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Rafael Correa revalidó en las urnas, el pasado 17 de febrero, su cargo como presidente de Ecuador por otros cuatro años, en unos comicios marcados por la polémica con antiguos aliados, más por la naturaleza de su régimen, que por el debate con una derecha desarticulada y desprestigiada, reducida a un tercio del electorado.
“Para las élites, lo que sucede en Ecuador y una buena parte del continente es una pesadilla”, afirmó el profesor e investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) de Ecuador, Franklin Ramírez Gallegos.
“Ciertas fracciones de las élites aún consideran que el mundo puede retornar a su cauce (nada) original y nostálgico del neoliberalismo a ultranza. Por ello, hace algunos días escribió uno de sus voceros -en ‘El Comercio’- que a la ‘desaparición’ de Chávez debería privatizarse PDVSA”, agregó, refiriéndose a la empresa petrolera estatal venezolana.
La afirmación de Ramírez se puede contrastar con la de Diego Delgado, exdiputado, candidato a la presi
dencia de la república en el 2009 y coordinador nacional del “Movimiento Socialista Bolivariano (MSB). En un extenso estudio publicado poco antes de las elecciones -titulado “Colosal festín pelucón”-, arremete contra Correa, bajo cuyo gobierno –asegura– “extraordinariamente bien les ha ido a estos grupos económicos privilegiados”.
El otro debate fue con una derecha atomizada, cuyo principal exponente electoral fue el exbanquero Guillermo Lasso, quien -con 23 % de los votos- se consolidó como la voz del sector.
Lasso canalizó el voto anticorreísta de la derecha tradicional, que comparte “algunas de sus tesis esgrimidas en la campaña, como derogar los impuestos a los más ricos, firmar tratados de libre comercio y abrir el país a la inversión extranjera privada”. Medios de prensa destacaron la militancia de Lasso como miembro numerario del Opus Dei y sus relaciones con el expresidente del gobierno español, el conservador José María Aznar, que “actúa en América Latina representando a la derecha internacional y al capital transnacional”.
Sobre esa posición, consultado por el diario argentino Página 12, Correa afirmó: –Estamos muy contentos de que se haya consolidado una derecha ideológica, por fuera de una partidocracia saqueadora y corrupta. Lasso tiene un discurso coherente con su ideología, aunque no estemos de acuerdo con ella. Bienvenida la oposición democrática”. “En América Latina no hemos tenido oposición democrática; hemos tenido oposición conspiradora”.
AMPLIO TRIUNFO
Correa alcanzó un triunfo aplastante. Con el 87 % de las mesas escrutadas, lograba el 57 % de los votos, frente a 23 % de Lasso y 6.8 % del coronel y expresidente Lucio Gutiérrez, quienes ocuparon el segundo y tercer lugar, entre siete candidatos.
Alberto Acosta, un viejo aliado de Correa y transformado ahora en uno de sus más severos críticos desde la izquierda, logró apenas un 3.3 %. Su aspiración era conseguir por lo menos 18 diputados (en una Asamblea de 137), algo que todavía está por verse, en espera del escrutinio final.
Con todas las encuestas confirmando una ventaja insuperable de Correa, la atención de la campaña se volcó hacia la Asamblea. El mandatario reclamó al electorado una mayoría absoluta, que le permitiera avanzar con su programa de reformas, que incluye una ley de comunicación y otra sobre tierras, temas particularmente sensibles y hasta ahora bloqueados en el parlamento.
En su entrevista a “Página 12”, el mandatario afirmó -refiriéndose a la ley de medios-, que “aquí hay que buscar un equilibro adecuado: controlar los abusos de la prensa, pero sin que se caiga en censura previa. Aquí en Ecuador sí hay ley de medios, una ley de la época de la dictadura”.
A falta de datos definitivos, la “Alianza País”, agrupación electoral de Correa, podría haber alcanzado 97 o 98 escaños, una mayoría superior a los dos tercios, que le permitiría, inclusive, hacer cambios a la Constitución del 2008, promovida por el propio mandatario y que tuvo en Alberto Acosta a su principal impulsor.
Correa presentó un programa de diez ejes para este nuevo periodo gubernamental (2013-2017). Siete de esos ejes se refieren a la denominada “Revolución Ciudadana”, mientras otros tres plantean medidas en lo cultural, lo tecnológico y la reforma urbana.
En medio de la polémica, abundan las consideraciones sobre las causas de la reelección del mandatario, después de 7 años en el poder.
Sergio Ferrari, en un artículo para “Con Nuestra América”, entrevistó al exministro de Política Económica, Pedro Páez Pérez, quien destacó el “aire renovador” de las políticas de Correa. Entre otros, citó los nuevos criterios de redistribución del ingreso; aumentos y nuevas prioridades en la inversión pública, con acento en la infraestructura (que pasó de alrededor del 4 % del Producto Interno Bruto (PIB), en las tres décadas neoliberales, a casi 17 % en el 2012); y significativas mejorías en la política social del Estado, incluyendo la salud y la educación.
“Según datos oficiales, el presupuesto oficial para la salud pública se triplicó entre 2006 y 2012; en tanto la inversión para la educación aumentó en igual periodo del 2.5 % al 5.5 % PIB”. Además, “ha renegociado inteligentemente la reducción y el pago de la deuda, que en el 2005 consumía el 40 % del presupuesto nacional”, destacó.
ECONOMÍA
El otro sustento electoral de Correa radica en los resultados económicos de su gestión. «Somos, dicho por Naciones Unidas, de las tres economías que más crecen en Latinoamérica que más reducen pobreza, desigualdad y desempleo», dijo recientemente el mandatario.
El PIB creció un 4.8 % en el 2012, frente al récord de 8 % en el 2011. Se estima que este año la economía ecuatoriana crecerá a un ritmo más moderado, algo superior al 3 %.
Una de las medidas de mayor repercusión internacional adoptada por el mandatario fue la renegociación de la deuda externa pública. Como resultado, esta es hoy inferior a los $11 000 millones, lo que representa el 15 % del PIB (en algunos países europeos y Estados Unidos esa deuda supera el 100 % del PIB).
El pago de la deuda consumía un 40 % del presupuesto antes de esas renegociaciones. «Nos llaman de Grecia, de Túnez, para asesorarlos», aseveró el mandatario, quien -en 2009- “recompró $3.000 millones del pasivo -tramo que consideraba ‘ilegítimo’- con descuentos de hasta un 70 %”.
Ecuador renegoció también 15 de 24 contratos petroleros que el país mantiene con transnacionales extranjeras, “pasando del modelo de participación al de prestación de servicios, con lo cual se aseguró el control del 100 % de la producción y una renta del 80 % en promedio, frente al 18 % que recibía en el anterior esquema”.
CRÍTICA CONSERVADORA
Algunas de esas medidas son a las que se refiere Franklin Ramírez, cuando dice que “para las élites, lo que sucede en Ecuador es una pesadilla”. Cuatro días después de las elecciones, en una columna titulada “Las tentaciones del poder”, en un conservador diario nacional, se criticaba la nacionalización de la base aérea de Manta, medida que -según el columnista- habría contribuido “a la proliferación de las rutas ecuatorianas de drogas”, algo que el gobierno rechaza.
“Hoy vemos una impresionante maquinaria editorial de los medios de la región, la Sociedad Interamericana de Prensa y el Grupo de Diarios de las Américas, que han regionalizado un mismo discurso destituyente. En toda la región repiten igual matriz contra Rafael Correa, Hugo Chávez, Evo Morales, Cristina de Kirchner, Daniel Ortega y Dilma Rousseff”, comentó Alexis Ponce, asesor del Secretario Nacional del Agua y militante de PAIS, en un largo análisis sobre las razones del triunfo de Correa.
La respuesta de los partidarios de la “Revolución Ciudadana”, impulsada por Correa, es que “la fase neoliberal del capitalismo empezó a crujir hace una década atrás, y esa ruptura se inició en Latinoamérica”. Y que “el actual proceso no puede ser el socialismo clásico que se intentó imponer como verdad sagrada”, en un continente y en países bizarros como los nuestros. Partimos de factores distintos al capitalismo salvaje y al socialismo real. Y eso es lo esencial”, expresó Ponce.
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