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El presidente cubano Raúl Castro se reunió con el senador estadounidense Patrick Leahy, el 19 de febrero pasado en La Habana. Leahy, demócrata por el estado de Vermont, encabezó una delegación de congresistas de Estados Unidos.
Enfrentado a una crisis económica sin fin y agobiado por las presiones legislativas que amenazan con hundir la economía norteamericana nuevamente en la depresión, el presidente Barack Obama asumió su segundo mandato con el desafío de renovar su política hacia Cuba.
Lo que comenzó hace más de 50 años con un cerco político (prácticamente todos los países de América, salvo México y Canadá, rompieron relaciones con Cuba entre 1961 y 1964), el embargo económico y los intentos de organizar una oposición capaz de derrocar al régimen cubano ha aislado el Gobierno de Estados Unidos, el único que no tiene hoy relaciones diplomáticas con la isla.
Esta realidad ha vuelto insostenible la política de Washington, que oyó —en la Cumbre de las Américas celebrada en Colombia en abril del año pasado— una recomendación unánime de los demás participantes: “superar su fijación con Cuba”.
En esa cumbre, dijo Larry Birns, director de la prestigiosa Council on Hemispheric Affairs (COHA), “los estados miembros —con excepción de Washington— dijeron claramente que quieren que Cuba participe en el próximo encuentro o no habrá encuentro”.
Birns recordó que, en los últimos años, han surgido organizaciones regionales como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que incluyen a Cuba y excluyen a Estados Unidos.
Hace 21 años que la Asamblea General de las Naciones Unidas vota exigiendo, prácticamente de forma unánime, el levantamiento del embargo norteamericano contra la isla. En noviembre pasado, el resultado de la votación fue de 188 votos a favor, 3 en contra (Estados Unidos, Israel y Palau), y la abstenciones de Islas Marshall y Micronesia. De acuerdo con el canciller cubano, Bruno Rodríguez, el embargo ha causado pérdidas económicas por $ 975 000 millones a su país.
Latinoamérica está ansiosa porque Estados Unidos “modernice su visión de la región y se relacione de nuevas maneras. Cuba sigue siendo una prueba de fuego” en ese sentido, escribió recientemente el periodista norteamericano Nick Miroff, colaborador de algunos de los medios más prestigiosos de ese país.
Obama ha dado indicios de que podría estar interesado en ese cambio. El nombramiento de figuras claves de su gabinete, como el nuevo secretario de Estado, John Kerry, y el de Defensa, el exsenador republicano Chuck Hagel, parece apuntar en esa dirección.
Pero el cambio de política se enfrenta también a resistencias. José Cárdenas, director de Vision Americas y partidario de mantener la línea dura contra Cuba, recientemente escribió en The Miami Herald que, en más de una década, los programas para financiar y crear una oposición capaz de derrocar el Gobierno en Cuba “han promovido el flujo de información desde, hacia y en Cuba, mediante medios impresos, electrónicos y sociales; han entrenado a centenares de periodistas independientes, cuyos trabajos aparecen hoy en los principales medios; han entrenado a grupos de derechos humanos para documentar abusos y presentarlos a organizaciones internacionales”.
Cárdenas recordó que la Ley Helms-Burton, aprobada en 1996, no permite grandes cambios en la política de Estados Unidos hacia Cuba y amarra las manos al Gobierno que pretenda aflojar las sanciones a la isla.
NUEVO ESCENARIO
La confirmación de Kerry en la secretaría de Estado y Helms en Defensa ha abierto todo tipo de especulaciones en la prensa norteamericana sobre el papel que podrían desempeñar en el cambio de las relaciones de su país con Cuba.
“¿Kerry y Hagel ofrecen a Obama un nuevo camino hacia Cuba?”, se preguntó Sarah Stephens, directora del Center for Democracy in the Americas, a fines del año pasado en el The Huffington Post. En su opinión, Kerry no le dará a la administración de Obama un “cheque en blanco para apoyar los programas de la USAID para cambiar el régimen en Cuba”. Y recuerda que Hagel, senador por dos períodos, calificó de “sinsentido” la política norteamericana hacia Cuba.
Carlos Alzugaray, el exembajador cubano en la Unión Europea y autor de diversos estudios sobre las relaciones entre su país y Estados Unidos, estimó que la confirmación de los dos funcionarios permitiría conformar un gabinete en el que, desde la administración Carter, “nunca hubo voces de tan alto nivel favorables a un acercamiento” con Cuba.
El periodista cubano Edmundo García destacó, por su parte, otros cambios relevantes que podrían facilitar el cambio de esa política. En primer lugar, “el presidente Obama fue reelecto el pasado noviembre. Ganó el voto de los colegios electorales por los estados, el voto popular, el voto de La Florida, el voto del Condado Miami Dade y ganó el voto cubanoamericano en un porcentaje inimaginable hasta para los más optimistas”. Tiene, por lo tanto, “las manos libres” para cambiar esa política, aseguró.
En segundo lugar, agregó García, “el tradicional paquete de representantes cubanoamericanos republicanos del sur de Florida al Congreso de Estados Unidos se ha quebrado con la victoria del demócrata Joe García en el Distrito 26, por encima del hasta ahora titular, David Rivera”.
Para el titular del COHA, Larry Birns, Obama debería adoptar tres medidas para avanzar en un cambio de relaciones con Cuba: dejar atrás el embargo; liberar a los cinco cubanos encarcelados hace más de 10 años —después de un juicio considerado fraudulento por las más diversas organizaciones de derechos humanos—; y sacar a Cuba de la lista de “estados terroristas”, que anualmente elabora el Departamento de Estado.
Finalmente, en este escenario de cambios hay que destacar que, pese a las tensiones, el año pasado aumentó el número de personas que viajaron entre los dos países, así como las remesas enviadas desde Estados Unidos. Cerca de 500 000 cubano-americanos, o norteamericanos, viajaron a Cuba, y el programa de venta de comida pasó de $ 100 millones a $ 457 millones.
¿VISITA EXPLORATORIA?
En ese marco, la visita de tres días a Cuba de 7 miembros del Congreso (5 senadores y 2 representantes), encabezados por el senador demócrata Patrick Leahy, el 19 de febrero pasado, fue destacada por los medios como “un esfuerzo para mejorar las relaciones políticas, congeladas desde que el contratista del Gobierno norteamericano, Alan Gross, fue encarcelado en diciembre del 2009”.
Leahy ya se había reunido con Gross hace un año, en un viaje a La Habana, cuando fue recibido también por el presidente Raúl Castro. “Nosotros no estamos aquí para negociar. Estamos aquí para oír y volver a casa a hablar de lo que hemos visto. Todos queremos que las relaciones mejoren y que los dos lados adopten medidas en este sentido”, aseguró.
En general, hay acuerdo en los comentarios de que Gross será liberado a cambio de la libertad de los cinco cubanos presos en Estados Unidos.
En enero pasado, el periodista canadiense Stephen Kimber escribió una carta al presidente Obama, en la que trató ampliamente el tema, dejando claro el papel de Gross en los programas de la USAID para organizar y financiar la oposición en Cuba. “Alan Gross recibió medio millón de dólares de la USAID, su agencia de ‘promoción de la democracia’, para contrabandear sofisticado equipo de comunicación hacia Cuba”, recordó Kimber.
El periodista canadiense fue aun más claro en el análisis de las arbitrariedades cometidas contra los cinco cubanos presos, detalladas minuciosamente en su carta, que puede ser leída en Internet.
Es tiempo, enfatizó, “de terminar con la injusticia —y, francamente, con la estupidez— de una política que no sirve a los intereses de ninguno de los dos países, o del mundo”.
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