Debido a los elevados costos del mantenimiento de las imágenes, se ha restringido su acceso solo para las personas registradas en PrensaCR.
En caso de poseer una cuenta, hacer clic en “Iniciar sesión”, de lo contrario puede crear una en “Registrarse”.
Visitamos a Otto Apuy, artista multimedia, guanacasteco universal, en su taller. Había una claridad abrazante, un olor fuerte y definido. Lápices, cartones, lienzos, reglas, pinceles, botellas de pinturas… Nos enseñó los cuadros para su próxima exposición, mientras hablaba de la perspectiva y la forma. Más que cuadros eran ventanas a otros mundos, a mundos muy cortazarianos como se podrá concluir más adelante. Habla también de su polifacetismo y de la investigación que lleva su arte.
Nos sentamos en una banca, entre lienzos estibados y la mesa de taller; hablamos de su literatura, de Cortázar y el “Aplastamiento de las gotas”, del arte conceptual, de Faulkner y la inspiración.
Otto Apuy: El proceso creativo se va transformando a través del análisis, se logra a base de mucho hacer. En cuanto a la inspiración, no resulta en la solución tal cual. Uno tiene que encontrarla, hay que investigar. Hay que hacer un proceso de edición. Es fácil decir que se va a tratar tal tema pero cómo tratarlo se logra a raíz del taller, de la escuela, del ejercicio constante. Llegado el momento se descubre que esa pregunta tenía una respuesta que solo haciéndola se podía descubrir. No es solo un análisis racional sino el taller y el ejercicio del pincel.
Valeria Román: Piensa igual que Faulkner en cuanto a la inspiración…
Sí. En cierta medida. Fue uno de los escritores que más influyó en mi juventud. Es un proceso que igual sucede con todas las artes que hago.
Usted se define como artista multimedia.
La actitud mía es hacia lo polifacético: por eso escribo, hago pintura, hago instalaciones, u otro tipo de proyectos. Solo pintando no es suficiente. Yo tengo que escribir, pero solo escribiendo tampoco siento que se satisface mi creatividad. Tengo que realizar mi trabajo en muchos medios para poder expresarme. Trato de vivir como artista, entonces el tiempo para mí es vital, paso de un trabajo a otro.
Esas múltiples aristas de sus artes y técnicas también son resultado de esa búsqueda diversa, de partir o manejar un concepto para luego buscar la forma más adecuada de expresarlo.
Exactamente. Esa diversidad de pensamiento o de respuestas solo la puedo captar con una diversidad de vehículos o medios.
No hay que tener un caballete para ser artista, no. Sino que con una cámara, con un video o sin nada. No se necesita un caballete para pintar, es mental, es una actitud.
Para usted esos medios no son el arte en sí sino caminos o herramientas.
Sí. Mi idea no era solo convertirme en un artista del arte conceptual y del video. Aunque se me dice videoartista porque uso ese elemento, no lo soy porque no me dedico solo a eso. Uno no necesariamente tiene que ser solo uno, yo soy polifacético. Me expreso en muchas cosas. Yo no sabía que con esa actitud estaba abriendo un espacio mental, ahora entiendo por qué había resistencia; y todavía existe. Todavía hay gente cuadrada. Hay que abrirse a todo lo que nos puede llevar a expresarnos. Es una apertura mental que comienza como una apertura en el arte.
A lo que voy es que todo se puede disfrutar. No hay muerte de la pintura como tampoco de la novela.
Es que el arte siempre busca esas diferentes salidas.
Sí, porque es el artista buscando expresarse.
Esos diferentes medios se fusionan. ¿Hay un poco de literatura en su arte visual?
Claro, desde luego. Una de las opiniones más generales que encuentro en los lectores, sobre los libros que tengo publicados, es que les encanta la parte descriptiva de las situaciones. Me valgo de mi experiencia visual como artista. Esos procesos me ayudan al escribir: cuando tengo que definir una situación donde hay color −cosa que me encanta – o una situación imaginaria, donde hay ficción, donde se inventa, donde hay poesía.
El vehículo es la poesía. Si hay algo estético en mi trabajo literario es la poética. Y en mi pintura ves el aspecto poético. Quizá sea ese el vehículo: una instalación con chorreadores de café, es muy poético en el sentido universal.
Usted trabajó en el semanario UNIVERSIDAD y estudió periodismo antes de dedicarse al arte.
Sí. Hay cosas en la vida que lo marcan a uno. Situaciones, coyunturas que te marcan. Una de ellas fue trabajar en el periódico UNIVERSIDAD.
Es inolvidable como toda etapa formativa. A través del ejercicio del periodismo, sobre todo cultural, logré conocer a muchos escritores, a pintores, me abrió las puertas hacia el mundo del arte.
Cuando me forme como artista ya tenía una base de comunicación y lo apliqué mucho a mi trabajo.
La comunicación es la base para su trabajo artístico.
Sí claro. Yo me defino como un proceso de comunicación que usa diversos medios. Por eso dicen que soy multimedia, pero lo que hago es comunicación.
Cuénteme de su nuevo proyecto
Es una exposición para la Galería Alternativa. Creo que va a ser en mayo. Se trata de un video, pinturas y esculturas como máquinas. Busca romper el formato usual y trabajar con obras que salen del formato del cuadro.
La teoría va ir desencadenándose: conforme trabajo la investigación voy descubriendo de qué manera puedo hacer en video lo que estoy trabajando en pintura y escultura.
(Muestra en las pinturas unas figuras que caen ondulantes)
Parece algo viscoso resbalándose
Sí. Y también está la idea de lo armable, es muy cortazariano.
Sí (risas)
Esos cronopios que suben y bajan. “32. Modelo para armar”, de Cortázar, y esta exposición se llama “Modelos desarmables”. Yo buscaba el nombre y me acordé de ese libro de Cortázar.
Entre libros
(Sube las tres escaleritas que separan su sala del taller. Va a buscar unos libros, para hablar un poco de su literatura. Tenía varios libros suyos sobre la mesa de centro. Comienza a hablar su libro “Shi-Pan y los huesos del dragón”).
Lo que me interesaba era la presencia de los chinos antes de Colón que es un enigma. Uno oía cuentos. Pero ahora ya es un hecho. Es muy interesante, me parece muy poético eso de volver de nuevo a algo que desconocíamos. Porque siempre hemos comprendido a América desde Europa.
¿Por qué la novela inicia con catástrofe?
Quería llamar la atención del lector. Entrar con un tsunami. Eso hace que descubran el barco chino. Era acudir a la expectativa y algo de acción. Muy cinematográfico.
En sus poemas yo noto ese interés también por sus orígenes: “el mundo al alcance/para poder repreguntar/de nuestros orígenes/compartidos… Pérdida de memoria/ me-moría… ¿Hay una búsqueda de los orígenes?
Ahora recuerdo ese texto. ¿De qué libro era?
“Modelo para devolver el día y la noche”.
Sí, incluso hago una referencia a mis ancestros, a China y a los abuelos. Me devuelvo.
Sus abuelos tenían un cine. ¿Cierto? Su niñez me recuerda la película “Cinema Paradiso”.
Ah sí. Por cierto el niño se llamaba Toto. Y yo Otto (ríe). Vivía en España cuando la vi.
Fui ese niño que creció deslumbrado con las cámaras, con las proyecciones de las películas. Crecí viendo eso. Las películas llegaban por cazadora. Un día no llegaron las fotografías para anunciar la película entonces acudieron a mí. Me pidieron hacer unos dibujos de Cantinflas.
Mi abuelo también construía casas. Entonces era la construcción más el cine −imagen, sonido, texto− todo eso me incitaba. Era algo muy natural para mí.
Yo era muy rebelde… en el sentido de que ellos confundían mi creatividad con rebeldía, con travesuras. A veces me castigaban muy fuerte.
Cuénteme alguna travesura.
Una vez compraron una cama matrimonial metálica para mamá y papá. Por esa época comenzaron a salir las calcomanías, eran una moda. Eran de Coca Cola o de Colgate. Mi tío tenía una tienda y yo le pedí que me regalara unas 20 calcomanías. Yo como gran cosa pensé en decorar la cama, (ríe) agarré el respaldar y le fui pegando calcomanías, la llené toda para mí era pop art, pero para ellos no. Me acuerdo de esa “acción artística” por el castigo.
También me gustaba asustar. Eso era una actitud muy conceptual. Hacía como performance. Infundir miedo. Con las frutas, por ejemplo, tenía un limonero, quitaba los limones y le ponía mangos, y la gente decía “mirá el palo de limón tiene mangos”. Yo me quedaba escondido esperando a que la gente pasara para que se asustaran, en el fondo me moría de risa. Eran acciones artísticas, pero claro, también travesuras. Yo sigo haciendo travesuras (risas), le gusta a uno chocar a la gente.
¿Causar una impresión con su arte?
Sí, esa es una de mis ideas: hacerlas reaccionar y pensar.
¿En su literatura existe ese elemento de travesura?
Sí. Mis primeros libros sí eran un poco más traviesos. (Se levanta, se dirige a su biblioteca, busca entre los libros hasta dar con uno: “Demoniaca”.)
Este libro es de poemas con dibujo. El dibujo va cambiando, es como una secuencia pero no programada o directa. Hay una intención dentro del dibujo, tiende a desaparecer. Al final el dibujo termina casi desapareciendo, se va comiendo a sí mismo. El texto funciona en ese sentido. Conforme uno va leyendo sucede la misma metodología, el texto va desapareciendo en la medida en el que el dibujo desaparece. Pero no es un libro donde el dibujo ilustra el texto sino que cada uno es autónomo. Cada uno funciona para complementarse: al final cuando se cierra el libro se cierra toda la idea, el libro es una idea, es un concepto, causa una impresión, es una obra de arte.
¿Cómo es ese proceso conceptual en su obra literaria?
Este libro, “Memorias Hechizadas”, parte de lo que era mi reflejo de Guanacaste. El texto habla de jícaras y tiene ilustraciones de esculturas con jícaras. Es un concepto que se adapta: no solo es una ilustración sino que el autor mismo hizo las dos cosas: texto y esculturas. El sujeto y el objeto están juntos. Hay una sola unión. Las dos cosas hablan de Guanacaste y yo soy guanacasteco. Todo es una relación hacia un mismo principio, el principio generador.
En “Modelo para devolver el día y la noche”, que también es texto y dibujo, hay una reflexión muy interior hacia el número, es el símbolo pero también el dibujo, hay una formulación, un concepto.
¿Cómo es el proceso analítico y de comunicación dentro de su literatura?
Hay una sola metodología que es universal: la observación, el análisis de esa observación, luego encontrarle la materia y el discurso a esa materia, ya no solo observación sino reflexión. Por último viene el guión: cómo se va a hacer, qué materiales se van a usar, cómo se va a desarrollar, cómo voy a tratar el tema.
¿Cómo ha sido el proceso de artista y de escritor?
Siempre ha costado mucho. Cuando era dibujante fui conocido SOLO como dibujante, según la gente no podía ser buen pintor o escritor.
Hacerse escritor, entonces, fue otro paso que me costó. Antes no se aceptaba lo polifacético o lo multimedia. Los mundos eran separados y cada uno tenía su reino, no se podía pertenecer a todos, no se podía ser ciudadano de todo. La voz mía es una misma voz expresada en muchos medios.
Cuénteme acerca de la actitud de búsqueda en su literatura.
Siempre es un reto. Una decisión que me permite ir más allá. Mi primera intención es algo nuevo, muy distinto. A veces nacen de una frase, a veces de un objeto. Ahora tengo un papelito que salió en la prensa y recorté, de eso quiero hacer un cuento. Pero es solo una nota de una cosa increíble que ocurrió.
Entonces, ¿el detonante de su obra son muchas cosas?
Te voy a buscar algo interesante.
(Se levantó, dobló rápidamente, y subió las escaleras. Hubo una pausa. De nuevo bajó.)
Esto lo recorté hace tiempo y lo guardé por ahí. Es del periódico El País: “Extraen Raro Tumor a una Niña”
“Una masa tumoral formada de cabello con un peso 700 gramos fue extraído el lunes a una niña de 7 años en ciudad Neily…”
¡Qué misterioso! Y real. Era como un nido de oropéndolas que adopta la forma del estómago. Pero en mi cuento va a adoptar forma de feto. Un bebé de pelos. Uno comienza a desarrollar la ansiedad de ella y el entorno del hogar, luego lo del feto. Es como un peluche. Por ejemplo, esa idea del cuento de ahí sale.
CINE, LIBROS y NIÑEZ
¿Cuáles fueron sus primeros contactos con la literatura?
Mi hermano y hermana escribían. Creo que la literatura está implícita en las vivencias mías en el cine. Después, con el tiempo, descubrí los libros que había detrás de las películas. Muchas novelas las vi primero en películas. En tercer grado me leí los 10 libros que había en la biblioteca del pueblo. Ya en el 70 le entré de lleno a la literatura latinoamericana. Coincidió con el boom. En ese tiempo escribía pero no me consideraba escritor, casi no producía, sino a partir de los cincuenta años. Mis libros son muy recientes.
En “Memoria hechizada” usted habla de sus orígenes. ¿Cuénteme de Cañafístulas?
Ya de varios años uso personajes que se repiten en los libros y su locación es la villa de las Cañafístulas, que es Cañas. A veces es la ciudad real y a veces es la ciudad imaginaria. Todo escritor tiene una referencia, un punto, un pueblo. Es una gaveta de referencias. Es el espacio de mi juventud, pero también es el espacio idealizado, amado, nostálgico. Representa todo. Es el origen.
¿Qué papel tiene la mitología en su literatura?
Como fuente misteriosa, atractiva, como sentido estético. En toda mitología hay algo estético. Es el enlace, la raíz. La mitología es como el desarrollo de la imaginación. Lo poco que se formó a partir de lo que desapareció: si hay un mito es porque hubo muchos otros más que desaparecieron, de los que solo hay referencias.
¿Qué es el proceso artístico de comunicación?
Parte de que la comunicación es arte. No es la palabra con la cual hablamos en castellano, es mucho más allá. Es una expresión de lo bello. De la dimensión desde donde el ser humano puede ligar su expresión. La expresión llevada al máximo es arte.
En Barcelona empezó conociendo más escritores que pintores. ¿Cómo contribuyó ese contacto?
Sí, fue curioso. Mi entrada fue espectacular, a diferencia de mi salida (risas). Yo me fui en barco. Conseguí que me cobraran solo la mitad del boleto haciendo una exposición ahí. En la exposición conocí a una mujer que había sido profesora en Chile, Angélica Edwards, venía del exilio de Chile a Barcelona porque ahí vivía su hermano: Jorge Edwards. Él fue cuñado mío. Cuando llegamos a Barcelona la estaban esperando Carlos Barral, Jorge Edwards, José Donoso, García Márquez y Mario Vargas Llosa. Pero a pesar de que escribía, yo estaba mirando hacia el mundo de las artes visuales. Conciencia de escritor tuve quince años después pero ahí, con solo conocer a esas persones, comencé a llevar unos cursos de literatura, iba a presentaciones, el mundo literario era muy fuerte. Fue una época en la que leí mucho y me puse al día con la literatura.
¿Desde entonces los elementos literarios en su obra visual?
Sí, claro. De hecho yo incorporaba muchos textos. Ahora se usa mucho. Pero en esos tiempos se usaba poco. Tenía alusiones muy directas a la literatura.
¿Cree que las figuras literarias son aplicables al arte visual?
Sí. Tengo una exposición que precisamente llamé “Metáfora del horror”, por ejemplo. Algo que llamaba la atención eran los títulos de mis obras y era por la parte literaria. Eso fue un rompimiento. Antes las exposiciones se llamaban “pinturas de…”. No tenían nombres, yo con mis exposiciones comencé a usar nombres, parecían nombres de novelas, fui rompiendo esa tradición.
Jícaras–chorreadores de café–maíz–arroz–tortillas, todos estos elementos simbólicos, ¿son parte de un lenguaje, el lenguaje de Otto Apuy?
Son parte de los conceptos de percepción de la imagen, apelo mucho a esto porque hay un proceso de reconocimiento y de reconocimiento propio. Cuando alguien ve una jícara en la obra, ya la jícara tiene un mensaje. Habla. Son elementos semánticos con mucha fuerza. Y tienen un choque para la gente acostumbrada a la pintura plana.
Es más o menos como el mango en el limonero.
Se rió como acordándose de su infancia, del cine, de sus ancestros chinos y de Guanacaste. Fue como una de sus obras: un momento que aglutina sus conceptos y orígenes. Antes de despedirnos se levanta, muestra algunos cuadros, busca otro libro y lo vemos de pie, por último recuerda sus años como periodista cultural mientras nos acompaña a la puerta, “seguramente nos volveremos a ver”, dice.
Este documento no posee notas.