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Stéphane Hessel, autor del manifiesto “indignaos”, falleció el pasado 27 de febrero a los 95 años, dejando un largo legado para los jóvenes y para aquellos que han entregado su vida a la “rebeldía”, a la ruptura del “statu quo” imperante.
De origen judío y refugiado en Francia durante la II Guerra Mundial, formó parte de la resistencia, sin embargo, fue capturado en 1944 por la Gestapo y torturado. Mediante un cambio de identidad, logra escapar de la muerte en el campo de concentración de Buchenwald. Después de la guerra, participa en la redacción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948.
En el 2010 publica su famoso manifiesto contra la indiferencia, convirtiendo la indignación en fuente de insurrección pacífica, además de proclama inspiradora para las protestas que han recorrido el mundo contra gobiernos autoritarios y neoliberales en Africa, en Europa, en Estados Unidos… La rabia de miles y miles de desempleados (as) y marginados (as) del sistema cruzó el mar Mediterráneo después de las revueltas en el África norsahariana, desembocando en un largo proceso de movilizaciones masivas en España, Portugal, Francia, Italia, Grecia… Los “Ocupa” habían llenado las plazas del Cairo y de Túnez, para instalarse a partir del 15 de mayo del 2011, en la Plaza del Sol en Madrid y en las calles de muchas ciudades de Europa y de Estados Unidos.
La protesta tocó finalmente en setiembre del 2011 las entrañas del “pulpo”, tal como lo definieron los indignados de Wall Street, símbolo del sistema financiero mundial, para instalarse más tarde en la Plaza de la Libertad en Washington. El movimiento multitudinario se fue extendiendo por numerosos estados con la consigna “somos el 99%, ellos son sólo el 1%” en alusión al poder financiero y a la desigualdad económica-social.
El 15 de octubre del 2011, en una jornada histórica del movimiento, se dio una protesta mundial en 951 ciudades de 82 países. Las demandas generalizadas fueron la construcción de sociedades verdaderamente democráticas, la lucha contra la corrupción y contra la concentración de poder económico y financiero. No es casualidad que las consignas en todo el mundo en diferentes idiomas coincidieran en la protesta contra el desempleo, la pobreza, la desigualdad, consecuencias todas de las políticas neoliberales.
Recordemos palabras del texto leído ese día en la Plaza Neptuno en Madrid: “No tenemos miedo…” hemos visto que podemos, si nos organizamos, si nos comunicamos, si usamos nuestras redes …” “Nos están quitando lo poco que quedaba por defender. Nos queda absolutamente todo por construir”. Recordemos aquí en Costa Rica, el discurso de José Merino en la Plaza de la Cultura: “El movimiento de los indignados es anticapitalista, pero la alternativa será tan multicolor y variopinta como lo quieran y lo deseen sus protagonistas, nosotros la llamamos socialista, otros encontrarán otras palabras, lo que importa es construir un mundo, una Costa Rica donde prevalezca el ser humano, el bien común, sociedades donde quepamos todos y todas, naturaleza incluida”.
A escasos días del fallecimiento de Hessel, y a pocos meses de las elecciones presidenciales en nuestro país, su mensaje sigue siendo inspirador y constituye un reto para la reconstrucción de la esperanza. Su indignación es contra la opresión, el irrespeto de los derechos humanos, la distancia que separa a pobres y a ricos y que no cesa de aumentar. La indiferencia dirá el autor será la peor de las actitudes, las razones para indignarse son muchas.
¿Es que de verdad –diría Hessel− vivimos en una democracia? El reto se dirige sobre todo a los jóvenes, quienes deben salir de la apatía y la indiferencia, pues sólo así “nace la voluntad de compromiso con la historia.” Los derechos son irrenunciables. La indignación de muchos multiplicó la resistencia contra el nazismo. De la indignación de millones de “ocupas” en todo el mundo tiene que surgir la resistencia contra la dictadura de los mercados que ha convertido en gigantesca la brecha social.
Queda pendiente un tema fundamental: por qué este viejo luchador de 95 años y de origen judío, sobreviviente de los campos de concentración nazis, estuvo a favor de la independencia argelina y se convirtió en militante defensor de la causa palestina.
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