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Sencillamente seducido por esa temporal paz del prodigio de la belleza, como percibía la escritora Eunice Odio a la poesía, fue como me sentí hace unos días cuando el Taller Literario Paipam de la Universidad Nacional, dirigido por la académica María de los Ángeles Sancho, me hizo el gran honor de invitarme para presentar mi nuevo poemario La otra mitad de mi diferencia. Varios fueron los participantes, todos de la tercera edad, quienes con sus preguntas, comentarios, halagos o lectura de poemas, hicieron de este encuentro poético un ritual de fe al arte y plasmaron los más diversos y vívidos sentimientos que tan solo la poesía puede arrancar del alma.
Además de ser una experiencia ciertamente emotiva por el hecho de que no solo nos hayamos hermanados por la palabra sino en el sentimiento, la actividad significó un productivo ejercicio de aprendizaje y catarsis. Entre la subjetividad propia de este tipo de actividades cada uno de los integrantes me hicieron vivir, en carne propia, la fuerza poética que se agita en sus venas mediante el disfrute de la complicidad literaria que imperó entre todos.
Máxime que son personas de la tercera edad quienes demostraron que referirse a esta etapa de la vida no debe asociarse a la falta de productividad, sino que es referirse, también, a un estado que implica sabiduría, el buen consejo de quienes han vivido más que nosotros, de experiencias, consejos y anécdotas que, a la postre, nos pueden servir de enseñanza para hacer de nuestra vida un tiempo más agradable y productivo.
En cada una de sus miradas, sus comentarios, sus sentimientos y sus ejemplos, se hacía vívido aquello que declamara el escritor portugués José Saramago: “tengo la edad que quiero y siento. La edad en que puedo gritar sin miedo lo que pienso y hacer lo que deseo, sin miedo al fracaso, o a lo desconocido… Tengo la experiencia de los años vividos y la fuerza de la convicción de mis deseos. ¡Qué importa cuántos años tengo! Pero no es la edad que tengo, ni lo que la gente dice, sino lo que mi corazón siente y mi cerebro dicte. ¿Qué cuantos años tengo? No necesito con un número marcar, pues mis anhelos alcanzados, mis triunfos obtenidos, las lágrimas que por el camino derramé al ver mis ilusiones truncadas, ¡valen mucho más que eso!”.
Sin duda ese día todos fuimos ganadores, porque como decía el poeta guatemalteco Luis Cardoza y Aragón: “En la poesía culmina el espacio sin fin de la palabra que danza, que danza en llamas y la empuja con el objeto de abrir más su horizonte”. Fue, precisamente, en ese horizonte cargado de lirismo, arquitecto de un mundo más humanista, sensible y solidario, en especial en estos tiempos de vulnerabilidad, que se hizo patente ese día que, como decía Heidegger, “es poéticamente como el hombre hace habitable la tierra”.
En este sentido, definitivamente, es un deber destacar la significativa labor que hace el Taller Literario Paipam en materia de producción, difusión y permanencia del arte literario, además hace que personas pensionadas se sientan productivas, se diviertan y compartan una serie de vivencias personales y sociales para lograr una mejor calidad de vida. No hay que olvidar que muchos de los adultos mayores fueron, y lo siguen siendo, los forjadores de una cultura caracterizada por la solidaridad, el esfuerzo, la perseverancia, la honradez y la justicia. De ahí que reconocer constantemente la importancia del adulto mayor en la sociedad es reafirmar e impulsar su autoestima y ofrecerle un nuevo significado a su existencia para prolongar sueños y esperanzas dentro de un contexto el cual les garantice una vida con calidad física, espiritual y mental más allá de centrarse solamente en los años.
Evidentemente actividades de un grupo de personas quienes, no por haberse pensionado, dejan de darles luz a sus pieles y vitalidad a sus espíritus mediante el proceso creativo, sin duda son muestra fehaciente de que aún en esta época de crisis, existen mujeres y hombres que le prestan fe al juego imaginativo del arte como un medio liberador, humanístico y purificador de sus tránsitos cotidianos.
Enhorabuena que existen entidades que dan su aporte cultural a la sociedad y que, además, tengan el valioso apoyo de una institución de tanta trascendencia como la Universidad Nacional. Esperemos que el Taller Literario Paipam, como otros que palpitan en el país, nos siga favoreciendo con esfuerzos tan poéticos, artísticos y fructíferos pues estos banquetes literarios representan una valiosa y certera manera de fortalecer, enaltecer y propagar gran parte de las ramificaciones culturales de Costa Rica.
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