferencia entre Tel Aviv y Judea y Samaria (Cisjordania, territorios palestinos). Todo es Israel”, estimó. No hubo gran contestación a esas propuestas durante la campaña.
El periodista español, Miguel Ángel Bastenier, estimó en ese sentido, que “la derechización de la sociedad israelí tiene un nombre: el aumento de la influencia de los colonos” y la gran migración de judíos desde la antigua Unión Soviética.
“Nunca se ha hallado el conflicto más lejos de una solución equitativa. En los últimos 20 o más años, se ha producido en Israel una involución en la que la derecha se ha mostrado incesantemente capaz de desdoblarse en una derecha cada vez más extrema”, afirmó.
“No parece que, cualesquiera que sean los resultados, vaya a alterarse una conclusión básica: la idea de dos Estados −uno palestino y el otro israelí, codo con codo− está muerta y enterrada”, enfatizó.
Si la paz es imposible, la expropiación de los palestinos es la opción “menos mala” para Israel, en opinión de muchos electores.
La construcción de asentamientos judíos en territorio palestino creció un 300 % en el 2012, en comparación con el 2011 −según datos de prensa− y más de 500 000 judíos viven hoy en asentamientos coloniales, en lo que se ha transformado en uno de los aspectos más sensibles del conflicto entre palestinos e israelíes.
Un tema que ha adquirido una gran importancia, desplazando el de las negociaciones con los palestinos, es el de la seguridad. Netanyahu reiteró que “no permitirá que Irán enriquezca uranio para usos militares, algo que, según ha advertido, ese país podría conseguir el próximo verano”.
“Impedir un Irán nuclear ha sido y será mi principal objetivo como primer ministro”, afirmó días antes de las elecciones.
Los cambios que están ocurriendo en el mundo árabe alrededor de Israel han estimulado una sensación de inseguridad, en opinión de diversos analistas.
Camil Fuchs, un profesor de estadística y analista del canal 10 de noticias de Israel, estimó que la sociedad israelí se ha hecho más “insular” y que la “primavera árabe” no ha ayudado. En declaraciones a la televisión qatarí Al Jazeera, Fuchs destacó que los “partidos islámicos han ganado elecciones en Egipto y Gaza, y hay hoy una actitud política en Israel que inspira temor y desconfianza hacía nuestros socios palestinos, lo que es un terreno fértil para la derecha”.
Una opinión tiene el español Amado Castro, quien estimó que “en la agenda del próximo gabinete, además de los asuntos domésticos, estará el solventar el mayor reto geoestratégico de Israel en los últimos 30 años. Esto es su soledad regional e internacional”.
CRECE LA POBREZA
Según la BBC, una encuesta reciente reveló que “por primera vez en años, la mayoría de los israelíes sitúan los asuntos socioeconómicos a la par de las cuestiones de seguridad a la hora de emitir su voto”.
En 2011 y durante semanas, Jerusalén y Tel Aviv fueron escenario de protestas inéditas contra los elevados costos de vida en una clara señal de enfado con el Gobierno de Netanyahu. Las cuentas del pasado ejercicio se saldaron con un déficit del 4.2 % del Producto Interno Bruto (unos 7.800 millones de euros), cuando la legislación israelí solo permite al Gobierno un déficit del 3 %.
Esto hace prever duras medidas de recortes en el próximo período, que podrían agravar la situación económica de la mayoría. Haaretz, uno de los principales diarios israelíes, destacó que el buen manejo de la economía fue sacrificado por consideraciones de corto plazo y por intereses políticos, ante la ausencia de grandes visiones.
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