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Los diablitos de mi tierra

Los asentamientos humanos de la etnia “boruca” se localizan en el Pacífico Sur costarricense. Una de sus tradiciones ancestrales más importantes es “El Juego de los Diablitos”, que se llevan a cabo en Boruca del 30 de diciembre al 2 de enero. Al ser  Boruca la matriz de la etnia de donde proviene su raíz de identidad y cultura, por problemas de distancia y logística, la comunidad de Curré comenzó, en 1978, a celebrar aparte; luego pidió a los “Mayores” de Boruca el permiso correspondiente, que les fue oficialmente concedido a partir de 1981; por eso ellos lo hacen el primer fin de semana de febrero.

Los asentamientos humanos de la etnia “boruca” se localizan en el Pacífico Sur costarricense. Una de sus tradiciones ancestrales más importantes es “El Juego de los Diablitos”, que se llevan a cabo en Boruca del 30 de diciembre al 2 de enero. Al ser  Boruca la matriz de la etnia de donde proviene su raíz de identidad y cultura, por problemas de distancia y logística, la comunidad de Curré comenzó, en 1978, a celebrar aparte; luego pidió a los “Mayores” de Boruca el permiso correspondiente, que les fue oficialmente concedido a partir de 1981; por eso ellos lo hacen el primer fin de semana de febrero.
(II parte)
Cuasrán. Dentro de su tradición oral, su mitología, Cuasrán era un miembro de la comunidad, un cacique que no aceptó conversión, bautismo y pérdida de su pasado ancestral, ni sometimiento al poder español, por lo que se fue a la montaña y en vez de enterrarse con sus posesiones, se lanzó a las aguas del río Térraba, inmolándose en un acto de rebeldía, desafío y grito de guerra a los invasores y asesinos. La Naturaleza -sus deidades superiores- lo premiaron inmortalizándolo en la memoria de su pueblo; por eso en su sistema de creencias él existe, tiene poderes superiores. Las fiestas se llevan a cabo en su honor, son “Las fiestas de Cuasrán”, cuya estructura de drama y espectáculo es “La danza o baile de los diablitos”, o el llamado “Juego de los Diablitos”, nombre éste de mayor calado y referencia informativa con el que se ha difundido nacional y universalmente.
Diablitos. Metáfora de la más insigne tradición que aglutina la identidad del ser boruca, su lucha y derecho a la expresión de su también ser costarricense que no se deja conquistar para ser diluido; se juegan su autonomía, su independencia cultural, su libertad y su integración dentro de la pertenencia a la nación costarricense.
Al referirse a la importancia de estas actividades, Pedro Vargas Pérez, en su estudio Dos festividades borucas: El baile de los diablitos y la fiesta de los negritos (2005), sintetiza que “además de promover la artesanía, también fomentan la identidad étnica, los valores, las tradiciones, la interacción y las relaciones sociales entre los integrantes de las comunidades borucas”.
El juego. En esencia, se trata de “jugar” el enfrentamiento entre el toro como representación del invasor español que los quiere exterminar, y los diablitos, término que usaban los españoles para referirse a ellos como etnia sin civilización, seres inferiores, animales de carga, y esclavos para su servicio en el periodo de conquista.
Esa lucha simbólica es a muerte y no hay rendición, pues significaría la extinción de la comunidad boruca como tal. Es una celebración cíclica, anual, una toma de conciencia lúcida constante de que es una ceremonia de acción social, ritual y mítica,  cuyo trasfondo es político, donde cada generación de niños, jóvenes y adultos renacen a la nueva realidad del país, que sigue amenazándolos con su desaparición.
Los ejecutantes son seleccionados entre miembros de la comunidad, son los encargados de la representación escénica comunitaria, donde participa toda la comunidad con una división por áreas de trabajo y servicio para llevar a cabo la festividad. La comunidad boruca-curré como una unidad cultural en sí misma, es la que cuida el contenido, simboliza y ejecuta su efeméride.
La acción dramática-simbólica concentra características verbales, visuales, auditivas y gestuales, con despliegue lleno de energía, irreverente, guerrero y profano en su interacción interna, con acentuado señalamiento exterior de espectáculo porque se lleva a cabo en vivo, en un lugar de acción múltiple y preciso, en una jornada directa con sus debidas pausas de tres días de “juego”, cerrado en cuanto al dominio de su integridad histórica y cultural; abierta por ser una fiesta que puede ser disfrutada por personas y visitantes nacionales y extranjeras, pero que no pueden intervenir a lo interno con los actores ejecutantes, pues se atienen a ser castigados por los “diablitos”.
La manifestación social y la representación artística sudan pasión; es su orgullo, una talla directa de lo que significa ser boruca, antes y ahora, feroz en la rebeldía total frente al toro y a la bandera española. En determinado momento el toro tumba a los guerreros diablitos, parece haber vencido, pero la madre tierra y la madre creadora de su elemento femenino los levanta con su sangre y nervio, y terminan derrotando al toro, descuartizándolo y lanzándolo a la hoguera.

  • Miguel Rojas
  • Opinión
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