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Soy de la idea que una de las labores de los historiadores es la de realizar investigaciones, difundirlas y estar dispuesto a entrar en diálogo con los comentarios y sugerencias que se le hagan al estudio efectuado. Lo anterior abre la posibilidad de una discusión tan necesaria en el círculo de historiadores costarricenses, siempre y cuando, las críticas y sugerencias sean veraces, oportunas y con sentido.
Hace unas cuantas semanas Iván Molina publicó un artículo en el cual me responsabiliza de ser culpable de lo que él llama un deterioro de la cultura historiográfica del país y realizó las siguientes aseveraciones:
1) Que yo consideré innecesaria la realización de un Estado de la Cuestión en el libro.
Este punto es impreciso. ¿En qué parte del libro se menciona que yo consideré innecesario realizar un Estado de la Cuestión? En ninguna. El Estado de la Cuestión existe, se encuentra en mi tesis de Maestría. Si no fue publicado en el libro fue a causa de una directriz dada por la Escuela que lo publicó, por una cuestión de espacio. Además, no entiendo la crítica, si Molina tampoco incluye Estados de la Cuestión en todos sus textos, un Estado de la Cuestión no es únicamente realizar un citado de obras y en mi trabajo se citaron y utilizaron las que eran oportunas para el estudio, tanto para el contexto como para el desarrollo de este.
2) Que no analizo otros temas como la expansión de la frontera agrícola.
En la justificación del trabajo y en la introducción de los Capítulos II y III, se deja claro cuáles eran los objetivos principales de la investigación: el aporte de la jerarquía de la Iglesia Católica al Estado costarricense en la creación de un modelo de costarricense y la difusión de ese modelo en el proceso de apropiación del espacio geográfico. Por ende, no se profundizó en otros temas que no eran los centrales del proyecto.
3) Que mi libro minimiza los conflictos entre el Estado y la jerarquía católica costarricenses.
Eso no es cierto. En la sección donde expongo estos hechos se explicaron los motivos, las causas y las consecuencias que cada una de las pugnas dejó en la relación existente entre ambas instituciones. Una lectura profunda de la obra lo constata. Que las grandes luchas hayan concluido con acuerdos casi personales entre los principales líderes de cada institución no es sinónimo de que se minimizaron las disputas suscitadas.
4) Que no analizo los conflictos de la jerarquía eclesiástica costarricenses con grupos populares o con los mismos sacerdotes.
¿Cómo pretende Molina que estudie algo que no se dio? En las fuentes consultadas (que fueron tanto civiles como eclesiales) no se encontró ningún dato donde alguno de estos grupos ni el propio Estado se opusieran a lo propuesto por la Iglesia en la labor de crear y difundir un modelo de costarricense o en las estrategias implementadas para controlar el espacio geográfico, que fueron mis temas de investigación.
5) Que yo fácilmente catalogo al costarricense como caritativo.
¿En qué parte sin citar fuentes digo eso? El interés era estudiar las propuestas de la jerarquía de la Iglesia católica, si esta postulaba que el costarricense debía ser caritativo, ¿qué puede hacer quien analizó esos temas, ocultar la información para colocar cosas que subjetivamente se crean más reales y pertinentes? El texto es claro, se analizaba lo que la jerarquía católica proponía, no lo que yo quería leer u oír por parte de la cúpula de la Iglesia Católica costarricense.
6) Habla de falta de criticidad y de estudio comparado de la investigación.
Esta nueva aseveración es un dato impreciso. Yo no puedo hacer críticas o comparaciones a cosas que no existen. Hasta la fecha, no se ha encontrado para el caso costarricense, un texto que vincule en conjunto temas como: la creación de templos y parroquias con la intención de apropiarse de un espacio geográfico, así como de la creación y la difusión de un modelo de costarricense.
7) Para concluir Molina menciona que el tema sobre el modelo de costarricense no quedó claro y que no fue mencionado ni en las conclusiones.
En el cuerpo del Capítulo II ese tema se desarrolla ampliamente de la página 203 en adelante. Además si se lee por completo las conclusiones del Capítulo II, se nota claramente que luego de la página 253 hasta la 257 se habla sobre el tema.
Con estos datos falsos y tergiversados por parte de Iván Molina ¿cómo se puede tomar en serio su crítica? Este cúmulo de datos viciados muestra que es cierto lo que dice Molina. En Costa Rica existe un deterioro de la cultura historiografía y él es muestra de ello. Una crítica amparada en las mentiras y tergiversación de lo leído no vale, no cabe y no merece el mínimo crédito para entrar en una discusión seria, pertinente y productiva. Desgraciadamente así no se puede ni se debe discutir; cuando se haga una crítica a un texto se espera que las aseveraciones realizadas sean veraces para el bien de la historiografía costarricense.
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