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Pacientes de Guanacaste saturan servicios de hemodiálisis y trasplantes en hospital México

Varios pacientes esperaban una sesión de hemodiálisis en el hospital México. (Foto: Ernesto Ramírez)

Varios pacientes esperaban una sesión de hemodiálisis en el hospital México. (Foto: Ernesto Ramírez)
Literalmente, la unidad de hemodiálisis del hospital México está “colapsada” y “saturada” por la afluencia de pacientes, de gran parte de Guanacaste, que todos los días son atendidos en ese centro médico, confesó el jefe de nefrología, Manuel Cerdas.
Dicha unidad, que cuenta por ahora con 11 máquinas en operación, trabaja durante tres turnos de 6 de la mañana a 10 de la noche de lunes a sábado. La saturación de pacientes provoca que se haya incrementado la lista de espera, por lo cual algunos enfermos tienen que aguardar de 3 a 6 meses para recibir tratamiento.
La carga que soporta el hospital México, al que corresponde atender a la región  Chorotega,  golpea también al programa de trasplantes, pues 3 de cada 9 pacientes a los que se les injerta un riñón, son de origen guanacasteco.
Guanacaste se encuentra en la mira de científicos, médicos y especialistas de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), debido a que desde hace diez años se detectó que era la provincia con el pico más alto de casos en el país: 112.9 por cada 100.000 habitantes −según el registro de personas con Enfermedad Renal Crónica−, seguida por Cartago con apenas 43.8 casos (véase edición anterior: “Males renales aquejan a Guanacaste”).
En la actualidad hay por lo menos unos 11 pacientes en lista de espera para recibir tratamiento de hemodiálisis y otros enfermos aguardan con paciencia que haya espacio para recibir un trasplante.
“El problema en Guanacaste ha saturado nuestros servicios de hemodiálisis y trasplantes”, dijo el médico Cerdas, en tanto Roy Wong −un epidemiólogo que coordina una investigación promovida por la CCSS en 8 de los 11 cantones de la provincia− no dudó en hablar de un “colapso” en el centro médico.
DIÁLISIS PERITONEAL, UNA ALTERNATIVA
En el sistema de salud pública de Costa Rica, sólo los hospitales México, San Juan de Dios, Calderón Guardia y el de Cartago, cuentan con unidades de hemodiálisis destinadas a atender únicamente a personas afectadas por deficiencias renales crónicas.
Ante la avalancha causada por la provincia de Guanacaste, la Caja impulsó un  programa de diálisis peritoneal ambulatoria en Liberia, con el que trata de descongestionar los servicios del México.
“Esta es una buena alternativa, pero también tiene sus problemas, ventajas y desventajas”, explicó Wong.
En este caso, los pacientes son educados y adiestrados −junto a sus familiares−, de manera que puedan autoaplicarse el tratamiento en sus hogares. Esta diálisis se realiza mediante la introducción de un catéter en la cavidad abdominal del enfermo, y por él se infiltra una solución especial que permite erradicar toxinas del torrente sanguíneo.
“Es muy eficaz, pero hay que tener cuidado, porque se necesitan condiciones higiénicas especiales; una infección puede matar a cualquier persona en estas circunstancias”, advirtieron Cerdas y Wong.
La directora de Vigilancia de la Salud del Ministerio de Salud, Ethel Trejos, afirmó que no existen cifras precisas sobre el número de casos de personas que padecen enfermedad renal crónica en el territorio nacional o propiamente en Guanacaste.
En Cañas, uno de los cantones de la región más castigados por el mal, están diagnosticados 603 casos, en Liberia 173 y en Bagaces 172, dijeron a UNIVERSIDAD médicos de los respectivos centros hospitalarios o clínicas de esas comunidades.
En Liberia, el hospital Enrique Baltodano Briceño ofrece en  la actualidad servicio de diálisis ambulatoria a un total de 42 pacientes. Ese centro también sufre un colapso, ya que sus posibilidades de atención se ven limitadas ante la gran cantidad de pacientes que acuden en busca de tratamientos.
En todo Guanacaste, pese al grave problema sanitario que afecta a la provincia, no existe un equipo de hemodiálisis para atención específica de casos. “No hay en Liberia, menos en el hospital de Nicoya”, dijo el médico Wong.
ENFERMEDAD MISTERIOSA
El problema de la proliferación de casos de insuficiencia renal crónica no se reduce sólo a Costa Rica. El fenómeno ha sido detectado en  toda la costa del Pacífico de la región mesoamericana, desde el sur de México hasta Panamá. En El Salvador y Nicaragua ha causado la muerte, en los últimos 12 años, de miles de trabajadores agrícolas.
La tendencia al alza de este mal, cuyo descubrimiento se remonta al año 2000, desvela a científicos, médicos y especialistas.
En el caso de Guanacaste, igual que ocurre en puntos críticos del occidente de Nicaragua y El Salvador, ataca en su mayor parte a varones con edades comprendidas entre los 19 y los 50 años de edad.
“Hasta ahora todo lo que se dice acerca de las causas son hipótesis y suposiciones”, dijo a UNIVERSIDAD el doctor Cerdas, quien preside la Unión de Nefrólogos de Costa Rica y está vinculado a las organizaciones internacionales ligadas a esta especialidad.
A finales de noviembre, el Instituto Regional de Estudios en Sustancias Tóxicas (IRET), de la Universidad Nacional, organizó un taller con 50 expertos e investigadores de 15 países. En el foro los asistentes compartieron información y estudios realizados por algunos de los participantes sobre el caso de la existencia de Enfermedad Renal Crónica en Costa Rica y en el resto de la zona costera mesoamericana.
La coordinadora del taller, Jenny Crown, explicó a este semanario que el encuentro emitió una declaración con un llamado a los gobiernos centroamericanos a reforzar la atención y las medidas preventivas y de seguimiento del problema.
Por ahora, las sospechas de las causas del mal se enfocan hacia la actividad cañera y otras labores agrícolas, debido a que se realizan a muy altas temperaturas y en condiciones que favorecen la deshidratación de las personas.
MAL SILENCIOSO Y TRAICIONERO
La insuficiencia renal crónica es una enfermedad silenciosa y traicionera. Así la definieron expertos consultados por UNIVERSIDAD.
“El problema es que es asintomática; sólo se puede detectar por exámenes de laboratorio y muchas veces cuando se diagnostica la persona llega con una enfermedad avanzada”, explicó la exministra de Salud, María Luisa Ávila.
Por su parte, el jefe de nefrología del hospital México, el médico Cerdas, advirtió que se trata de un mal muy peligroso y de enormes implicaciones socioeconómicas. “La mayor parte de pacientes tienen edades bajas, son cabeza de familia, y están en plena actividad laboral”, detalló.
En el México son atendidos cada mes un promedio de 15 a 20 pacientes originarios de Guanacaste. “De 60 enfermos a los que se suministra hemodiálisis, al menos 20 son guanacastecos”, indicó.
El año pasado, en ese centro médico se practicaron un total de 12 trasplantes de riñón (en promedio uno al mes) a pobladores de Guanacaste. “Cubren la tercera parte de la totalidad del país”, alertó el experto.
Cerdas estima que las autoridades de salud deben mantener la guardia en alto ante el fenómeno, que muchas veces parece caer en el olvido en las instancias gubernamentales.
ES UNA ENFERMEDAD TAN SERIA COMO EL CÁNCER
Cerdas hizo ver que padecer una enfermedad renal crónica es tan grave como enfrentar un cáncer de mama o del estómago. “Estadísticamente, a nivel mundial, 20 de cada 100 pacientes afectados mueren cada año”. Añadió que en América Latina el promedio de casos es de 250 a 300 por cada millón de habitantes, por lo que en Costa Rica, en circunstancias “normales”, se deberían registrar unos 1.200 casos anualmente.
Uno de los problemas mayores para contar con cifras precisas sobre la cantidad de enfermos en Guanacaste, es que se calcula que un 20 % de los trabajadores agrícolas son nicaragüenses, y que se caracterizan por ser una población flotante, comentó la médica María Ethel Trejos.
“El Ministerio de Salud ha estado coordinando con la Caja del Seguro Social; es necesario hacer un estudio de prevalencia a nivel local y regional”, añadió la directora de Vigilancia de la Salud.
Pese a la gravedad del problema y a la prevalencia de casos, en Guanacaste la población parece resignada a convivir con la enfermedad. Varios líderes comunales se movilizan tratando de buscar explicaciones al drama que golpea a muchas personas, incluso algunos miembros de su propia familia.
“Creemos que el Gobierno no ha puesto la debida atención a este problema que está matando a muchos guanacastecos. Cuando se desató una plaga de la roya del café de inmediato se destinaron recursos. Aquí no; seguro porque los afectados son los más pobres”, denunció Gadi Amit, presidente de la organización Confraternidad Guanacasteca, que desde hace varios años lucha por mejorar las condiciones socioeconómicas y ambientales de la provincia.
Amit llamó a los habitantes de la región Chorotega a manifestarse y exigir medidas urgentes para encarar el problema.
¿EPIDEMIA?
Entre las autoridades del Ministerio de Salud, de la Caja de Seguro Social y especialistas, hay discrepancias en abordar el problema de Guanacaste como una epidemia.
Para la exministra Ávila ese término no debe emplearse, por cuanto el fenómeno se reduce a una determinada región y no a otros centros poblacionales.
Un criterio similar tiene el epidemiólogo Roy Wong, quien considera que más bien el país está ante un “clúster” o  “conglomerado” afectado por el mal, ya que no hay una mayor incidencia de casos en el tiempo, “pues en Guanacaste en los últimos años las cifras siempre fueron altas”.
Sin embargo, el jefe de la Unidad de Hemodiálisis del hospital México, Manuel Cerdas,  es un convencido de que existe “una verdadera epidemia” de Enfermedad Renal Crónica en la zona, la cual, a su juicio, debería abordarse como tal.
“Yo diría que lo que tenemos es una epidemia. A alguna gente no le gusta usar ese término, pero a mí sí”, insistió, para luego explicar que en el contexto de los esfuerzos regionales, el asunto se está abordando en esa dirección.
“Si usted compara la incidencia de Enfermedad Renal Crónica de cantones como Cañas y Bagaces con algunos como Santo Domingo de Heredia, Tibás y Santa Ana, se dará cuenta de que allá es 30 o 40 veces mayor que aquí”, ejemplificó.
La investigación que realiza la CCSS, con Wong a la cabeza, se encuentra en la fase de campo e incluyó una muestra de 850 personas para recabar información y encontrar indicios que lleven a puerto seguro al equipo, compuesto por unas 20 personas. Wong espera que el trabajo esté concluido a más tardar en setiembre.
El doctor Cerdas explicó que el tratamiento de la hemodiálisis es caro y complicado. Cada sesión por paciente puede tener un costo de más de ¢300.000, por lo que en un año un enfermo implica para la Caja una inversión cercana a los $50.000 (¢25 millones).
“No es fácil instalar una unidad en regiones como Liberia y Nicoya. Se necesita, además del equipo, tuberías especiales, electricidad, un edificio, tratamiento de aguas, un nefrólogo y capacitar a un equipo de enfermería”, explicó.
A su parecer, el Gobierno podría estudiar la posibilidad de declarar una emergencia en la región de Guanacaste para facilitar el flujo de recursos financieros y obviar trabas administrativas, que impiden que algunas acciones se desarrollen con mayor celeridad.
Wong tiene el mismo criterio: “Esto permitirá facilitar acciones, recursos y agilizar investigaciones y estudios”.
Cerdas externó además que los tratamientos a los pacientes en San José entrañan una serie de gastos adicionales, como alimentación y transporte. “Los pacientes piden venir en ambulancias. La Cruz Roja cobra el equivalente a un dólar por cada kilómetro  recorrido y los enfermos siempre solicitan que los traigan en ese tipo de unidades”, añadió.
 

 
Aferrados a la esperanza
Aferrados a la vida, un grupo de pacientes con enfermedad renal terminal esperaba, el pasado 1 de febrero en el hospital México, una sesión de hemodiálisis.
De 10 enfermos, 3 provenían de zonas de Guanacaste o poblaciones aledañas.

Abel Trejos, un pescador con 54 años de edad de Costa de Pájaros −un  poblado ubicado en el límite entre Puntarenas y Guanacaste−, viene a una sesión de 3 a 4 horas, cada dos días desde hace dos meses.

El mal en sus riñones fue diagnosticado en el hospital Monseñor Sanabria hace un año.

“Nunca supe que estaba enfermo. Al principio creía que eran problemas estomacales;  padecía de vómitos y mareos”, narró Trejos a UNIVERSIDAD.

El diagnóstico de la enfermedad le trastocó la vida. “No tengo fuerzas para trabajar, y he sobrevivido a tres paros cardiorrespiratorios. Ahora lucho por una pensión de la Caja”, dijo.

“Mi esposa me ayuda a sobrevivir. Es una situación muy triste. Muchas veces he preferido la muerte; que Dios me perdone”, expresó.

Cada vez que asiste a una sesión es trasladado en una ambulancia de la Cruz Roja, que va a su encuentro a las 4 de la mañana. Ahora Trejos tiene una razón más para aferrarse a la vida. El 28 de febrero recibirá un trasplante.

Apenas a un metro de distancia, María Elena Rodríguez no ocultaba en su cara el cansancio de haber estado conectada durante cuatro horas al equipo purificador de la sangre.

Rodríguez, con 52 años, vive un verdadero suplicio desde que se enfermó hace 5 años. Debe viajar de día por medio al México, para someterse al tratamiento luego de un recorrido en ambulancia que consume hasta más de cuatro horas.

“Me levanto a las dos y media de la madrugada para hacer el largo viaje a San José. Estoy agotada, pero es lo que me salva la vida”, comentó Rodríguez.

A un costado, armada de paciencia, esperaba turno Cindy Villarreal, una madre soltera de 29 años de edad, quien recibe hemodiálisis en el México desde hace diez años.

“Estoy aferrada a la vida; deseo estudiar; espero un trasplante; quiero ir a la universidad”, manifestó esta hija de Guaitil de Santa Cruz. Cada dos días recorre más de 500 kilómetros en ambulancia en el trayecto de ida y regreso, para recibir un hálito de vida en una unidad de hemodiálisis.

“Vivo con mi madre, recibo una pensión de ¢72.000 y con eso medio salgo adelante”, dijo Villarreal a este Semanario.
 

Enfermedad renal crónica castiga a Guanacaste*



Probabilidades de un mal renal: El análisis de las tasas de mortalidad por enfermedad renal crónica, por provincia, indica a los investigadores que la probabilidad de morir por este mal entre habitantes de Guanacaste, de  20 a 24 años de edad, es 20 veces mayor que entre habitantes de Cartago. La tendencia se repite en el resto de grupos de edad.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
*Fuente: Presentación del médico Roberto Wong y otros especialistas.

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Monseñor Victor Manuel SanabriaSeguro Social
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