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Pocos dejan huella

En el transcurso de la vida las personas se encuentran con millones de seres humanos; algunos se encuentran por error, otros por casualidad, varios con algún fin, la mayoría solo pasan por la vida, pero muy pocos logran dejar una huella.

En el transcurso de la vida las personas se encuentran con millones de seres humanos; algunos se encuentran por error, otros por casualidad, varios con algún fin, la mayoría solo pasan por la vida, pero muy pocos logran dejar una huella.
Uno de estos casos excepcionales es el del fallecido Dr. Carlos Manuel Quirce Balma, una persona que sin lugar a duda fue totalmente fuera de lo común, un hombre completo, diferente y sobre todo un ejemplo por seguir.
El Dr. Quirce contaba con una amplia formación académica en áreas sociales, de ciencia básica y de la salud, pero todas ellas ligadas siempre de la mano con su gran y más fuerte pasión: la investigación. Fue un investigador entregado totalmente al conocimiento, pero más importante aún, nunca dejó de lado la importancia de ser persona, de pensar en el prójimo, de encontrar soluciones a las masas necesitadas de nuestro país y de América Latina, pensando siempre en brindar igualdad a todos, preocupado por luchar en un mundo globalizado y consumido por el capitalismo y la modernidad, tratando de rescatar la esencia de la vida.
Por otro lado, el Dr. Quirce fue un verdadero Maestro; su conocimiento siempre fue compartido con sus estudiantes, enseñándonos tanto las cosas académicas y laborales como las más básicas: disciplina, amistad, cariño y confianza. Su peculiar sentido del humor lo caracterizaba, apoyando las buenas ideas y el entusiasmo de trabajar de quienes lo rodeaban. Cada mañana nos contagiaba de esa sed de conocimiento que él transmitía, la cual era luego saciada con largas conversaciones de donde se alimentaban los sueños de muchos. Siempre fue un placer trabajar con él.
Su mente brillante cada día lograba pensar cosas nuevas, más problemas y a su vez soluciones. Se le podía preguntar cualquier cosa, que en caso de no conocer la respuesta tenía la humildad de ir a buscarla.
Trabajó hasta el último día de su vida; su amor por la Universidad de Costa Rica era indescriptible, entregando todo lo que se podía para hacer investigación de excelencia y transmitirla a sus discípulos, los estudiantes. Durante los últimos días que nos acompañó, mostró siempre su cabeza en alto a pesar de un resfriado que lo aquejaba; desde temprano llegaba a su laboratorio en la Facultad de Farmacia, con su gabacha bien puesta, así como su corazón cedido al compromiso con la educación y la investigación. Su partida nos sorprendió con dolor a todos, dejando un vacío irreparable en nuestras vidas.
Hoy, un año después de su muerte, lo seguimos recordando con el corazón retorcido, apenas recuperándonos de su pérdida. Sin embargo, su huella no estaría completa si no se continúa su legado; sabemos que su más grande deseo sería que su obra y trabajo no se fueran con él hasta donde esté, sino que continúe aquí en el mundo material donde él mismo preparó personas capaces de seguir sus pasos, con todo el orgullo que lo merece.
Su muerte nos separó por un tiempo, en el cual sus compañeros tendremos que poner en práctica todo lo aprendido y lo que falta por aprender, para de esa manera honrar el trabajo realizado durante toda una vida al servicio del aprendizaje; nos espera un camino donde se pueden hacer presentes momentos de debilidad, pero estos serán superados con los cimientos que quedaron sembrados dentro de cada uno de los que lo conocimos.
Gracias Dr. Quirce, por haber creído en mí, en mis ideas y pasiones, por haberme enseñado a ser persona, por darme las herramientas para haber llegado a ser quien soy hoy y, sobre todo, gracias a la vida que me permitió conocerlo.

  • Ma. Fernanda Calvo Fonseca (Asistente de Laboratorio de Estrés y Neurofarmacología)
  • Opinión
Capitalism
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