Debido a los elevados costos del mantenimiento de las imágenes, se ha restringido su acceso solo para las personas registradas en PrensaCR.
En caso de poseer una cuenta, hacer clic en “Iniciar sesión”, de lo contrario puede crear una en “Registrarse”.
Basta caminar por la avenida central cualquier día, para darse cuenta que la cantidad de turistas ha mermado. Gremios del turismo como Protur, también lo han señalado, incluso han ido más lejos y se atreven a asegurar que el ICT infla las estadísticas referentes a la entrada de turistas extranjeros a nuestro país. Casos similares se ha generado a nivel internacional. Por ejemplo, en años previos a la crisis económica mundial, los españoles les reclamaban a los franceses, que en sus estadísticas incluían a sus residentes, migrantes que iban de visita a sus países, prescindiendo de un control cruzado.
Yo me basaré en la simple observación, hace cinco años para los meses de septiembre y octubre se contaban en una mañana dos o tres turistas circulando por cada cuadra de la avenida central; este año sólo vi un turista o a lo sumo una pareja cada dos cuadras.
El turismo es fruto de la crisis de la modernidad y se ha consolidado en la posmodernidad, nadie concibe la vida sin turismo. Incluso la familia más pobre hace sus sándwiches, huevos duros, lleva su termo de café, su refresco y se va al lugar indicado conforme a su presupuesto. Si no puede acampar, ni pagar una cabina va y vuelve el mismo día.
Hoy en día, de acuerdo con los estudios turísticos, existen esencialmente cuatro razones psicológicas que llevan a las personas a viajar: la conquista de la felicidad, el deseo de evasión, el descubrimiento de lo otro y el regreso a la naturaleza.
Como es sabido, Costa Rica se vincula al turismo oficialmente en los 90, gracias a la firma del Plan de Paz, el Premio Nobel de Óscar Arias y por la participación en el mundial de fútbol de Italia 90.
Pero: ¿Por qué sí funcionó el turismo en los 90, y por qué razón hemos perdido competitividad hoy en día?
En los 90, la generación que estaba a cargo y la que le estaba sucediendo mantenía aún cierto arraigo a los valores costarricenses, aunque en Costa Rica no se conocen guerras desde 1948, situación que ayuda a fijar coraje, carácter e identidad a los pueblos; al menos la generación que sucedería estaba saliendo de la guerra fría y un mundo donde las cosas eran más difíciles. En los 90 Costa Rica se diferenció del resto de Centroamérica, nuestro país ya poseía una plataforma para atraer y sostener al turismo; mientras que nuestros vecinos ni siquiera veían en el turismo una actividad económica. Pasaría todavía una década para que la región se “democratizara”. En los 90 se utilizaban computadoras con DOS, con Word Perfect, los celulares los tenían aún pocos. Por tanto, el acceso a la información era muy limitado, era fácil con ciertas alianzas y a través de la construcción de una buena imagen, convencer a multitudes de venir a conocernos.
En los 90 existían múltiples áreas vírgenes, algunas playas casi inexpugnables, algunas regiones como la Huetar Norte y la Brunca, eran prácticamente inaccesibles, entonces: ¿Este pequeño “oasis de paz” exuberante era realmente atractivo para venir? Muchas tradiciones se conservaban desde el uso del voseo, el güiri güiri en el avenidazo, la gente solía ir a salones famosos de baile, acababa de pasar de moda del chiqui-chiqui; en síntesis gente menos estresada y auténtica.
Hoy en día las condiciones han cambiado, los otros países se han democratizado, ahora son ellos los que tienen muchas bellezas exuberantes, con mayores recursos y posibilidades de inversión. Y faltan otras potencias turísticas tales como: Cuba, Venezuela, por querer robarnos parte de ese pastel de turistas.
Nuestro país es un destino altamente conocido y si se quiere hasta quemado desde el punto de vista del marketing.
Pero eso va más allá de la estrategia comercial; mejor preguntémonos: ¿Qué le ofrecemos al turista?… Basura en los sitios naturales, precios altos, inseguridad ciudadana, playas contaminadas, destrucción de espacios naturales, malos olores, aguas negras, mala atención al cliente y una cultura que imita lo de afuera sin retener sus tradiciones.
¿Qué le exigimos al turista por este mal servicio? Que nos pague bien, que no se queje, que nos deje propina y que si puede permita que nos aprovechemos de él.
No bastan rebajas, descuentos, promoción del país en nuevos mercados, para que el turismo se mantenga, se requiere que los valores se fortalezcan, por lo tanto es una tarea que cada ciudadano debería asumir en persona.
Este documento no posee notas.