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Testamento para el nuevo año

Es posible que una gran mayoría de los seres humanos, en condiciones normales, tengamos un último deseo o pensamiento que nos gustaría expresar antes de morir. Esa voluntad de la persona que quiere ser escuchada, como tabla aritmética que se aprende en vida y quisiéramos sellar antes de partir con ¡los quiero…! Difícil, el instante de la muerte es impredecible y demasiado personal para compartir el viaje sin regreso. Pero es un sentir generalizado, hermoso.

Es posible que una gran mayoría de los seres humanos, en condiciones normales, tengamos un último deseo o pensamiento que nos gustaría expresar antes de morir. Esa voluntad de la persona que quiere ser escuchada, como tabla aritmética que se aprende en vida y quisiéramos sellar antes de partir con ¡los quiero…! Difícil, el instante de la muerte es impredecible y demasiado personal para compartir el viaje sin regreso. Pero es un sentir generalizado, hermoso.
En otro escenario, el año se va y otro nace de inmediato. Por eso, nadie se quiere morir con el año -el año que ya es viejo- aunque el año viejo se vaya para siempre, sino renacer de sus cenizas en uno nuevo, en mejores condiciones, esos son los deseos que se intercambian, ¡feliz año nuevo!, ¡próspero año nuevo! Se fue el año viejo, y estamos de nuevo en la búsqueda de la felicidad, del regocijo alegre y algarabía colectiva, conscientes de nuestra fragilidad humana y de la sombra de las tragedias que nos circulan; tragedias inevitables de la naturaleza, o desastres previsibles cuya causa es el mismo ser humano, más aquello que desencadenamos como parte del carácter humano desequilibrado, ciego y ambicioso: motivo, voluntad, decisión, leyes de causa y efecto que nos encadenan o liberan.
Los deseos son la sublimación de lo que no se tiene, y como un interludio minimalista, lanzamos a los vientos la palabra de lo que añoramos para agarrarlo de una pata y darle cuerda, puro ritual civilizado de la caverna y el arte rupestre que nos recuerda el acto mágico, si cazo la bestia en la imagen, lo demás es pan comido. Feliz Año Nuevo con la nueva ronda de sorpresas que nos acompañan, sombra de siete días a la semana y doce meses al año. Y por supuesto, no faltará un domingo fuera de contexto, eso que solemos identificar como una metida de patas.
Antes de morir, antes de que una parte de mi vida se vaya con el año viejo, mi última voluntad, testo, lo siguiente: Paz y amor.
La experiencia acumulada del año que muere por viejo me obliga a ser claro, no me refiero al amor reproductivo y el exceso de seres humanos en el planeta, con énfasis, por ejemplo, en el sureste asiático y en oriente medio. Me refiero al amor integral que promueve el avance humano justo y equilibrado, en diálogo sincero y en paz.
La pregunta que siempre surge es qué nos deparará el año que comienza. La basura humana, ahí la primera piedra, el escollo siempre a superar. Porque hay suficientes evidencias que nos indican el problema, la naturaleza humana.
Así que entre deseos y uso de una inteligencia adecuada podríamos dar nuestros primeros pasos en el año a comenzar, con determinación y voluntad de construir un mundo mejor para todos, mayor progreso material y desarrollo de nuestras capacidades de convivencia, mayor desarrollo espiritual y menos apropiación y fanatismos de verdades que a nadie le pertenecen, mayor control de la natalidad y mejores condiciones de vida para todos los componentes de la población, en fin, es un chiflón de pensamientos y deseos para el año que llega.
El enigma, la sorpresa definitiva de cada año, tanto del que se fue como del que chisporrotea energía y ganas de crecer, es desentrañar esa problemática que carga la cueva misteriosa de claros y oscuros problemas, preguntas y respuestas entre la espada y la pared, propios de la raza humana. Yo soy, pero el otro también es. Nosotros somos, nadie es más que nadie. Solo que aplicamos aquello de que hay diferentes grados y estadios de evolución.
Por eso, al expresar mi última voluntad de año viejo-año nuevo, mi testamento, de testar-cabeza, con inteligencia de mejorar nuestra condición humana, es: la paz es producto del amor, y el amor es el legado inmediato y perpetuo de la paz interior.
Paz y amor sin drogas ni vida a la libre de vagabundos y seres juguetes del destino, sino estudio, dedicación a crear un nuevo año y mundo mejor, meditación y oración con la inteligencia de que el año nuevo podría ser el último para millones de seres humanos, visto que para morir solo se requiere estar vivo. Un nuevo año lleno de prosperidad, de justicia social, de armonía integral.
Año y mundo siempre han sido globalizados, como el aire, esquematizados para el control y dominio de unos pocos que se apropian del poder, y de los muchos que se comportan como masa para tamales de cada fin de año; pues bien, los tamales son del pueblo y en ellos no hay división de clases, se comen al calor del café y de la época.
En los anhelos de todos los años nuevos, mi testamento dice ¡vivir!

  • Miguel Rojas (Catedrático UCR)
  • Opinión
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